No siempre he disfrutado del sexo. Cuando por fin conseguí estar cómoda, satisfecha y no sentía vergüenza comencé a investigar sobre qué me gustaba más y qué me gustaba menos en el ámbito sexual. Fantaseaba con un squirt desde hace mucho tiempo y notaba como las personas con las que me acostaba no terminaban de tocarme bien o quizás tenía que haberlo pedido directamente (quién sabe).
Un par de chicos si que lo intentaron y uno de ellos lo consiguió de manera manual y no con penetración. Fue una experiencia increíble porque literalmente noté como el placer me empapaba las piernas, la cama, el suelo y todo lo que pilló. Me sentí una mujer poderosa y necesitaba tener esa sensación más a menudo o al menos no depender de una segunda persona para poder experimentarlo así que me puse manos a la obra, literalmente.
Tras varios intentos con toqueteos fallidos (fallidos no pero sin squirt) investigué un poco más sobre el tema y llegué a la conclusión de que la postura era algo fundamental, al menos en mi caso.
Al no haber experimentado un squirt con penetración tiré de masturbación con juguetes en la cama con varias posturas. Los juguetes no conseguían ningún tipo de sensación más allá de la de siempre y probé con las manos. Me senté en el borde de la cama con un par de almohadas detrás para estar más cómoda y con las piernas bien abiertas empecé a masturbarme con los dedos corazón y anular, poniendo un poquito el brazo hacia delante. Hasta aquí no era nada que no hubiera experimentado otras veces yo solita pero si que me di cuenta que cuanto más me ponía en el borde de la cama más placer iba sintiendo. Subí un poco la intensidad y poniéndome un poco de puntillas mis dedos ya hacían el típico movimiento de “ven” que tanto me gusta que me hagan. Pero no sé si fue por tema de concentración o qué que no llegué del todo a un squirt.
Lo volví a intentar otro día con la misma técnica, los mismos pasos pero esta vez mucho más cómoda y usando las dos manos. No las dos manos para masturbarme, no. La mano izquierda que no uso normalmente la apoyé en mi cadera para estimular un poco y notar como me iba moviendo. Instintivamente mi mano se fue apoyando en la parte inferior del vientre, casi pubis. Apreté lo justo pero sin llegar a hacerme daño, con bastante fuerza. Seguí haciendo con la otra mano el movimiento de “ven” hasta que llegué. Llegué y fue impresionante. Una ola de placer y felicidad iluminó mi cara.
No os voy a mentir, bastantes veces recurro a esta postura y técnica para arreglarme el día y salir a comerme el mundo pero lo que más me gusta es que cuando me acuesto con alguien le digo exactamente donde tiene que hacer presión y milagro: ¡squirt al canto señoras!