Hace un par de semanas contemplé ojiplática los titulares que compartían el escándalo de Yes We Help, una empresa liderada por Yago Zarroca que bajo el nombre de «ONG» engañó a alrededor de 300 jóvenes que creían que iban a pasar el verano haciendo voluntariado en Ghana y Sri Lanka pero al llegar allí se encontraron con que no había ni proyectos ni organización, pero sí que había un timo detrás de todo ese percal.

¿Cómo consiguió una empresa salida de la nada engañar a tanta gente? La respuesta es muy sencilla: con una campaña de marketing cojonuda. Vieron que el tema de los influencers tenía filón así que pagaron una cantidad que desconozco a unas cuantas caras conocidas de Instagram para que subiesen fotos y vídeos del verano de sus vidas ayudando a gente pobre en África. Los seguidores, que a menudo son jóvenes e influenciables, tardaron más bien poco en imitar a sus ídolos y rápidamente contrataron el pack de «me voy a hacer fotitos con niños negros porque soy tope buena gente».

Para empezar, yo no tengo absolutamente nada en contra de los influencers, aunque el término me rechina un poco. Lo que me jode es que ahora que se ha destapado el pastel vengan con el cuento de «No sé, era todo algo raro … Había mucha desorganización». Coño, si vas a hacer una campaña con una empresa que trabaja con PERSONAS, qué menos que informarte un poquito y dar opiniones sinceras.

A lo mejor se te ha atrofiado la mente con tantas redes sociales, pero no son bolsos ni es un kit de maquillaje con el que hacerte una fotito en la que salgas flawless, son en su mayoría niños que viven en condiciones terribles, a veces sin acceso a agua potable o comida, sin recursos educativos, sin atención médica. Pero ehhhhh, no pasa nada porque ha llegado la salvadora de los negros para darles un par de gafas, hacerse una fotito de postureo y subirlo a redes sociales. Luego llegarás a tu casa y subirás un par de stories contando como este viaje ha sido la experiencia de tu vida, lo mucho que te ha cambiado, que ahora tienes una manera de ver las cosas diferente, una nueva filosofía de quita y pon. ¿Qué más da? Total, tú te puedes seguir dando baños con bombas de Lush mientras ellos siguen sin agua que llevarse a la boca. 

Hale, ya tenéis foto para Tinder. Podéis volver.Y sí, es muy hipócrita escribir desde mi casa con acceso a Internet estas palabras. Yo no estoy haciendo nada por la población pobre de África. No les estoy dando de comer, no les mando juguetes, no les apadrino. La diferencia es que tampoco me subo al carro sólo para tener un álbum nuevo en Facebook rodeada de niños negros (porque esa es otra, en las fotos siempre salen rodeados de niños y bien en el centro, que parecen el puto Ronald McDonald).

Lo que más me jode de todo esto es que esta gente no va a allí para ayudar. El voluntariado ni siquiera es un «daño colateral» de su posteureo. Todo esto para ellos es un viaje de «negocios» en el que la cara de un bebé negro vale 100 likes. Se hacen la foto y se van pasando al niño entre ellos, como cuando tus padres os llevaban al Zoo y peleabas con tus hermanos por ver quien se hacía primero la foto con el loro. Así conciben el voluntariado, como un espectáculo ajeno.

¿Quieres ayudar? En tu ciudad hay decenas de asociaciones que necesitan voluntarios. Mujeres maltratadas, personas mayores, inmigrantes, drogodependientes, personas sin recursos con enfermedades mentales y un largo etcétera. El problema es que esto no te parece glamuroso y no pega con tu feed de Instagram.

A lo mejor te hace falta cambiar un poquito esa mentalidad de mierda y darte cuenta de que el voluntariado no lo haces para ganar una experiencia en tu vida vacía, lo haces porque hay personas que no tienen la misma suerte que tú.