Creo firmemente que el primer amor es el verdadero. O el que se vive más intensamente, con menos miedos, menos orgullo y más generosidad. Mi primer amor fue todo lo que se puede pedir a un primer amor. Tuvo momentos de pasión y también mucho drama y pena que ahora me hacen mirar a la chica que era con compasión.

Lo conocí en la universidad, y empezamos una relación cibernética. Chateábamos cada noche hasta la mañana siguiente. Nueve, diez, once horas. Nos cruzábamos por los pasillos de la Facultad y nos sonreíamos de refilón, manteniendo en secreto nuestras charlas, formando algo ajeno a todo lo demás.

Un día, se animó a invitarme al cine. Después de la película, nos dimos el primer beso.

Fueron seis meses sintiéndome la reina del mundo, con la autoestima por las nubes, pensando que nadie era tan afortunada como yo. Hasta que, dos semanas antes de irse de Erasmus, me dejó.

amor de mi vida

Visto ahora, es lo más normal que un chaval de diecinueve años no quiera irse de Erasmus con novia, y le agradezco la honestidad (¡cuántos mantendrían sus relaciones a distancia aun siendo infieles!).

El caso es que yo le quería desde una madurez que, creo, él no tenía. Segura de que querer es un regalo pero también una responsabilidad, un compromiso a cuidar la relación y a no abandonar a la primera de cambio. Quizá sea una ilusa.

Él se fue, y yo lo pasé verdaderamente mal. No entendía cómo, lo que para mí había sido un amor tan intenso, él podía borrarlo en unas horas de avión. Y la desesperación me llevó a humillarme profundamente, marcando el camino mi vida amorosa posterior, llena de súplicas que ninguno de mis ex merecía.

amor de mi vida

Aprovechando que mi mejor amiga estaba en la misma ciudad, fui un par de veces de visita, sabiendo que todos los Erasmus iban a los mismos bares. Y en ambas visitas pasó lo mismo.

Me lo encontraba en la discoteca, lo perseguía hasta que conseguía hablar con él, le rogaba que volviera conmigo, lloraba, nos enrollábamos, nos acostábamos y yo me volvía a casa sintiéndome una auténtica mierda.

Tras mi segundo viaje, pasó algo inesperado. Estando yo de vuelta en España, me llamó. Me dijo que me echaba de menos, que no podía vivir sin mí, que no sabía qué había hecho. Yo, encantada, le dije que lo esperaría (quedaban unos tres meses para su vuelta).

Hasta que ¡oh, sorpresa!, unas semanas después me escribió por Facebook para decirme que había conocido a alguien y que lo sentía por mí. Esa chica ni siquiera estaba de Erasmus con él, sino que vivía en Madrid (con ella sí que se animó a mantener una relación a distancia durante esos meses).

Yo estuve a punto de comprarme un vuelo para arrodillarme ante él una última vez. Menos mal que mis amigas del alma me lo impidieron.

amor de mi vida

Esa chica con la que empezó es ahora su mujer y madre de su hija. Lo que más lamento de todo es no haber aprendido de la experiencia y seguir suplicando amor a tíos que no me tratan como merezco. Al menos, ya no compro billetes de avión para hacerlo. Algo es algo.