Empecé en un trabajo que me llamaba la atención nada y menos. Me acababa de mudar a una nueva ciudad y la verdad que quería ganar dinero rápido para cambiar de trabajo y estabilizarme decentemente en ese nuevo sitio. Como era la nueva y me encanta socializar el primer día no fue tan terrible como cabría esperar. Conocí a una plantilla de unas 15 personas y en ese momento yo tenía pareja, no me llamó nadie la atención ni lo pretendía vaya.

Hubo muy buen feeling con un compañero en concreto pero creo que le dejé bien claro que estaba en una friendzone inamovible y aproveché para presentarle a mi pareja para que estuviera todo más claro que el agua. Ese compañero de trabajo se acabó convirtiendo en mi amigo y quedábamos bastante para salir de fiesta y emborracharnos. Incluso en el mismo trabajo a veces hacíamos la jugada de empezar a beber allí, éramos bastante cómplices en liarla parda allá donde fuéramos. 

Yo acabé cambiando de curro y mantuvimos la amistad pero ya no nos veíamos tanto. Con los años yo me quedé soltera y como pilló en pleno confinamiento volvimos a hablar casi todos los días. Las conversaciones ya no eran de amistad más que nada porque ya íbamos metiendo fichas descaradamente. Las fichas se convirtieron en sexting puro y duro con cero filtros o tapujos. Se creó tal expectativa durante el confinamiento que en cuanto pudimos salir quedamos. Era muy raro, éramos amigos y se habían visto desnudos en fotos y vídeos pero sobre todo habíamos hablado de qué nos gustaba en la cama y cómo follábamos. 

Después de unas cervecitas se me lanzó y empezamos a tocarnos. Al principio era tal y como me había imaginado hasta que fuimos a más. Las expectativas estaban tan altas por las conversaciones que tuvimos que no me imaginaba tal catástrofe, literalmente no sabía cómo tocarme ni cómo ponerme cachonda. Pensé que era problema mío mental por no asimilar que me estaba acostando con mi amigo pero no. Me morreaba como si se estuviera comiendo una hamburguesa, me tocaba como si mi clítoris fuera un timbre y no hubiera nadie en casa y ya no hablemos de la penetración. Fue mi peor polvo sin duda alguna y noté como él estaba raro. No hablamos del tema y pasado un tiempo quedamos para tomar algo.

Acabamos liados otra vez y quise darle una oportunidad sexual más, no fuera a ser que el chico estuviera nervioso o también estuviera preocupado por el tema de ser amigos. La segunda vez fue peor que la primera. Yo no conseguía ni lubricar de lo incómoda y lo mal que se estaba dando el tema pero lo terminó de rematar ese día cuando en pleno “polvo” me soltó que yo era la que tenía un problema por no lubricar. ¿Perdona? Cogí mis cosas y me fui.

Con el tiempo hemos tenido la oportunidad de volver a trabajar juntos pero lo descarté porque iba a ser demasiado brusco, hemos hablado alguna vez más pero omitiendo las partes que nos pudieran hacer daño a ambos y básicamente la amistad acabó ahí, con un polvo de mierda.

 

Sandra Regidor