Solemos pensar que es fácil darnos cuenta si estamos en una relación tóxica. Nos creemos que “eso no me puede pasar a mí” y que todas tendremos la capacidad de reaccionar a tiempo pero la realidad es que tenemos muy normalizadas conductas propias de relaciones tóxicas, mucho más de lo que creemos. En realidad, es fácil confundirnos. Toda la vida nos han vendido la idea del amor que lo supera todo, el amor que vence cualquier problema, que es capaz de cualquier cosa por no romperse, un amor incondicional que no entiende de individualidad ni límites y eso es lo que nos lleva a vivir relaciones desde el apego insano, lo cual nos aleja del amor. No se trata de renunciar a un amor puro y sincero pero sí de liberarnos de las expectativas y apegos poco sanos que ponemos en nuestras relaciones.

Si no sabes por dónde va esto, vamos a ver juntas las diferencias (antes de nada quisiera aclarar que el texto lo enfoco como mujer cis hetero por mi propia experiencia e identidad pero sin ninguna intención de ofender o excluir ningún tipo de identidad ni relación).

Cuando amas a alguien, entiendes que no le necesitas para vivir. Aceptas que vuestra relación es una decisión consciente y diaria de compartir vuestras vidas pero no te sientes ansiosa si esa persona no está contigo, no necesitas demostrar todo el rato que le quieres ni decirlo a todas horas porque es algo que se siente y que realmente sí va más allá de cualquier demostración. Cuando una ama, aprecia el tiempo que comparte con la otra persona pero sabe que, más allá del propio duelo que provoca una ruptura, su vida continuaría al faltar el otro. El apego, por el contrario, es esa sensación de necesitar a la pareja porque, en el fondo, nos hace sentir de una manera específica que nosotras, por los motivos que sean, no sabemos darnos. Tú sientes que amas pero en realidad amas “por algo”: porque te hacen sentir válida, te hacen sentir atractiva, te motivan…Es un amor de intercambio. Un “yo te amo y tú me haces sentir así o asá” y eso es lo que genera después los reproches, las expectativas, las decepciones, los “con todo lo que yo he hecho por ti” y derivados.

El apego no siempre es algo negativo. Es algo que desarrollamos de niños en el vínculo con nuestros padres y puede ser positivo o negativo, dependiendo de la manera que tengamos de relacionarnos con el entorno: ¿Apreciamos nuestra individualidad? ¿Nos sentimos inseguros si no hay nadie a nuestro alrededor validándonos? El apego que elaboramos de niños es el que nos acompaña de adultos y el que nos hace repetir patrones, junto con las creencias que elaboramos y la educación que recibimos de nuestros padres. ¿Te has encontrado en la situación de preguntarte por qué siempre te pasan las mismas cosas en tus relaciones? ¿O por qué “necesitas” siempre las mismas cosas de tus parejas? Eso tiene explicación y viene dado en gran parte por tu tipo de apego, así que deja de sentirte una incapacitada emocional porque simplemente estás repitiendo un patrón y todos tenemos derecho a aprender y evolucionar.

Por lo tanto, amar sin apegos insanos no significa que no debamos implicarnos en nuestras relaciones, sino que lo hagamos desde el lugar correcto. Con apego, sentimos posesión. Con amor, la sensación es unión. En el apego hay miedo de perder al otro y en el amor sientes libertad. Si amas tratando de salvar partes de ti que están llenas de inseguridad o miedo, estás en un lugar de apego que solo te hará sentir dependencia. Si tu pareja un día no está, tú no sabrás darte todo eso que necesitas. ¿Por qué no entonces mejor aprender a darnos eso nosotras mismas? Aprender a satisfacernos y sentirnos plenas sin necesidad de que otra persona lo haga por nosotras.

También puede que el amor te ayude a sanar. Que hoy estés perdida y el amor de otra persona te ayude a encontrarte. Eso pasa cuando la otra persona te permite sacar lo mejor que hay en ti y entonces te das cuenta que todo eso siempre ha estado ahí. En ese momento sigues teniendo dos opciones: aferrarte a tu relación porque sientes que tu pareja es tu salvador o entender que ella solo ha sido la chispa que te ha permitido encontrar todo eso en tu interior, que andaba escondido bajo los miedos.

