Se acerca el cumpleaños de mi hijo. La mayoría podéis pensar que es motivo de alegría, pero algunas mamás como ya bien sabréis algo tan bonito puede acabar convirtiéndose en una batalla silenciosa.

¿Qué estoy diciendo? ¿Me he vuelto loca? No, amigas, me refiero al momento «regalos».

El año pasado, como ya lo veíamos venir por otras experiencias pasadas, lo único que pedimos fue que vinieran a la fiesta y que NO nos hicieran regalo: Lo importante era celebrarlo juntos. Pero ¿lo adivináis, verdad? TODO el mundo se indignó con nosotros y nos dijeron que ellos querían hacernos regalos, que era el primer cumpleaños del niño y que no podía ser que no tuviera ninguno. Porque OBVIAMENTE el bebé con un año recién cumplido iba a ser MUY (pero que MUY) consciente de quién le regalaba qué y se iba a acordar toda la vida (nótese la ironía).

cumpleaños

Visto el panorama decidimos hacer un bote común con todo el mundo que quería hacerle un regalo y decidimos comprarle una sola cosa que nos iba a ser útil durante muchos años: Un triángulo Pickler. Pusimos un límite de dinero, pero recaudamos tanta pasta que pudimos comprar también una tabla corva, un camión-caminador, y algo de ropa.

Conclusión: Se volvieron todos LOCOS y les pudo el «quién da más». Quizá porque el materialismo impera en nuestra sociedad, o por la extraña idea de quién hace el mejor regalo de cumpleaños, es mejor persona, o tiene más que los demás, o te quiere más que el resto.

Ahora se acerca el cumpleaños de mi hijo y TEMO la llegada de ese día porque sé lo que va a suceder: Dos semanas antes nos van a empezar a atosigar a preguntas sobre que necesita el niño o que queremos que le compren. La respuesta clásica sería que el niño necesita tiempo y cariño y nosotros lo que queremos es que no nos agobien con nimiedades.

cumpleaños

Pero dile eso a tu madre o a tu suegra, corre. Míralas a los ojos y rómpeles la ilusión de «hacer el mejor regalo de cumpleaños».

Así que solo nos queda asumir que les pediremos una única cosa en cada casa, y que ellas harán lo que les salga del mismísimo coño: Que una regala un parking de coches, yo un vale de 100 euros para ropa. Que te dan dinero, pues yo te compro una moto eléctrica. Que el niño tiene una moto, yo le cojo una portería y una pelota. Y así en bucle.

Y no quiero que me malinterpretéis, no me quejo de los regalos (se quedan en casa de ellas y así pueden jugar cuando vayamos). El problema viene cuando mi hijo crezca y empiece a asociar a sus abuelas como fuente de dinero y de regalos, que se convierta en un materialista. Cuando nosotros queremos justo lo contrario: Preferimos que valore más el tiempo que comparte con ellas, a lo que le dan o les pueda pedir. Me da miedo que esta lucha tan trivial acabe tomando fuerza poco a poco y no la podamos contener, que el niño «exija regalos» llegada a cierta edad.

Lo que queremos es poder compartir ese día con nuestros seres más queridos y que él disfrute de ese momento: Del tiempo y del amor que le brindamos no solamente en su cumpleaños, sino todos los días.

 

MOREIONA