Amiga, deja de estar disponible tanto para los demás y comienza a estarlo para ti
Hoy quiero hablarte desde la quietud que nace cuando se hace silencio. Ese silencio en el que dejamos de estar tan disponibles para los demás, para finalmente estarlo para nosotras mismas. Puede que estés acostumbrada a ser el faro para todos, el refugio al que todos llegan buscando consuelo, apoyo, comprensión. Pero, amiga, ¿qué ocurre cuando ese faro, constantemente encendido, se olvida de iluminar su propio camino?
Es curioso cómo, sin darnos cuenta, empezamos a darnos por sentadas como un lugar al que siempre se puede llegar. El mundo nos enseña que estar ahí para los demás es una virtud, y lo es, de hecho. Pero hay algo que, si no se cuida, se agota: tu energía, tu tiempo, tu ser. Y cuando te conviertes en la eterna anfitriona de todos los demás, olvidando que también necesitas un espacio solo para ti, algo dentro empieza a quebrarse.
En ese momento en que te sientes vacía, agotada, como si hubieras dado tanto que ya no pudieras dar más, el alma te pide silencio. Un silencio en el que puedes escuchar tu respiración, en el que puedes sentir la suavidad de tus propios pensamientos, sin que nadie más te llame, sin que nada más te reclame. Un silencio que es sanador, porque en él se encuentra la calma para volver a encontrarte.
Es necesario, amiga, que te detengas un instante y preguntes: ¿de qué manera estás siendo para los demás aquello que ya no eres para ti misma? ¿Cuánto tiempo hace que dejaste de sentirte importante en tu propia vida, mientras te convertías en un refugio para otros? Este no es un reproche, ni una crítica. Es una invitación a pensar en ti. No en lo que los demás esperan de ti, sino en lo que tú necesitas para volver a estar completa.
Hay una belleza silenciosa en aprender a decir “no”, en construir esos límites que protejan tu espacio interno. Es como si dijeras al mundo: «Ahora, este espacio es solo mío». Y en esa declaración, hay un acto de rebeldía, sí, pero también un acto de amor propio. No es necesario explicar el porqué, ni justificar el tiempo que tomas para ti. La paz que nace de este acto es algo que solo tú puedes comprender.m
La vida tiene una manera de volverse ruidosa, de arrastrarnos a sus afanes y preocupaciones. Pero si no aprendemos a callar esa bulla, a detenernos, corremos el riesgo de perdernos en ella. Y si no nos permitimos estar disponibles para nosotras mismas, si no creamos el espacio para sentir, para descansar, para soñar, pronto descubrimos que nos hemos convertido en algo que ya no nos resulta familiar.
No es egoísmo, ni desinterés, el querer estar menos disponibles para los demás. Es simplemente entender que para estar bien con el mundo, primero necesitamos estar bien con nosotras mismas. Que no podemos dar lo que no tenemos, y que nuestra luz, aunque brillante, también necesita momentos de apagarse para recargarse.
Esos momentos de quietud son sagrados. En ellos, el alma respira. El cuerpo se siente, y la mente encuentra claridad. Dejar de estar disponible todo el tiempo para los demás no es abandonarles; es, por el contrario, ofrecerte un espacio para reconstruir lo que se ha desgastado, para sanar lo que necesita descanso. Y cuando estés lista, cuando te sientas llena de ti misma, podrás volver a dar, pero desde un lugar entero, desde un lugar que no se vacía ni se desgasta.
Así que, amiga mía, haz una pausa. Escucha el susurro de tu ser y pon un límite. Regálate el permiso de ser tu prioridad, aunque por un momento, solo por un momento. Porque solo cuando te permitas estar disponible para ti, serás capaz de ofrecer al mundo tu verdadera esencia.
¡Un fuerte abrazo!
Alexa Dacier
Psicóloga online
Instagram:
https://www.instagram.com/alexadacier.psico/
Página web: www.seguimosalexadacier.com