Cuando sientes una conexión real disfrutas del tiempo juntos, agradeces esos momentos que tan feliz te hacen y te apetece cuidar al otro porque así de cuidada y amada te sientes tú con él pero sabes que esa no es la única fuente de conexión, de felicidad, de satisfacción que hay en tu vida. No existen los “sin ti no soy nada” porque sabes que sin él lo sigues siendo todo pero agradeces que esté como un bonito acompañante de tu propia felicidad. No hay espacio para vacíos que llenar porque vuestro tiempo se invierte en elegiros. Elegiros para cuidaros, para de corazón querer veros felices.

En el amor echas de menos pero no te sientes ansioso cuando la otra persona no está. En el apego, estar con tu pareja significa un subidón de confianza que al irse se apaga y vuelves a sentirte sola, sin fuerzas. Lo peligroso de esa sensación de subidón es que puede resultar adictiva y llevarte a pasar todo el tiempo posible con tu pareja, abandonando el resto de tu vida. Abandonando amistades, familia, aficiones…dándole espacio en ocasiones a la manipulación y el control. El apego puede llevarte a sentirte incapaz de estar sin tu pareja pero a la vez es la peor forma de que vuestra relación siga adelante. Si en una relación no hay espacio ni individualidad, todo termina explotando y las sensaciones de abandono y de estar incompleta solo hacen que aumentar.

Sé que puede resultar confuso porque, aunque estemos desde un apego insano, también sentimos muchas ganas de estar con esa persona y nos parece que tenemos una conexión brutal pero indaga dentro de las sensaciones que se esconden detrás de esas ganas para saber en qué punto real está tu relación:

¿Son ganas? ¿Es miedo a perderla? ¿Es angustia? ¿Piensas obsesivamente en ello? ¿Necesitas que te valide por algo? ¿Son ganas de abrazarla?

En el amor hay curiosidad. Curiosidad por saber todo del otro y acompañarle en sus sueños, en sus locuras, conocer su historia…Es mucho más profundo que el apego porque significa conocer de verdad al otro, crear una conexión fuerte porque ambos os conocéis, respetáis y admiráis. En el amor no pones tus necesidades por encima del otro porque entiendes que ambas son igual de importantes. No exiges, no haces elegir, no mandas ultimátum porque entiendes que amar es desear que el otro crezca, que el otro cumpla sus sueños, que logre sus metas, que disfrute con sus hobbies, que se ría con sus amigos, que comparta con su familia. En el amor sabes el lugar que ocupas y en el apego necesitas ocuparlo todo por esa falta de control en tu propia vida.

La pista clara es que el amor es fácil y el apego es difícil. Esas relaciones tormentosas, que desde fuera ves que no van a ninguna parte y que ambas se están haciendo añicos, está basada en el apego. Está basada en la necesidad personal de sentirte mejor y preferir mantener en tu vida alguien que lo consigue a asumir tu responsabilidad con tu propia vida.

Muy bien, ¿y cómo se consiguen conexiones más reales, alejadas del apego? Ante todo entendiendo bien nuestros patrones. Entendiendo bien qué nos mueve, qué sentimos. Solo conociendo bien qué nos lleva a actuar, pensar, sentir o elegir de determinada manera podremos tomar rumbo hacia otra dirección. Pregúntate: qué te suele gustar más, qué menos, qué buscas en las personas, qué no, cómo recibiste amor en tu infancia, qué modelos de amor tuviste entonces…El primer paso siempre es conocernos.

Una vez nos conocemos y sabemos mejor por qué actuamos como lo hacemos, es hora de conectar con nosotras mismas. Empezar a darnos aquello que siempre buscamos en los demás. ¿Es cariño? Empieza a buscar la forma de dártelo a ti misma. Para una persona eso puede ser en forma de baño de espuma, para otra ir a la peluquería y para otra tomar una hora al día para leer. Me refiero a que las formas de autocuidado son tan variadas como seres humanos hay en el mundo.

Ahora ya sabes qué te lleva a actuar de una forma concreta en las relaciones y ya sabes lo que crees que falta en ti, así que puedes empezar por buscar la forma de sentirte realizada por ti misma para encontrar la clave: elegir el amor para complementar la plenitud que hay en tu vida.

Así que sal ahí fuera y vive tu vida amando ser quien eres. Siéntete merecedora del amor más bonito del mundo porque es lo que te mereces. Mereces llenar contigo misma las partes de ti que hoy sientes vacías y que nadie consiga hacerte más feliz que tú. Mereces un amor que te dé calma, que te invite a ser mejor todos los días, que también te enseñe cosas sobre ti misma y que te permita conocer al otro con la mayor curiosidad y honestidad del mundo.