Seguro que la mayoría hemos experimentado en nuestras carnes la desazón que te produce vivir eso de que venga alguien a quien le tienes un mínimo aprecio y te diga que te deja.

‘Te dejo’.

‘Tenemos que dejarlo’.

Es peor incluso si les da por utilizar ‘romper’ en cualquiera de sus formas o conjugaciones.

Real que lo de que rompan contigo siempre te deja un poco rota, ¿verdad?

Como poco te rompe el orgullo. Que se queda un poco tocadito y temblando, aunque no hubieras depositado ninguna esperanza en esa relación. O aunque el que te está dejando sea un mocoso de cuatro años que va en tu clase y con el que solo compartías mocos y ceras Plastidecor.

Por fortuna no hay mal que cien años dure, cuerpo que lo resista ni corazón que no se reponga con el cuidado y tiempo necesario en cada caso.

Y como por aquí nos gusta ver el lado positivo de las cosas y reírnos hasta de nuestra sombra, hemos recopilado las experiencias de estas cinco lectoras que nos cuentan cuál es la forma más cutre en que las han dejado:

 

  • POST IT. Llevaba unos meses saliendo con un chico de esos que se les ve a la legua que lo del compromiso como que no. Pero bueno, nos iba bien con nuestra relación relajada, espontánea y sin etiquetas. Nos llamábamos cuando nos queríamos ver y la verdad es que muy a menudo estábamos el uno en la casa del otro y viceversa. Creo que yo tenía tan claro como él que no teníamos una relación al uso, ni tampoco una exclusiva. Con eso y todo, me quedé muy loca cuando una mañana, después de haber pasado la noche con él en mi cama, me desperté y me encontré un post it pegado en la puerta del dormitorio. Me levanté a por él muy confusa porque me chocaría la hostia que fuese un mensaje romántico o algo, claro que a una no le amarga un dulce. Y, vamos, que chocada sí que me quedé cuando la despego y leo: ‘No quiero seguir viéndote. Es en serio, no me llames más. Gracias por todo’.

  • PRIMO. Nosotros teníamos un rollito muy tonto de esos que empieza con un ‘me he dado cuenta de que me gustas, ¿y yo a ti?’ y que se estaba prolongando con citas a escondidas y llamadas secretas. Básicamente porque vivimos en un pueblo pequeño en el que todos nos conocemos. Amén de que hemos crecido juntos y que nuestras madres son como primas terceras o una movida así. Me pierdo porque parece que allí todos estamos emparentados de una forma u otra. Total, que después de ceder a sus impulsos, de haber reconocido que yo le ponía, de habernos enrollado en múltiples ocasiones y de tenerme su buena media hora esperándole en la casa desocupada de su difunta abuela… aparece su primito de seis años, me dice que tiene un mensaje del susodicho y me suelta: ‘Es mejor que lo dejemos, esto no está bien’. Y, mira, si tuviésemos quince años, aún, pero los dos pasábamos de los veinticinco.

 

  • COVID. Nosotros llevábamos poco tiempo juntos, no nos habíamos jurado amor eterno ni mucho menos. Además, nos conocimos en plena pandemia, por tanto, tardamos mucho en intimar y mucho más en conocer a nuestros respectivos amigos y tal. Pero al final de la primavera en mi zona la incidencia era muy baja, el índice de positividad insignificante, el buen tiempo incipiente y las ganas de salir y socializar (con todas las medidas de prevención), muchas. De modo que un sábado le convencí para hacer un picnic en el parque con un par de amigos míos. A la semana siguiente le pregunté si le apetecía un plan similar con otros amigos. De primeras me dijo que sí, pero al día siguiente me llamó y me dijo que lo sentía mucho pero que no podía seguir conmigo. ¿Por qué? Porque mi familia era muy grande, tenía demasiados amigos y existía un riesgo demasiado alto de que pillara Covid y se lo pasara a él. Y casi me cuela, lástima que me enterase poco después que había estado jugando a dos bandas, multiplicando sus opciones de enfermar y sin que pareciera importarle mucho.

  • MAMÁ. A mí me han dejado de varias formas ridículas, pero hasta el momento la palma se la ha llevado mi último ex. No creo que se vea superado nunca en mi ranking, desde luego que dudo que salga del top 3. Llevábamos cerca de dos años saliendo, nuestras familias ya se conocían y habíamos empezado a hablar de vivir juntos. Y precisamente eso fue lo que causó las primeras fricciones, porque no nos poníamos de acuerdo con la zona, el número de dormitorios y otras chorradas similares. En lo fundamental pensábamos igual, así que yo pensaba que ya resolveríamos las cuestiones relativas a la búsqueda de vivienda. Una tarde quedamos para ir a ver un piso relativamente cerca del de su familia y pasé a recogerle para ir juntos desde allí. Timbro, me responde su madre y, cuando le digo que le avise para que baje, me informa que no va a bajar. Y añade que le ha pedido que me diga que está muy agobiado, que soy una intransigente y que ya no quiere seguir adelante ni con lo del piso ni con nuestra relación. Todo esto con la gente pasando por delante del portal y con un par de chavales sentados en el banco de enfrente descojonándose de la risa.

 

  • TIENES UN EMAIL. Mentiría si dijese que nos iba bien y que éramos felices. De hecho, la cosa estaba tan mal que en nuestro entorno nadie se sorprendió cuando se enteraron de que habíamos roto. Lo que seguro que nadie se imaginaba es que, el que había sido mi novio el último año y medio, me iba a dejar por correo electrónico. Un puto email. Ni un whatsapp, ni una llamada. El tío me envió un email larguísimo en el que detallaba uno por uno los motivos por los que me dejaba. Lo peor es que me lo envió a una dirección antigua que ya no solía consultar, por lo que tardé más de una semana en verlo. ¡Y él mientras tanto como si nada! Es que me acuerdo y me llevan los demonios.

 

¿Alguien en la sala a la que le hayan dejado de forma más cutre y nos la quiera contar?

Somos todas ojos y oídos 😊

 

 

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