Fue hace seis meses que comenzó todo. O incluso más, es realmente difícil de precisarlo. Con éste monstruo, esta enfermedad que te corroe por dentro no es como otro tipo de enfermedad, que hay signos externos que lo delatan, no es una fiebre donde tu temperatura corporal sube y tu cuerpo de repente se queda agotado. La depresión es implacable precisamente por ser tan silenciosa, aterriza en tu vida sin hacer ruido y poco a poco se va apoderando de tus energías sin que atines a saber qué es lo que te está ocurriendo a nivel anímico exactamente.

Hasta hace poco pensaba que la depresión era simplemente un fallo en tu actitud, la propia incapacidad de uno mismo para solventar tus problemas por falta de madurez o de huevos, como buen macho que la sociedad me manda ser.

Pero la depresión puede atacarte sin razones aparentes, incluso sin razones de peso. Sí, es cierto que mi vida ha estado sometida en los últimos meses a muchísimos cambios, sufrí una crisis ideológica que me hizo cambiar los cimientos de muchas concepciones que sostenía desde hace años (y no me arrepiento de ello), sufrí un brote de hipertiroidismo cuyo problema tardé mucho tiempo en diagnosticar y que me dejó en un estado físico de agotamiento y extenuación. Terminé (o casi) los estudios de Máster que estaba cursando y me volví a encontrar encerrado en la casa de mis padres y en esa jaula que es mi pueblo y que nunca he considerado como un verdadero hogar donde desarrollarme. Sumado todo ello a que mi pareja por aquel entonces tuvo que dejar España por culpa de la puta crisis que nos sume en una incertidumbre y falta de seguridad estremecedora, tenía un cóctel perfecto para la inestabilidad emocional.

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Desde aquel momento la depresión empezó a asomar y yo me encerré desesperadamente en mí mismo y en mi pareja llegando a una situación de dependencia alarmante, dejaba pasar los días cansado y agotado, esperando que todo fuera simplemente efecto del agresivo tratamiento para regular mi tiroides, y de vez en cuando me refugiaba en el oasis de las conversaciones con mi pareja, pero era insuficiente.

Poco después empezó el insomnio, las noches enteras sin dormir, la depresión cada vez apretaba más y yo lo ignoraba. La frustración creciente de no saber qué hacer con mi vida debido a la falta de expectativas laborales y a encontrarme que todos los años que me había esforzado estudiando eran poco más que papel mojado no hicieron más que hundirme más. Se sumaba a todo esto una creciente presión por parte de mis padres para que encontrara trabajo y ese sentimiento de sentirse inútil al tener 26 años y aún no poder independizarme.

Todas estas circunstancias fueron acumulándose con el paso del tiempo, y mi negación a estos problemas fue absoluta, al final la puta depresión me llevó a semejante nivel de estrés y cansancio que esa relación a distancia que sostenía me suponía una total ancla de la que debía liberarme. Y así tomé la decisión de dejar mi relación con una mujer maravillosa, con la depresión obligándome a hacerlo mientras me apuntaba con una pistola en la sien. A día de hoy todavía siento que esa decisión escapaba de mi control y que tuve que tomarla contra la espada y la pared. ¿Pero tenía otra opción? Además ¿merece la pena amar a alguien cuando no puedes amarte a ti mismo, o es más, puedes hacerlo?

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Poco después de eso, traté de cambiar las cosas por mí mismo, volví a la ciudad a estudiar, para cambiar mi rutina y quizá, empezar de nuevo.

¿Pero sabéis qué?

La depresión seguía ahí, ya había tomado total control de mí. El insomnio permanecía, y los días agotadores y que deseas que pasen lo más rápido posible permanecían.

Y juro que hacía todo lo que tenía en mis manos, quedé con amigos, asistía a clases, traté de ampliar mi círculo de amigos y de relaciones. Pero no es fácil, quieres comerte el mundo pero el cansancio y el agotamiento succionan todas tus energías.

Llegado a éste punto me di cuenta de que me estaba enfrentando al monstruo de la depresión, y que lo estaba haciendo en las peores condiciones posibles. La depresión no es en sí mismo un problema concreto (mis fracasos personales, mi incertidumbre laboral o social.), sino más bien una armadura tosca, gigante y pesada que llevas encima y que te impide moverte por el sendero de tu vida. Al final, los problemas que sufre una persona con una depresión no son ni mayores ni menores que los de cualquier otra persona, es ese agotador atuendo el problema. Que hace que te muevas casi a rastras, que no puedas respirar, que los más leves actos de tu vida se vuelvan retos casi imposibles. Quedar con amigos, tener una cita, ir a clase, buscar trabajo, esa pesada carga hace que afrontes estas situaciones con pánico, debido al esfuerzo que suponen.

Por eso, cuando le dices a alguien que tiene depresión que la solución a sus problemas es vivir su vida sin más, que tenemos que salir, no pensar en el problema ¡es un gran error!, claro que queremos vivir nuestra vida intensamente, que queremos conocer gente, enamorarnos, vivir mil aventuras y pasar página de los malos momentos. Pero es un esfuerzo tan grande, a veces casi titánico, que nos supone un gran desgaste. En esos  momentos lo que necesitamos es alguien que reduzca la carga de nuestra armadura, de todo ese lastre, esa tristeza y preocupaciones que no somos capaces de quitarnos por nosotros mismos. Y por desgracia, creo que esta armadura oxidada que nos impide avanzar sólo podemos desabrochárnosla nosotros mismos, eso sí, necesitamos en el proceso a nuestros amigos, nuestros familiares, que nos darán una inestimable ayuda.

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Por último, no hay que temer reconocer que nos enfrentamos al monstruo de la depresión, ni avergonzarnos de ello, ni aunque nos digan que nuestras razones parecen pueriles y absurdas, si necesitáis ayuda, pedidla, (yo ya he empezado con mi terapia) a veces la soledad es inevitable ya que poca gente puede entender este trance, pero somos muchos y muchas las que atravesamos estas crisis y tenemos que mirar el futuro con esperanza ya que una vez la superemos nuestra armadura oxidada se convertirá en una radiante armadura con la que podremos enfrentarnos a cualquier reto que nos plantee la vida. Estoy completamente seguro de ello, la depresión no es un síntoma de debilidad, es una prueba que se nos coloca por delante y que nos hará invencibles. Lo vamos a conseguir.  Ánimo a todos los que pasen por esta dura prueba y fuerza para superarla.

Autor: Juanaco.