Cada día se suicidan 11 personas en España. Es heavy que no se hable de esto en el ámbito público. Las redes sociales, últimamente, son un espejo y un altavoz de este tipo de mensajes que los medios más mainstream parece que silencian. El suicidio no aparece solo, viene siempre acompañado de problemas relacionados con la salud mental. 

Con 19 años llegué a urgencias con mi primer ataque de ansiedad. Ni mi madre ni yo sabíamos que me estaba ocurriendo. Creía que me moría. Al llegar a urgencias, la enfermera que me hizo el reconocimiento me dijo que era muy joven para llorar tanto, que para tanto no sería. Me hicieron las pruebas pertinentes, pastillita sublingual de Diazepam y pa’ casa con pauta de Lorazepam cada noche, con recomendación de soporte psicológico privado porque, según la doctora que me trató, “la pública está mu’ mal”. 

Lo más triste es que esta historia que os cuento, posiblemente, os suene. De mí, de vuestra amiga, prima, vecina, profesora, compañera de trabajo o incluso de vosotras mismas. La impotencia de no saber qué te sucede, de no encontrar remedios más allá de pastillas adictivas y ningún tipo de acompañamiento psicológico de calidad, cuidar nuestra salud mental y continuado por parte de la salud pública y gratuita. 

Después de pasar por diferentes terapeutas, terapias, acciones y, básicamente, intentar casi todo lo habido y por haber, me gustaría poder compartir con vosotras algunas de las conclusiones a las que he llegado junto a otras personas con las que he compartido la experiencia y han pasado por lo mismo o por situaciones parecidas. 

En primer lugar, deciros lo importante que es el vínculo con la o el terapeuta. Después de pasar por diferentes profesionales escogidos por proximidad a mi domicilio y no acabar de sentirme cómoda del funcionamiento o del enfoque, opté por escoger psicóloga por cercanía en mi pensamiento, mi forma de ser y el enfoque con el cual empatizo. Al final, me di cuenta que estar cómoda y poder hablar sin tapujos, sabiendo que no me iba a sentir juzgada por el enfoque de la otra persona, me estaba ayudando mucho más que tenerlo cerca de casa. Por eso, empecé a preguntar a amigas cercanas que también iban a terapia y que casaban con mis ideales. Gracias a ello, encontré terapeuta a muchos kilómetros de distancia pero, hoy en día, con internet casi todo es realizable. 

salud mental

En segundo lugar, el momento. Sé que parece una tontería, pero no siempre estamos preparadas para hacer terapia. A veces, estamos tan en la mierda que sólo tenemos fuerzas para sobrevivir. No es fácil pedir ayuda, y menos cuando estamos mal tipo destroyer mental. No te juzgues, date tiempo. Pero sé consciente de que el tiempo pasa y con ello nosotras aumentamos nuestro malestar. Por favor, date espacio pero teniendo un objetivo en mente. Por ejemplo, a mí me servía ponerme un día, a “x” tiempo de distancia, marcado en el calendario, para ponerme a buscar, preguntar o pedir la cita. 

Escribe. Hacer un diario te puede ayudar a ver el problema con perspectiva. No me refiero a ver si es peor o mejor, todo el sufrimiento es válido, no hay sufrimientos con más mérito que otros. Si a ti te duele, te duele y punto. Escribir cuando te sientas con fuerzas te puede hacer verlo con otros ojos, leerte con otras herramientas e incluso perdonarte, o lo que sea que necesitaras en ese momento. No digo que lo hagas de manera constante, pero sí cuando quieras recordar ese momento, ya sea porque estás en el pozo o estás en un momento súper bonito. Recordar nos ayuda a ver que nada es para siempre. 

Sé que esto que te voy a decir ahora es difícil, pero no te alejes de todo el mundo. Sé que cuando estamos jodidas la tendencia es a estar solas, nadie nos entiende, no queremos hablar con nadie y muchas veces estamos enfadadas con el mundo. Pero sabes de sobra que la soledad impuesta por una condición externa no es la mejor ayuda para pasar esa situación de mierda. Piensa en tu salud mental. No todo el mundo será tu zona de confort, pero al menos intenta expresarte con las personas cercanas, o no tan cercanas, a quien tu quieras. A veces escribir lo que sientes, o lo que te gustaría sentir en una carta para luego entregarla o leerla a esa persona, puede ser una herramienta muy potente. 

Háblate como si fueras tu mejor amiga. Creo que es uno de los consejos que más me impongo. A tu mejor amiga, a la que admiras y amas, no le dices cosas feas. Y le intentas quitar los pájaros de la cabeza. Pues utiliza ese amor contigo misma. No será el primer, ni el segundo día, pero cuando te encuentres mejor y haya momentos de bajona, es una manera de recordarnos todo lo que hemos pasado, conseguido y a lo que queremos llegar. 

sanidad

Por último, hablar con otras personas que han pasado o pasan por una situación parecida a la tuya, también puede ser de gran ayuda. A mí me ha servido para ver que no soy la única que está realmente jodida y que, no por ello, tengo el derecho a seguir viviendo e intentando ser feliz. 

Dicho esto, hay días en los que te sentirás como una auténtica mierda, a veces por algo concreto, otras porque sí, en otras ocasiones las hormonas no ayudarán. Nuestra salud mental no es fácil de gestionar y menos en los tiempos que corren. Obviamente hay personas que están peor que nosotras, siempre las habrá, pero eso no invalida nuestro dolor, tu dolor, por muy ínfimo que creas que sea.

Da valor a tus sentimientos y respétate. 

 

La salud mental parece ser un privilegio de las personas que pueden permitir costearla. Y esto es una gran injusticia. Nadie debería quedarse fuera. Por eso, tener herramientas que ayuden (no suple, ni mucho menos la terapia) a pasar los momentos malos y hacernos de esos días, semanas e incluso meses, un poco menos tediosos, puede ser un punto a tu favor. 

GRIS :)