Amor de verano a los cuarenta

Tengo la teoría de que las mujeres, después de una ruptura de una relación larga necesitamos sentirnos un “poco locas”.

Es un periodo en el que necesitamos desfogarnos, hacer locuras, no pensar en las consecuencias de nada y disfrutar. 

No creo que tenga base científica pero leí en algún sitio que las mujeres se recuperan psicológicamente antes de las rupturas porque pasan “el duelo” mientras aún están en pareja. Mientras que a ellos les pilla de sopetón y no se lo ven venir. 

Con lo cual, cuando nosotras lo dejamos, prácticamente ya estamos listas para recuperar el tiempo perdido. 

Yo estaba en esa fase de locura y desfogue cuando conocí a Raúl y, lejos de frenarme y asentarme, se subió conmigo al carro de mis locuras y acabamos viviendo el verano más loco de nuestras vida…con cuarenta años…¡a buenas horas!.

Nos conocimos en una de esas apps de ligar. Yo las usaba de vez en cuando porque mis amigas, todas ellas emparejadas no podían salir todo lo que yo quería/necesitaba y siempre me daban la oportunidad de conocer gente y pasar un buen rato. Nos caímos bien y yo, que ya llevaba un tiempo algo descontrolada y saliendo de marcha todo lo que podía, me vino bien un compañero que me siguiera el ritmo.

Él, también salía de otra relación larga y muy tóxica con una chica que se aprovechó económicamente de él todo lo que pudo y le dejó algo tocado, pero encontró en mí a alguien que lo único que quería de él era diversión y tiempo y, como novedad, le gustó.  

amor de verano

Nuestra relación era muy simple. Nosotros, nosotros y luego nosotros. Un amor de verano. Nos veíamos después del trabajo, íbamos a cenar y después salíamos danzando de bar en bar, riendo como críos, enrollándonos en los portales como adolescentes y bebiendo hasta que el cuerpo aguantase y, pese a nuestra edad, aguantaba mucho, pues estuvimos viendo amanecer todos los días durante un mes. 

Pero ese ritmo no se puede mantener y cuando empezó a resentirse nuestra vida laboral y familiar vimos que teníamos que frenar. Nos planteamos otras cosas, nos planteamos ser pareja pero en realidad no era buena idea. No era ni el momento, ni la persona. Al margen de nuestras locuras no teníamos nada en común, nada que ver y ni siquiera demasiada conversación. 

 

Veíamos la vida de manera distinta y nuestras experiencias habían sido completamente diferentes.

 

Hubiera sido una relación abocada al fracaso, que en cuanto hubiera acabado el verano y hubiera empezado la rutina solo nos habríamos hecho daño. Ya nos habíamos dado lo mejor que podíamos darnos pero recuerdo con cariño ese verano. 

Creo que todo el mundo debería vivir un amor de verano al menos una vez en la vida y, como he demostrado, nunca es tarde.

 

Burotachos