Comentarios racistas que recibo por tener una pareja negra y musulmana

 

Llevo casi una década saliendo con mi novio, negro y musulmán; pero, pese al paso de los años, los comentarios racistas no han cesado. Poco a poco, mi entorno lo va normalizando; muy poco a poco, pero la cosa avanza o nosotros hemos aprendido a relativizarlo, no lo tengo muy claro. El verdadero problema llega cuando trato con personas externas, que llegan de nuevas a mi vida; muchas de ellas acaban formulando los mismos interrogantes de siempre. 

“¿Estás saliendo con [inserte insulto]?”

Un Conguito, Kunta Kinte, “Unga, Unga”, el Negro del WhatsApp, Baltazar (Rey Mago)…, como lo insultos más normalizados derivados de su color de piel; y “moro”, como el apelativo más frecuente (y mal empleado) si tenemos en cuenta su religión. 

“¿De dónde es? ¿Vino en patera?”

Mi novio es de Málaga, nacido en Málaga, aunque su familia es senegalesa. Cuando responde que es andaluz, nadie se lo cree e insisten en saber de dónde viene y cómo llegó. “¿En patera?”. Él nunca ha estado en Senegal y, afortunadamente, nunca ha tenido la necesidad de montarse en una patera; en cambio, su familia sí. ¿Acaso ponemos en duda la procedencia de un blanco que nos dice que es malagueño? ¿Le preguntamos a un malagueño que está en Madrid cómo llegó, si en coche, tren o avión? ¿Venir en patera los convierte ipso facto en ciudadanos de segunda?

“Para ser negro, es guapo” 

Eh, ¿gracias? ¿En serio? Este comentario pone en duda la belleza de la raza negra, ya que no cumple con las características de los blancos. También me he encontrado con la variante de “huele bien”. Para algunos racistas, los negros son feos y apestan; es como si yo digo ahora que todos los blancos somos gilipollas, aunque no me equivocaría mucho si me refiero a estos especímenes. 

“Al menos, te tendrá satisfecha”

Como si mi novio fuese mi “esclavo” sexual, un Satisfyer sin pilas. Los comentarios que hacen referencia a su miembro viril son constantes: desde bromas fuera de lugar hasta preguntas que buscan saciar una curiosidad que yo tacharía de patológica. Además, el uso del “al menos” ya abre la puerta al desprecio, introduciendo la salvedad de “algo bueno” en mi pareja. Como si él, al margen de su polla, no pudiese ser lo bueno. 

Cuidadín, que te despistas y te pone una bomba”

No nos olvidemos de que mi chico es negro y musulmán, por lo que recibe palos de todos lados. Por ser negro, ya le ponen de profesión “mantero”; por ser musulmán, “terrorista”. Mi novio es cocinero de formación, pero la gente se queda tan ancha soltando sus “bromitas” de mierda. Él es musulmán, practica el Islam, pero respeta todo; ni me obliga a mí a creer en sus historias ni ofende a otros por no compartir convicciones. 

“Pero, se lavará las manos, ¿no?

Esto lo ha escuchado más él que yo en el restaurante en el que trabaja. Algunos clientes, cuando se enteran de que el cocinero es negro, se interesan por la higiene. Un blanco puede ir a cagar y lavarse el culo con las manos antes de sazonar un bistec, pero un negro… no hay jabón en el mundo suficiente para limpiar sus manos. 

“Tranquila, si yo tengo un amigo negro y me cae bien”

Cuando ya te mosqueas y empiezas a contestar mal, llega la frasecita de reconciliación por antonomasia: “Pero yo si tengo un amigo negro, ¡y me cae muy bien!”, como si eso hiciese menos racistas sus comentarios. 

 

Parece increíble que en el siglo que estamos, en la sociedad en la que vivimos, sigan existiendo estos prejuicios. Tenemos la suerte de poder disfrutar de un mundo globalizado, comunicado, donde debería primar la libertad y la felicidad por encima de cualquier otra cosa; y, aun así, todavía queda ese reducto de población retrógrada que se cree superior al resto solo por su sexo, color de piel, condición sexual o porque cumple con la estandarización de un físico normativo. Avancemos ya. 

 

Anónimo