Cuanto más longevos somos más difícil nos resulta eso de encontrar el amor eterno. Es que, siendo la treintena la media de esperanza de vida en el s. XVI, pues querida, una se echaba el mozo ya para el resto de sus días, que pocos debían de ser; pero hoy aguantar a un fulano hasta los 85 por lo menos, ya se nos hace un poco larga esa eternidad. Por pitos o flautas el amor se acaba, o se rompe, o se transforma… y a veces no somos capaces (o no queremos) de reformular nuestra relación y la mandamos al carallo (o la manda el otro y nos pilla desprevenidas).

Si te has encontrado plantada de sorpresa, como si has sido tu misma quien ha roto todo vínculo con el señor que ya no quieres llamar tu pareja; te estarás encontrando en una situación de dolor, incertidumbre, dudas y otros tantos sentimientos complejos que no sabes manejar; y aún sabiendo que hay luz al final del túnel igual no vienen mal algunas farolitas que te alumbren el camino.

 

Comprende y avanza.

A veces nos empeñamos en encontrar explicaciones a lo que a lo mejor no lo tiene, o al menos no nos han sido ofrecidas. Si te han dejado, en mayor o menor medida te habrá pillado por sorpresa y puede que se te haya disparado tu parte razonadora. Intentar encontrar los por qués no es raro, pero si puede ser muy rayante, especialmente si el primero es un «porque ya no te quiero» o «es que ya no es lo mismo».

Lo único que tienes que entender es que esa persona no quiere estar contigo (o tú con ella) y así no hay relación posible. El amor no se puede forzar amichi, así es que ni te molestes.

 

 

Llena el hueco que ha quedado en tu agenda.

De repente te ves con un montón de tiempo libre inesperado. Si te dedicabas los fines de semana a darte arrumacos bajo el edredón o salir de excursión con tu churri probablemente al llegar el fin de semana no sepas qué hacer porque se te han desajustado los planes semanales. Reubicarse en el mundo asusta pero es más fácil de lo que parece. Ahora puedes dedicarle más tiempo a tus amigos, a tus hobbies o simplemente a la procrastinación. Es importante que decidas lo que vas a hacer (aunque eso sea nada), y le des un buen valor para que no te caigan los fines de semana y los festivos como un castigo de soledad.

 

 

Siente lo que tengas que sentir y déjalo ir.

Llora los mares y los ríos que te hagan falta, sé la Dolorosa o la Queen más Drama sobre la Tierra; pero hazlo conectando de verdad con tus emociones: ¿por qué son esas lágrimas?¿dolor?¿pena?¿rabia?¿ego? Una vez que sabes por qué lloras el grifo se cierra antes y empiezas a curarte, y por tanto a avanzar.

 

 

No pierdas el Norte, aunque te haga falta una brújula.

O lo que es lo mismo, no mandes todo a tomar por culo. Puede que los primeros días no te de la vida para sacarte de la cama y te alimentes a base de cosas que van en bolsa, pero después de eso hay que activarse querida. Este señor, que igual hasta resulta ser un capullo, ya se tomó un tiempo de tu vida; tú no tienes que dedicarle ni un minuto más.

 

 

Disfruta de esta nueva etapa.

Los cambios son solo eso, y no por tal han de ser malos. Disfruta de ti misma y conócete porque a veces estando en pareja nos vemos muy condicionados por los gustos o actividades del otro. Ahora es el momento de saber si lo que aprendiste nuevo te lo quedas o lo desechas. Asienta los aprendizajes y continúa. Estar soltera es otra manera de estar, ni más ni menos; y es tan disfrutable como no estarlo.

 

Espero que estos consejos te faciliten el camino para seguir adelante, y si se te ocurre algún otro, ¡compartir es vivir!