Siempre quise ser madre. Desde niña, tenía elegidos ya los nombres que le pondría a mis futuros hijos. Me encantaba jugar con muñecos, les daba el biberón, los paseaba en el carrito, tenía también una cuna y unos trona de juguete. Siempre lo tuve claro, de mayor quería tener familia numerosa.
Pero la vida a veces te lleva por otro camino. Hoy, a mis 40 años, he asumido que no tendré hijos. Y, para mi sorpresa, me siento más feliz y libre que nunca.
Cumplir 40 ha sido un momento de reflexión profunda. Durante muchos años, pospuse la maternidad pensando que había tiempo de sobra. Primero estaba la universidad, luego buscar el trabajo de mis sueños relacionado con mis estudios, después tuve varias parejas, pero ninguna parecía cuajar. Pero siempre pensé que todo se alinearía: encontraría a la pareja adecuada, alcanzaría la estabilidad económica y, finalmente, llegaría el momento perfecto para tener hijos. Pero ese momento perfecto nunca llegó.
Pero como os decía, creo que el destino tenía otros planes para mí. Acabé mi carrera y no encontré trabajo en mi campo, así que comencé a trabajar como camarera a temporadas para sacarme un dinero y seguir formándome.
Me dediqué a hacer cursos, a viajar y hasta estuve varios años en Irlanda aprendiendo inglés. Volvía a España pensando que con saber inglés todo estaría solucionado, pero el trabajo estable se me seguía resistiendo. Decidí seguir estudiando y comencé un doctorado. Cuando me di cuenta tenía ya los treinta y tantos y aún no había dejado de estudiar.
En cuanto a mi vida sentimental, he de reconocerlo, ha sido un desastre. He tenido varios novios, con uno de ellos estuve casi cinco años, pero no dimos el paso de comprometernos ni de vivir juntos. Creo que no estábamos preparados o no estábamos en ese punto de nuestras vidas. Al final rompimos. He sabido que después él si encontró a alguien y ahora está casado y el padre. Me alegro por él y a la vez me da un poquito de envidia y de rabia, porque él tiene un hijo y una pareja estable.
Este año he cumplido los 40, no tengo pareja y mi situación financiera está lejos de ser ideal. El problema era que estar en esa situación me provocaba mucha tristeza. Me sentía fracasada, como si hubiera fallado en algo fundamental. Pero poco a poco, algo dentro de mí cambió. Empecé a cuestionar por qué había considerado la maternidad como el único camino hacia la felicidad y la plenitud.
La sociedad (y con sociedad me refiero a la voz de mi madre…) ejerce una presión inmensa sobre las mujeres para que sigamos un guion preestablecido: estudiar, trabajar, casarse, tener hijos.
Tenemos tan normalizado que debemos ser madres que no llegar a conseguirlo nos puede llevar a un sentimiento de culpa, de haber fracasado como mujer.
Durante años, acepté esta expectativa sin detenerme a pensar si era lo que realmente quería o si simplemente estaba tratando de cumplir con lo que se esperaba de mí.
Mi 40 cumpleaños fue un punto de inflexión en mi vida. Mis amigos me organizaron una fiesta sorpresa y fue increíble. Allí estábamos todos: mis padres, mis hermanos, mayores que yo ambos casados y con hijos, mis amigas casadas y mis amigas solteras. Me lo pasé en grande y me hizo mucha ilusión. Pero viéndome allí, con una corona dorada con el número 40 y una banda de Miss cuarentona, fue cuando me di cuenta de que debía aceptar mi vida tal y como era.
Casi todos mis amigos están casados y han formado una familia, y aunque los quiero mucho y nos vemos de vez en cuando, nuestros estilos de vida ahora son muy distintos. Tengo amigas solteras, muchas más jóvenes que yo, sin hijos, con las que salgo a echarme unos vinos y unos bailes algún que otro sábado.
Tengo una vida feliz y debe centrarme en lo que tengo y no martirizarme por lo que no tengo.
Finalmente, cuando acepté que no tendré hijos, sentí que me quitaba un gran peso de mis hombros. ¿Me hubiera gustado ser madre? Por supuesto, era uno de mis sueños, pero he cumplido otros como viajar a ciertos países y he tenido éxito en otros ámbitos de mi vida.
¿Y si mi situación económica hubiera sido distinta? Sé que no tener pareja no es un impedimento para ser madre, pero no tener dinero sí. Yo sé que, si hoy tuviera una casa, un trabajo estable y una economía sólida, habría sido madre soltera. Pero la vida también son decisiones que tomamos y que debemos asumir. De nada me sirve ya lamentarme por haber estudiado una carrera y no otra, o por haber seguido formándome durante años en vez de buscar un trabajo a tiempo completo.
¿Después de los 40 no se puede ser madre? Si, por supuesto. Quizás el día de mañana conozco a un hombre, nos enamoramos y en dos años estoy casada y embarazada. Pero como me parece muy poco probable, prefiero asumir que no voy a tener hijos.
Ahora he empezado a viajar más, a dedicarme a proyectos creativos y a fortalecer mis lazos con amigos y familiares. Además, he aprendido a disfrutar de mi libertad. No tener hijos me permite tomar decisiones sin ataduras y cambiar de rumbo cuando lo desee. Hoy estoy en España, pero mañana me puedo ir a vivir a Canadá si quiero.
Hoy, al mirar hacia el futuro, siento una mezcla de emoción y tranquilidad. He aprendido a vivir en el presente y a abrazar lo que tengo, en lugar de lamentar lo que podría haber sido. La felicidad no es un destino fijo; es un viaje que se construye día a día. Y yo, a mis 40, he decidido que mi viaje será tan único como yo misma.