Voy a comenzar por la conclusión final: las conductas o prácticas sexuales consensuadas y consentidas entre las dos (o más) personas participantes, por supuesto entre mayores de edad y sin que se falte al respeto a ninguna de ellas, son “normales”. ¿Estáis de acuerdo?

Si aceptamos esta conclusión como punto de partida, prácticamente nada de lo que ocurra cualquier noche de sábado escapará a este concepto de normalidad. O de lunes o de jueves, porque –¡oh novedad!– se puede follar cualquier día de la semana.

Por desgracia, algo tan obvio para mí no lo resulta tanto, por lo visto, para la mayoría de gente. Muchas personas, tal vez vosotras también, han repetido más de una vez el Ah, pero, ¿eso te pone? ¡qué raro! del titular después de que una pareja sexual (ocasional o de larga duración, igual da) haya compartido un deseo legítimo.

Normalizar las charlas sobre sexo

Asumo que es una pareja sexual quien habla porque con las amistades nos lo pensamos más para hablar de sexo no en general, que eso sí se hace, sino sobre nuestros gustos y prácticas. ¿O vosotras sí comentáis con amigas y amigos lo que hacéis en la cama (o en cualquier otro lugar) a solas o acompañadas?

Por una parte me parece lógico porque, por mucho que creamos que todo está normalizado, no es cierto. Que te tachen de rara e incluso de viciosa o pervertida es bastante frecuente cuando hablas de ciertas prácticas. En ocasiones, te colocan estos adjetivos sólo por conocerlas, como si interesarse por el sexo fuera malo.

¿Creéis que exagero? ¡Para nada!

Normalizar las prácticas sexuales

Pensad en cuántas veces os ha contado alguien cercano, especialmente mujer, que se masturba… ¿lo contaríais vosotras? Y si una noche te fueras con otra persona de tu mismo sexo que te ha encantado cuando, preferentemente, eres heterosexual, ¿lo contarías? Nada más conocer a un ligue nuevo, ¿le pedirías que te metiera juguetitos por el culo o esperarías un poco más para no asustar? Y si alguien te confiesa que se excita más si juega atado/a, ¿harías alguna mueca de asombro ni que sea en tu mente?

Son sólo unos cuantos ejemplos de sexo considerado “no normal” por muchas personas. ¿Has contestado que no a alguna de estas preguntas? Con un solo “no” me vale para ejemplificar lo que quiero decir. Si cualquier práctica se considerara normal, todas tus respuestas podrían ser “sí” o, como mucho, “sí, ¿por qué no?”.

Y no vale eso de que puedes hacer lo que quieras pero no contarlo. ¡Claro que sí! ¡Claro que puedo hacer lo que quiera! Pero la clave para mí está en que no deje de compartirlo si me apetece por miedo a que me miren como a un bicho raro, a que me miren de un modo distinto a como antes de una confesión concreta.

Cuando mostramos una actitud respetuosa con otras personas, podemos empezar a escuchar que la vecina del cuarto, madre de una perfecta parejita de niño y niña, se deja atar y disfruta de que le manden un buen rato cada dos semanas; que a la chica de la peluquería le gusta quedar de vez en cuando con parejas y ser el centro de sus atenciones; o que el fontanero que trabaja en la obra de la finca de al lado se viste con la ropa interior de su mujer cuando ella se lo pide. Y, seguro ¡otros mil secretos que tal vez ni te imaginas!

Normalizar la empatía y la escucha activa

No tiene que gustarnos nada de esto, no tenemos que hacer nada que no queramos –¡me parece tan obvio decir esto!– pero sí es de esperar que si alguien comparte algo tan íntimo con nosotras, no hagamos aspavientos ni juicios.

 

No elegimos qué nos excita y qué no y luchar contra ello es negarnos a nosotras mismas, así que dejemos de hacerlo. Al revés, sigue la conversación (sin ser morbosa), pregunta, aprende, comparte también tus propios deseos e intereses. Puede ser una experiencia enriquecedora para ambas partes.

Como colofón, un himno que deberíamos cantar todas a pleno pulmón y disfrutar con lo que realmente nos gusta. Igual, poco a poco, normalizamos de verdad y dejamos de señalar con el dedo.

YouTube video

 

Autora: Amanda Lliteras.