Soy mujer de elegir mal. De las que ven un charco con un poco de agua y se meten, y se revuelcan, y se embarran durante horas o días.

Ahora bien, en mi vida he tomado dos decisiones de las que se merecen una ovación. La primera, no sucumbir a la moda de los pantalones de colores chillones «PHO» que deslumbraban a principios de siglo. La segunda, dejar de salir con capullos y empezar a conocer hombres.

Aquí está la lista de los capullos con los que yo me he encontrado y de los que, afortunadamente, logré escapar.

– El capullo «ilusionista». Seguro que el primer mes irá todo viento en popa a toda vela, no corta el mar sino vuela. Regalos caros, cenas casi a diario, sexo incansable. Pero, ¡ay, la magia!, pronto empezará a desaparecer. Te quedarás en «leído» en WhatsApp el lunes y recibirás la respuesta, convenientemente, en la madrugada del domingo. Si te quedas en modo pánfila, te descubrirás repitiendo la pauta durante meses.

No caigas en la «autoayuda» sin receta. Si tienes en la mesilla de noche «Los hombres (a veces, por desgracia) siempre vuelven» tíralo. Efectivamente, seguro que volverá. El día en el que tú, de verdad de la buena, ya no quieras saber nada de él.

– El capullo «veloz». Reconozco que este capullo es menos común que el «ilusionista» pero, aún así, es posible que te lo tropieces. O que ya te lo hayas tropezado. Es el capullo que tiene mucha prisa por comprometerse. Le reconocerás enseguida porque prepara citas que duran horas y que comprimen en un día todo un mes de noviazgo: desayuno, paseo por la playa, comida en un chiringuito, cine, cena en el «VIPS», copas y polvazo. Es como un circuito de CrossFit sentimental.

Te pedirá pronto que vayas a vivir con él, siempre lo hacen. Puede parecer perfecto pero, de verdad, huye de él.

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– El capullo «noquieronadaserio». Está por todas partes: el capullo «noquieronadaserio» (así, escrito todo junto y leído bien rápido). Su hábitat natural son los garitos de última hora, «Tinder«, las terrazas en verano… Bueno, hasta debajo de las putas piedras si ahí puede encontrar una mujer. Se separará de ti a la mínima, y regresará con la fuerza de la goma de un tirachinas. Los encuentros serán breves y siempre bajo amenaza: «No te enamores», «no me voy a casar nunca», «no quiero hijos». No esperes ni dos minutos por él. Déjalo que corra campo a través porque, de lo contrario, te sorprenderás cuando un día te responda con un WhatsApp infinito diciéndote que te quiere como amiga pero que ha encontrado a alguien y que «yaestoylistoparaformalizar» (así, escrito todo junto y leído bien rápido).  

Carmen M.B.

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