Mi amiga Laura se enamoró de un chico de veintiún años cuando ella tenía treinta y cuatro.

Os conté aquí su bonita historia de amor, pero los inicios no fueron fáciles.

A mi Laura le costó una barbaridad asimilar lo que sentía por él y mucho más franquear la barrera que suponía la diferencia de edad entre los dos.

Nos guste o no, todavía existe un rechazo social hacia las parejas en las que la mujer es mayor que el hombre.

Como en tantas otras cosas, nos queda un gran camino que recorrer hasta lograr la normalización.

En WLS creemos que el amor no entiende de cifras, no obstante, para tantear un poco cómo va el tema en la actualidad y cómo se lleva la diferencia de edad, hemos reunido los testimonios de estas cinco chicas que nos cuentan cómo es realmente salir con un chico mucho menor que ellas:

 

  • NON STOP. Pues, a ver, no quiero quedar de superficial, pero ahora mismo lo nuestro es un no parar. No se me ocurre mejor forma de definirlo. Yo tengo cuarenta y él veinticuatro, así que debe ser por eso de que ambos estamos en nuestra plenitud sexual y, mira, se nota. No llevamos mucho juntos y ninguno de los dos quiere nada serio por el momento, por ahora solo hacemos lo que mejor se nos da y, aunque he tenido que enseñarle algunas cosillas… hacía mucho que me sentía tan satisfecha y feliz.

 

  • VERGÜENZA. Llevamos juntos cerca de un año y yo aún no he superado las miradas de la gente cuando paseamos de la mano o nos hacemos un cariño en público. Le quiero, pero lo paso mal, me siento juzgada y tildada de asaltacunas constantemente. Yo lo llevo fatal y él empieza a estar harto de que me avergüence de nuestra relación y de que cada vez hagamos menos vida social y casi no salgamos juntos a ningún lado. Sé que el problema está solo en mi cabeza, que tengo que evitar que me afecte lo que puedan pensar los demás y disfrutar del hombre que mejor me ha tratado en la vida, con diferencia. Pero cuando estamos rodeados de otras personas lo único en lo que puedo pensar es en los casi veinte años que nos separan.

  • DIFÍCIL. Lo acabamos de dejar después de varios meses saliendo. Congeniábamos muy bien, teníamos mucha química y éramos un espectáculo en la cama, pero, fuera de ella, no teníamos nada que ver. Se nos hacía muy difícil todo. Nuestros gustos y aficiones no pegaban ni con cola, no éramos capaces ni de encontrar una serie en Netflix que nos gustase a los dos. No nos poníamos de acuerdo en dónde cenar, a dónde o cómo viajar… Tampoco terminamos de amoldar mis horarios a los de sus estudios, deportes y momentos de farra. Por no decir nada de la comunicación, juro que a veces me costaba creer que habláramos el mismo idioma. No estábamos hechos el uno para el otro, probablemente, pero es que la diferencia de edad tampoco nos ayudaba nada.

 

  • FELIZ. Yo estoy feliz con mi yogurín. Cuando le conocí todavía luchaba por recomponerme después de una relación tan larga como tóxica con un hombre amargado que me amargaba la existencia a mí y a todo el que tuviese cerca. Conocerle fue como un soplo de aire fresco que cambió mi vida a todos los niveles, quizá precisamente por eso, porque estaba fresco también él. En cualquier caso, el flechazo fue tal que no pude ni plantearme si su edad era un problema. Yo nunca me he sentido tan joven, tan viva y con tantas ganas de comerme el mundo. Con casi cuarenta años estoy experimentando junto a él todo lo que no experimenté a los veinte. Por lo que, de alguna forma, siento que, aun a sus veintipocos y mis treinta y tantos, ambos estamos en la misma etapa vital. Nuestro único problema son los gilipichis de mis amigos, que cada vez que salimos con ellos a comer por ahí le preguntan al camarero si tienen una trona, cuando vuelven del baño me informan de que hay cambiador y otras bromas de ese tipo. Son un poco cabrones, pero lo hacen sin maldad y algún día se cansarán. Espero…

  • HOUSTON, AQUÍ… Yo tengo treinta y tres, mi chico veintidós y llevamos juntos cuatro maravillosos años. Él es muy maduro, responsable, trabajador y la verdad es que aparenta más edad de la que tiene, en todos los sentidos. Estamos superbién, nuestras familias aceptan lo nuestro y lo que opinen los demás, está de más, como dice la canción. Así que todo muy bien… hasta hace unos meses. Porque no sé qué me ha dado con que quiero ser mamá. Cuanto antes, además. Y, Houston, aquí… tenemos un problema. Yo ardo en deseos, pero él, no quiere. No en plan no quiero tener hijos, sino en plan sí que quiero, pero no tan joven. Y, claro, él tiene mucho tiempo por delante para eso (por joven y por hombre, simplemente), en cambio, en mi caso, como que la cosa no funciona igual. El tiempo apremia y no sé si puedo permitirme esperar los cinco años que me pide él. ¿Y si luego tenemos problemas y al final no lo conseguimos? Por primera vez desde que comenzamos esta relación siento que la edad es un inconveniente y que hace que nuestros proyectos vitales no se puedan poner en común.

 

 

¿Tienes o has tenido una relación con una pareja mucho más joven?

¿Nos lo cuentas?

 

[email protected]