Soy un imán para los capullos, que os voy a contar ya. En mi época soltera y no tan soltera sólo atraía a gilipollas que se ponen una máscara y se disfrazan con una personalidad que dista mucho de la suya con tal de llevarte a la cama. Y yo solía caer, porque una debía ser tonta o ciega, o las dos cosas a la vez.

No me juzguéis, pero yo me fui a vivir a Portugal con mi noviete (ahora es mi ex, tranquilas chicas) y el primer mes tuve que irme a hacer el camino yo sola. Os pongo en situación: 19 años, independencia real por primera vez y un boom de emociones y gente nueva en mi vida. Un montón de compañeros nuevos súper simpáticos y guapísimos, y una “yo” joven al borde de pecar por todas partes.

Entre ellos, le llamé la atención a un vikingo sevillano (de esto os prometo que os hablo en otra ocasión porque da para largo) y a un extremeño de anuncio con un desparpajo que no había visto nunca antes. Este último era el típico tío que sabes que pase lo que pase lo que sea acabará mal, pero tías, que yo no lo vi venir. Sumémosle, además, que era mi superior directo y que se volvía a España en menos de dos meses.

En resumen, era mi jefe, un cabroncete pero por el que perdía las braguitas. Y él iba a por mí. De una manera cariñosa, sutil, cercana, escuchando cada preocupación mía, ayudándome cuando lo necesitaba y abrazándome cuando me encontraba mal o le comentaba que me sentía sola y abrumada frente a tanto cambio en mi vida.

En ocasiones le llegué a contar que echaba de menos a mi novio, cuánto faltaba para que llegase y problemas varios. Él me escuchaba de tal manera… Parecía tan real todo que me enamoré, me enamoré perdidamente de mi jefe.

Estaba solo en mi cabeza, pero empecé a fantasear no sólo con follármelo, más con besarle, con ceder a sus acercamientos sutiles, a la chispa que teníamos. Aguanté, porque en ese momento pensaba que lo mejor era seguir con mi novio, pero era más que evidente que ya no le quería (más bien, con el tiempo me di cuenta que nunca le quise del todo).

Y un día, todo se deshizo y si antes estaba enamorada esa tarde me derretí en un beso que nos dimos en un bar al lado del río. Estaba perdida y no lo sabía, me deje llevar.

Esta cercanía, este tonteo y esta nube en la que vivía a la vez que seguía con mi novio ajeno a todo esto se terminó de culminar en una fiesta de empresa de verano, en la cual me tiré a mi jefe en la parte de abajo de un barco mientras se sorteaban varios premios a los empleados del mes.

Follamos, y la magia se esfumó, la careta se cayó y el capullo volvió a la fiesta como si no fuese nadie para él, ignorándome y pasando de mí completamente.

A la semana siguiente empezó con la misma dinámica que tuvo conmigo, pero con la chica con la que me sentaba en la oficina, de una manera muy poco descarada y cortando casi radical todo tipo de contacto conmigo.

Me dolió más que la ruptura que poco después tuve con mi novio, me dolió tanto que tardé bastante en recomponerme, y cuando lo hice, ya con él de vuelta a España y yo soltera de nuevo, volvió para intentar volver a tener algo conmigo. Y mucho me costó volver a levantar mi orgullo, pero con el poco que tenía bien cerca le mandé a la mierda.

Porque una aprendió la lección, y si vas a romperme las bragas, al menos déjame el corazón intacto.

Whirlwind