El otro día encontré esta carta desesperada de mi adolescencia. La dirigía a mi padre, que se había ido de casa y desaparecido completamente. Nunca se la llegué a mandar… Al volver a leerla, me dio tanta pena que hubiera quedado en nada que os la dejo aquí por si alguna se siente identificada:

 

«Querido papá.

He decidido escribirte esta carta y meterla en tu buzón por muchas razones:

La primera es que hace mucho tiempo que no tengo noticias tuyas.  Hoy mismo, mi hermanita me ha preguntado: “¿vendrá papá el sábado?” y no he sabido qué contestarle.  ¿Cómo decirle a una niña de apenas diez años que su padre no muestra interés en ella? Prefiero no contestar pero ¿no es peor que mantenga la ilusión y que vayan pasando los días y su esperanza cada vez se vaya haciendo más pequeña ante tu ausencia y silencio?

 

 

Otro motivo por el que te escribo es porque no podemos contactarte por teléfono ya que siempre lo tienes cortado por falta de pago, y las veces que he intentado ir a verte, nunca te encuentro en casa ni sé cuándo te podría pillar allí. Cuando no estás trabajando, probablemente estarás en el bar y prefiero no arriesgarme.

Por otra parte, por carta se suelen expresar mejor y con más claridad los sentimientos. No creo que pudiera decirte todo esto a la cara.  Probablemente me echaría a llorar desconsoladamente y no podría continuar, o me daría tanta vergüenza que no continuaría hablando.

La última razón que me ha motivado a escribirte es que todo esto tiene que cambiar, por el bien de todos incluyéndote a ti, claro.  Para que el día de mañana no te lleves las manos a la cabeza y te preguntes “dios mío, pero ¿qué he hecho con mi vida?”

 

 

Hay tantas cosas que quiero decirte y apenas me salen las palabras.  Supongo que nunca pude imaginar que llegaríamos al extremo de escribir esta carta.  Porque, eso sí, papá, debo advertírtelo: lo que vas a leer te va a doler.

Lo que más quiero en el mundo es que tanto tú como mi madre encontréis otras personas que os llenen de felicidad y no de daño y sufrimiento.  Solo así conseguiría ser totalmente feliz yo también. Quizás tú no lo comprendas, papá, pero vuestro dolor es mi dolor.  No sé si tú sentirás ese dolor del que te hablo porque pareces indiferente a todo, pero me parece que esa indiferencia también tiene que doler.

Ahora estás desaparecido y también han desaparecido parte de nuestros ingresos pues sé perfectamente que tampoco nos estás pasando la pensión de alimentos.  No lo entiendo: tienes dos hijas y un bebé en camino. ¿No te das cuenta de que gastamos? ¿De que mi madre es autónoma y cuando nazca el niño no podrá trabajar al menos los dos primeros meses? ¿Y todas las cosas que hay que comprarle a un bebé?

 

 

¿Tampoco piensas en el futuro? ¿No te importa que dentro de poco yo no pueda estudiar la carrera que me gusta por no poder costearme la estancia en la ciudad donde se estudia? Papá, no se trata del dinero: se trata de ti. ¿Qué te pasa?

Nunca me hubiera podido plantear que te olvidases de nosotras, pero ha sucedido.  He crecido junto a ti, he vivido durante toda mi infancia y parte de mi adolescencia contigo, siempre fuiste cercano, cariñoso, divertido, perfecto.

 

Creo que aunque estuvieses arruinado, lo primero para ti tendría que ser el bienestar de tus hijos pero tú cobras un muy buen sueldo. Me preocupa en qué te lo fundirás todo tan rápidamente, que ya la primera semana dices que no tienes dinero.

Probablemente sea en alcohol, tu gran vicio, y me horroriza pensar que también haya otras cosas.  No te imagino usando otro tipo de drogas. Pero ¿por qué no? Ya nada me sorprende.  Alguna razón tiene que haber para que haya para ti algo más importante que tu familia, algo tiene que estar arrastrándote para que estés arruinando tu vida.  Estoy muy asustada, papá.

Me ha dolido mucho perder a mi padre, así por las buenas.  Y mi hermana, tu hija pequeña, no tardará demasiado en darse cuenta también de que te ha perdido para siempre. ¿No ves que todavía es una niña? Necesita el cariño de su padre, tu figura paterna en la que confiar, respetar y apoyarse. Aún te quedan muchos momentos de su infancia para compartir con ella.

