Qué idílico, ¿verdad? Vivir en el campo, en contacto con la naturaleza, vida tranquila… Bueno, sí y no.

Yo siempre he sido urbanita, me encanta vivir en la ciudad. Pero hace cosa de un año dejé mi trabajo porque estaba muy quemada y me vine a vivir al pueblo. Y para acá que me vine, toda ilusionada. Ya me imaginaba cual Heidi canturreando por el campo entre animalicos, dando de comer a mis gallinas y cultivando mis propios tomates.

Bueno, la realidad es que no es tan fácil ni tan bucólico todo, ¿para qué os voy a engañar? Pero sí que con el tiempo he ido conociendo los pros y contras de este estilo de vida.

PROS:

  • La vida en general es más barata, comprar vivienda es mucho más accesible, salir a comer es barato, y gastas poca gasolina porque, como el pueblo es pequeño, vas andando a todas partes.

  • Es una vida bastante sana, apenas hay contaminación ni ruido, aparte del puñetero gallo, que no veáis lo jodidamente temprano que canta.

  • Todos se conocen, por lo que el trato en los comercios es cercano, estupendo. Si necesitas algo, siempre habrá un vecino dispuesto a ayudarte o a hacerte un favor.

  • Vas al mercado a comprar fruta y verdura, y siempre encuentras género fresco, variado y delicioso, nada que ver con la fruta de los supermercados.

  • Pocos tiempos de espera en trámites burocráticos del ayuntamiento, en el médico, en todas partes. Ventajas de que haya poca gente.

CONTRAS:

  • Para mí, lo peor de todo es la falta de privacidad. La vecina siempre sabe si vas o vienes y con quién, y cualquier cosa que hagas la comentará con las demás. A esto no creo que me acostumbre nunca.

  • Poca oferta de ocio. No esperes ir al cine con frecuencia, a ver tiendas o a comer a restaurantes diferentes. Todo eso está a una hora en coche. Aquí, tapas y cotilleo son el deporte nacional. Y no pidas más. Con razón se gasta poco, ¡si no hay nada que hacer!

  • Prepárate para los cortes de luz cada vez que haga mal tiempo. Las infraestructuras de electricidad e internet son malillas, igual que las carreteras, porque no compensa invertir dinero desde la Delegación Provincial para cuatro gatos que hay.

  • Como la mayor parte de la gente es mayor, en general son bastante machistas, y aquí todavía no ha llegado la mentalidad que ya se va implantando en las ciudades de cuidar a los animales. Prácticamente se ríen en tu cara si dices que vas a operar a tu perro porque se ha roto una pata.

  • Hay poca gente joven, y los que hay se van, de modo que es difícil hacer amigos o conocer a un tío afín a ti, y ya no te digo echar un polvo, porque encima se entera todo el pueblo.

Total, que muy bonito todo. De momento me quedo porque me compensa, sobre todo económicamente. ¿Para siempre? Ya se verá. Desde luego, me encanta la gente que viene a pasar las vacaciones al pueblo y dice “Qué bien vivís aquí, qué envidia me dais”. Pues quédate, que hace falta repoblar el medio rural. Pero nadie se queda. Por algo será.