Llevaba días en duda de si contaros esta historia o no, pero hoy, justo antes de sentarme a escribir como cada día, estuve adelantando las tareas de limpieza de la casa para poder estar más libre por la tarde con los niños y, viendo que es el primer día de sol en meses en mi ciudad, me motivó un montón poder abrir todas las ventanas y dejar que entrase el aire de fuera y la luz del sol. Igual es algo mío solo, pero los días en que entra el aire fresco, pero no frío, y el sol luce de verdad con fuerza, me encanta poder ver mi casa limpia con luz y oliendo a freso.

El piso en el que vivo da a dos calles, las ventanas de una parte de la casa dan a una zona amplia donde las casas más cercanas están más bajas y me permite tener unas vistas nada despreciables. Por el otro lado, las ventanas dan al edificio de enfrente. Es decir, delante de mi portal hay una acera estrecha, un carril de dirección única y la acera estrecha de en frente. Por lo que, al ser mi piso un poco alto, las vistas de mi ventana del salón dan a las ventanas del edificio de en frente y, si me asomo un poco, puedo ver la carretera.

El edificio que tengo más alineado con el mío tiene la misma altura, siendo el último piso una buhardilla. Así que, cada vez que los vecinos de la otra acera abren sus ventanas del tejado hacia arriba, yo puedo saludarlos sin problema.  Y allí está cada mañana, la señora mujer del arquitecto.

El arquitecto es un señor bastante mayor (diría que a punto de jubilarse) y muy agradable. Está claro que su poder adquisitivo no casa con el del resto de vecinos de la calle, siendo este un barrio claramente obrero, pero él saluda a los niños que juegan a la pelota en la acera cuando baja a hacer sus rutas en bici, les hace alguna carantoña a las bebés nuevas del barrio cuando sale a trabajar… Es ese señor entrañable que, aunque sabes que otro en su posición nos miraría por encima del hombro, nos cae muy bien a todos y hace la convivencia agradable. Pero su mujer… Su mujer protesta si los niños hacen ruido al jugar los días de sol. Al parecer, escuchar las carcajadas de 5 o 6 criaturas de entre 2 y 10 años los primeros días de primavera después de un largo invierno encerrados, a las 6 de la tarde le perturba la tranquilidad de su casa y tiene que asomarse a hacer el típico “Shhh” para que se callen. Yo al principio les decía a los míos que no gritasen, pero mi amiga (vecina del mismo portal que esa señora) me dijo que ni se me ocurriese llamar la atención a los niños por esa señora.

Al parecer, durante el tiempo de confinamiento les prohibía meter los paquetes de reparto que le llegaban por el portal, debía cogerlos por la ventana (vive en un bajo) porque a saber de dónde le mandaban las cosas que ella compraba y contaminaba las zonas comunes. No le permitía tener delante de su puerta la bici de la niña porque traía virus en las ruedas y podía contaminar el portal entero cuando se empezó a permitir salir a los peques, además de eso, ponía carteles en el portal quejándose del ruido de las lavadoras (a media tarde, no es que las pusieran de noche) porque le molestaban la siesta, decía que había vecinos que dejaban horas la bolsa de basura en la puerta antes de irse y dejaba mal olor (cuando solamente ella lo hace), etc. Básicamente, es la típica señora que protesta por absolutamente todo a la vez que hace un montón de cosas que realmente molestan a los vecinos.

Yo llevaba un tiempo comentando a mi marido que no entendía por qué, pasando el aspirador por la mañana cada día (tengo 3 gatos y sueltan muchísimo pelo), a media tarde me encontraba en mi habitación unas enormes pelusas. Comprobamos que el aspirador estuviera bien, pero poco había que mirar, simplemente que, al pasarlo, quedaba limpio. Así que pensamos que el depósito estuviera averiado y soltase pelusas al apagarse… Pero no tenía sentido. El caso es que, cada pocos días, llego a mi habitación y me encuentro unas bolas enormes de pelusas que, además curiosamente, no son pelos de gato.

Pues… he resuelto el misterio. Un día como el de hoy en que abro todas mis ventanas para ventilar y me pongo los cascos con la música a tope mientras limpio mi casa, miré por la ventana porque vi un reflejo extraño. Era el reflejo que se produce al abrir una ventana velux cuando hace sol. Por aquella ventana se asomaba, con dificultad, la mujer del arquitecto, miraba a un lado y al otro e inmediatamente después sacaba un mocho enorme tipo mopa y empezaba a sacudirlo contra el tejado, luego sacaba las pelusas con la mano y las iba soltando para dejar su artilugio bien limpio y cerraba la ventana. Yo, de frente a ella desde mi ventana la miraba fijamente pensando “no se atreverá viéndome aquí mirarla”. Pues sí, se atrevió. Vi desde mi salón cómo dos bolas enormes de la mierda de la casa de mi vecina entraban directamente por la ventana de mi habitación. Pero también vi que yo no me llevaba la peor parte, pues el resto de porquería iba rodando por los tejados de todos los edificios colindantes y se iba colando por todas las demás velux abiertas de los siguientes edificios.

Al llegar mi marido de noche, le conté lo que había pasado. Él me dijo que no le extrañaba en absoluto, pues en nuestro barrio es casi tradición que todo el mundo sacuda alfombras, manteles y demás por la ventana. Yo, que apuesto un poco más por el civismo y por mirar que mi mierda no afecte al resto, lo entiendo hasta cierto punto, pero el caso de esta señora, que sacude directamente lo que barre del suelo desde una ventana que, por su posición, da directamente a las ventanas del resto de vecinos…

Total, que un día me asomé para decirle que su basura estaba entrando en mi casa y tuvo más que decir, que me pusiera a limpiar yo, que luego venía mi marido de trabajar y lo veía por la ventana encargándose de la ropa y los niños…. ¡¿EN SERIO?! ¿No le llega con ser la vecina más tocanarices del barrio si no que se va a meter con la repartición de tareas de mi familia?  Pues aquí estoy, cada vez que se asoma con el mocho, salgo a la ventana y, al menos hasta que cierro las ventanas, no se atreve. Pero cuando estoy despistada me encuentro, como hoy, con que ya está cerrando la ventana y las enormes pelusas de su dúplex vuelan por encima de nuestros coches aparcados y se cuelan por las ventanas de nuestras casas.

Escrito por Luna Purple, basado en la historia de una seguidora.
(La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

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