Hoy estoy nerviosa. Nerviosa e impaciente a partes iguales. Y es que por fin, después de tanto tiempo, hemos conseguido cuadrar horarios para vernos. No es fácil viviendo en ciudades distintas. Por eso supongo que nuestros encuentros son esporádicos varias veces al año. Quién nos mandaría a nosotros meternos en un amor clandestino a estas alturas de la vida.  Pero vale la pena, vaya si vale la pena. Porque cuando estamos juntos siento que encajamos a la perfección. Liberamos tantos meses de tensión y electricidad acumulada, que todavía no sé cómo no nos electrocutamos cuando por fin nos tenemos.

Por eso, me he levantado temprano. Te diría que porque tenía cosas que hacer, pero los dos sabemos que es por las enormes ganas que tengo de este encuentro. Mi cuerpo está inquieto porque lo presiente. Así que me activa de inmediato y me obliga a moverme.  Empiezo a entrar en una vorágine de actividades dentro de casa. Ducharme, desayunar, escoger con mimo la ropa que me voy a poner, ordenar la casa…. Entre otras cosas para paliar mis nervios. Esos que siempre me invaden cuando sé que voy a verte o que estás cerca. Los que hacen que me tiemblen hasta las piernas y sienta un nudo comprimiendo mi estómago. ¿Conoces esa sensación? Pocas personas me la provocan, pero tú eres una de ellas. Y esto sólo se puede significar una cosa. Me gustas. Me gustas mucho.

Cuando por fin ya no me queda nada más por hacer, he esperado pacientemente a que llegara la hora indicada, pero entonces, ha sonado el móvil. Un mensaje tuyo cancelando el plan por un imprevisto de última hora. Y ahí me he derrumbado. ¿En serio? ¿Otra vez? Porque no sé si tu llevas la cuenta, pero ya van 3 veces que nos pasa lo mismo ¡3 veces! Y al final esto se está convirtiendo en una misión imposible. Porque yo no quiero mensajes, ni fotografías, ni realidades virtuales que no me aportan nada. Yo te quiero a ti. Con la intensidad de las primeras veces. Cuando todo parecía fácil si poníamos las ganas suficientes para que así fuera.

Y es que siento que últimamente estamos desconectados. Que esto ya no funciona como antes. Que lo que tendría que ser fácil, se está convirtiendo en algo imposible de gestionar. Y esto, hace que pierda parte de su encanto. Porque cariño, en el momento en que algo divertido se convierte en frustración, es que no funciona. Y ya no me valen las promesas de compensaciones que nunca llegan. Las declaraciones de lo mucho que te gusto o las revelaciones de que hay que seguir intentándolo y buscando la suerte. Porque no. Esto ha dejado de ser cuestión de suerte. Es cuestión de ganas. Y creo que aquí los dos empezamos a flaquear.

Nunca nos hemos exigido ni debido nada. Siempre hemos tenido muy claro cuál era el juego. Pero ahora nos estamos perdiendo en nuestras propias reglas impuestas, porque son precisamente estas reglas, las que no están haciendo perder esa conexión inicial. Y mientras tanto, yo me pondré metafórica y te diré que es una señal del destino. Que esto no tiene sentido y hay que terminarlo. Y tú, me convencerás una vez más de que hay que seguir luchando e intentando. Que los amores clandestinos es lo que tienen.

Y así veremos otra vez los meses pasar, y cuando menos te espere, volverás a irrumpir en mi vida de forma precipitada y haciendo ruido. Poniendo todo patas arribas y volviendo a sumergirme en una montaña rusa de sensaciones y sentimientos encontrados. ¿Pero sabes qué es lo mejor? Que aunque soy yo  la que tiene claro que el viaje de esta atracción llega a su fin y tú luchas por alargarlo de mil maneras posibles, cuando todo acabe, el que cambiará de atracción sin pestañear seguramente serás tú. Y mientras, yo me quedaré sentada esperando una vez más.