Tres segundos. Sólo necesitas tres segundos para hacer que el pulso me lata más rápido, casi frenético. Tres segundos para que tragar saliva se convierta en una odisea, porque apenas puedo contener  estas putas ganas de arrancarte la ropa que me entran cada vez que pasas a mi lado y tu piel se queda en la mía más tiempo del necesario.

Una amiga me dijo una vez que hay un cementerio de historias que nunca empezaron. Allí van a parar todos los momentos que en realidad nunca existieron pero están grabados a fuego en nuestra piel. Así que a ratos me gusta imaginarnos flotando, abstractos en nuestro limbo particular de besos nunca dados, a la espera de que uno de esos nos vuelva realidad.

 

Puede que me digas que es difícil sentirse triste por algo que nunca ha pasado, pero te juro que nos duelo en sitios que jamás pensé que podrían doler.
Y te echo de menos. A ti y a tu mano recorriendo mi espalda de madrugada, dibujando mapas secretos por si algún día nos da por encontrarnos. Y echo de menos el sabor de tus labios aunque sólo los haya probado con mis dedos mojados bajo la ropa y la respiración entrecortada contra la almohada.
Y podría olvidarte joder. Claro que podría, pero soy demasiado cobarde para vivir sin tu risa.  Porque de eso sí que tengo: tu risa a raudales, tus manías, tu mohín de enfado cuando te saco de quicio y me gritas que no me soportas para buscarme tres segundos después porque antes que todo, somos amigos. Aunque se me de de puta pena ser tu amiga y tú ni siquiera te des cuenta.

 

Así que al menos, cuando cierro los ojos, somos reales. Yo duermo en bragas en tu cama y tú te enfadas porque siempre te robo tu camiseta de fútbol preferida. Luego follamos desesperados para calmar la sed de piel que tenemos en el alma y apoyo la cabeza en tu pecho y todo encaja.

Por tres malditos segundos, todo encaja.

nunca historias

Instagram:  @Pau_aranda21