«El que se quiere curar de cáncer se cura y el que no se muere.»

Así empezaba un tuit que se cruzó ayer en mi pantalla e imagino que en la tuya también y que me indignó y cabreó como hacía tiempo que no lo hacía nada.

Y es que no, nadie se cura solo porque quiere y nadie, nadie se muere de cáncer porque quiera morirse. Por mucho que ese médico lo teclee.

Un médico que me recuerda eso de que tener un título que colgar en la pared no te hace más listo. Imagino que sabes de sobra de quién hablo, ese tipo que desde hace tiempo le gusta más estar frente a un foco o en un trending topic que en primera línea de batalla de su vocación. Ese personaje que alardeaba de ser el más mejor defensor de la sanidad pública andaluza, que lo sabía todo y más de la COVID19 y que anunció hace unos meses que padece un cáncer. Hay que joderse.

Lo cierto es que en redes sociales no eran pocos los andaluces que avisaban de que el tipo era un tipejo y muchos le vimos venir. Lo que ha pasado ayer con este tuit es que cuando creías que no podía superarse, debió decirse a si mismo eso de «¿qué no? sujétame el cubata!» y comenzar a teclear.

El cáncer, u otra enfermedad crónica o terminal, es una putada. Una putada de las grandes y con la que todos hemos convivido de manera cercana aunque nos hubiera gustado no hacerlo.

Lo cierto es que de siempre me han cabreado esos mensajes que se lanzan a la sociedad y que convierten las enfermedades en batallas. «Lucha y gana», ¡Eres una guerrera!», «Esta batalla la vas a ganar», «No te rindas» o incluso ese «todo va a salir bien» que tanto se está coreando este 2020. A veces las cosas no salen bien, y de eso también va la vida, aunque no nos guste esta parte.

Mi padre se quería curar de cáncer con todas sus ganas, me atrevería a decir que la esperanza y las ganas le duraron hasta 24 horas antes de irse sin querer. Se quería curar de cáncer y se murió, porque la vida y la enfermedad son así de putas a veces.

Y como mi padre, estoy segura que tu madre, tu tío, tu amiga o esa compañera de la universidad, porque como dije antes, nadie consigue curar solo queriendo. Ojalá. Ojalá todo fuera así de fácil.

Los mensajes positivos y motivacionales dejémoslo para esas tazas que regalamos en los amigos invisibles a esa compañera de la oficina o al primo del pueblo en la cena de navidad pero joder, vamos a sacar estos mensajes de las enfermedades porque lo cierto es que es una putada tener una enfermedad y que la sociedad te venga con mensajes del todo a cien. O todo al euro.

Es cierto que el estado de ánimo puede influir, y mucho, en como afronte uno u otro la enfermedad, pero nadie debe tener la sensación de que o sonríe ante un cáncer u otra enfermedad terminal o está fallándose a él y a los suyos. No. Las enfermedades no son batallas, hay que dejar de romantizarlas y darles épica. Nadie pierde. Nadie fracasa. Una persona que tiene una enfermedad, sea cual sea, no tiene por qué sentir que no «está luchando» porque un día no le apetezca sonreír, no pueda con los pies ni con el alma o le apetezca tirar la toalla, que también esta permitido aunque nos digan que solo la tiremos en la playa.

Al  «señor doctor» del cáncer se cura con ganas yo voy a decirle que no. El cáncer se cura, cuando se cura, gracias a los avances de la medicina, a los tratamientos de quimio, radio y demás y gracias a esos profesionales médicos que pasan su vida cuidando y curando.

Al  «señor doctor» del cáncer se cura con ganas yo también voy a decirle, dejándome llevar al extremismo por mi cabreo dilatado en horas, que ojalá sus ganas le curen pero algo me dice que el buen de hacer de sus colegas de profesión y la medicina tendrá algo que ver en eso de curarse, porque estoy segura, segurísima, de que este señor no va a renunciar a los tratamientos posibles para jugárselo todo a la carta de sus ganas.

 

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