Ese día llovió a mares toda la mañana. Casi octubre, las hojas ya amenazaban con caer y crear una alfombra preciosa de colores cálidos. Caminaba pensativa, le daba vueltas a una conversación que había oído mientras esperaba el autobús que la llevaría de vuelta a casa. Un grupo de personas discutían sobre la vida y lo más bonito que tiene. Hablaban sobre aquello que te hace sentir que cada segundo vale la pena y, aunque eran muy diferentes entre sí, coincidían en algo que había calado en su memoria. Lo más bonito de la vida son los pequeños detalles que crean magia.

Estaba de acuerdo, no podía decir lo contrario. Pero, se paró un segundo a pensar qué era lo que le hacía feliz a ella. Lo que hace vibrar de alegría a las personas se refleja en sus ojos, se hacen más pequeños de emoción. Se sentó unos minutos en un banco que encontró en su camino, y cerró los ojos. ¿Qué le hacía feliz? Una pregunta tan simple como inmensa. Los momentos de felicidad son tesoros tan valiosos, que nadie puede comprarlos.

Las pequeñas cosas que la hacían feliz.

La lluvia, definitivamente la lluvia la hacía muy feliz. El olor a la humedad, el color de los paraguas de la gente que corre de un lado a otro para protegerse, las botas de agua que salpican los charcos, el pelo mojado y el maquillaje corrido. Un café y un buen libro, taparse con su manta favorita cuando empieza a hacer frío. Las croquetas de su madre y la sopa de su abuela. Esa película que llevan anunciando meses y que por fin se estrena en el cine.

La canción de su cantante favorito que le llega al corazón. Una noche de baile con sus amigos con música antigua que le recuerda a su adolescencia. Las charlas inesperadas que se alargan horas y el resultado positivo de un proyecto en el que ha trabajado muy duro. El reencuentro con sus hermanos y su serie preferida. Las noches de pizza y vino. El amor, las sonrisas y la superación.

También, la sensación de libertad cuando se levanta cada día, y la posibilidad de elegir qué hacer con su vida. El ahora, los recuerdos y los sueños. Las pequeñas cosas que hacen a cada persona única y especial. La magia en cada rincón y la visión inocente de que todo es posible. En el fondo, ver siempre la vida como si fueses un niño.

Después de un rato, se levantó del banco y siguió caminando. Su sonrisa era grande y sus ojos, se hicieron pequeñitos de emoción. Eso era la felicidad.