 

padre e hija paseo

 

¿Y qué me dices de ese bebé que viene de camino? ¿Tampoco te importa nada? ¿Acaso has olvidado las nanas que me cantabas mientras yo dormitaba sobre tu pecho? ¿Los momentos de baño compartido jugando con la espuma? ¿Los días de acampada, los viajes, las preciosas Navidades en familia, las veladas en las verbenas, nuestras cenas en familia, los días de sol en la playa?

Has vivido muchas cosas con tus hijas y este bebé tiene muchos días que llenar con la presencia de su padre. ¿Piensas dejar que crezca sin él? Aunque a veces podría ser mejor no tener padre que tener uno que no se comporta como tal.

 

 

¿No crees que tu conducta tiene que cambiar? Por favor, no ignores tus responsabilidades. No dejes que este niño crezca con el interrogante de su padre.

Puede que algún día te arrepientas y cuando quieras volver atrás, sea demasiado tarde. Si tu actitud continúa así, yo misma podría no querer saber nada de ti con el tiempo.  Porque ya no sabes nada de nosotras ni te interesa.

¿Qué sabes de mí AHORA? ¿Sabes cómo me va el curso? ¿Si estoy saliendo con un chico? ¿Quiénes son mis amigos? No, no sabes NADA y es muy penoso.  ¿De verdad tan poco te importamos? ¿Prefieres no saber nada de tus propias hijas con tal de no pagar una pensión de alimentos?

Todavía me queda una muy débil esperanza: que este no seas tú realmente.  A mi me consta que eres buena persona, que tienes sentimientos, que -por lo menos, un poco- nos querías.  Que has sido un buen padre y que podrías seguir siéndolo.

 

 

¿Por qué todo se desmorona, entonces, de repente? Tengo la esperanza de que no seas tú el que ha decidido todo esto, sino que sea culpa del alcohol, que haya anulado tu voluntad, que haya transformado tu personalidad hasta llegar a este punto en que no te importa nada más excepto tú mismo… y tu bebida.  Porque eso sería una enfermedad y no habría maldad o desinterés real por tu parte.

Claro que aún así no se puede justificar tu conducta pero entonces quizás podrías cambiarla con la ayuda adecuada, aunque me temo que no la aceptarías porque nunca has reconocido necesitarla. ¿Por qué no te lo demuestras a ti mismo? Intenta pasar un par de días sin beber tus cervezas o un cubata.  Inténtalo y no sabes cuál será mi alegría si realmente no tienes ese problema.

Pero si lo tienes, lo mejor es que lo admitas y lo asimiles.  Y que sepas que si decides cambiar de vida y volver a ser un padre, tanto mi hermana como yo siempre estaremos a tu lado en esa guerra cuya única arma será el amor.  Y hasta mi madre te apoyaría con su amistad, seguro.

¿No te preocupa tu futuro? ¿Llegar a viejo y no tener una familia que te quiera? Seguramente acabarás teniendo nietos pero no podrás contarle tus batallitas. ¿No te duele no tener más familia que la del bar?

 

 

Quizás tengan que pasar años para que madures y reacciones o quizás no lo hagas nunca.  Solo espero que todo esto te haga pensar, plantearte tu forma de vivir.

Después de leer esta larga carta puedes elegir un camino del que te arrepientas en un futuro no tan lejano o tomar una decisión de la que dentro de unos años te sientas orgulloso.  Puedes romper esta carta y olvidarla, guardarla para siempre en un cajón para irte al bar poco después.

Pero también puedes leerla otra vez, soltando tu orgullo mientras contienes las lágrimas, y dirigirte a nuestra casa para darnos un gran abrazo.

 

 

Este paso que yo he dado solo tú lo puedes continuar, papá, por el bien de este bebé, por el de mi hermana, por el mío y también por tu bien propio.  Yo ya no puedo hacer más, mi conciencia está tranquila porque lo he intentado.

Supongo que después de todo esto te habrás quedado hecho polvo.  Así que termino recordándote que te quiero, igual que lo hace mi hermana, y como el pequeñajo que viene te querrá, si se lo permites.

Es porque te queremos por lo que te he dicho todo esto, porque si no me importaras, no estaría perdiendo el tiempo escribiéndote esta carta.

Yo puedo ayudarte a sacar esa astilla que te aprieta en el alma, pero eres tú y solo tú, el que tienes el poder de sacarla. Quizás haciéndolo, también consigas sacar la espinita que me oprime a mí el corazón.