CÓMO UNA PROFESORA ME FRUSTRÓ MI SUEÑO DE SER CANTANTE

Toda mi vida fui a un colegio de monjas. De vez en cuanto, en fechas importantes, celebrábamos alguna que otra misa en la propia iglesia que tenía el colegio. Y como toda iglesia que se precie, había un coro constituido principalmente por niñas.

Era a partir de tercero de primaria cuando podíamos participar en el coro. Para ello, la profesora de música nos hacía una especie de casting, avisándonos la semana previa para preparar alguna canción. Yo entonces aún no había descubierto lo mucho que me gustaba la música, y lo mucho que me gustaba cantar. Pero pasaba muchos recreos cantando con mis amigas, y desde muy pequeña mi padre me grababa discos o me guardaba canciones en mi mp3. La música siempre estuvo muy presente en mi vida.

Llegó el día del casting y, para empezar, la profesora nos hizo cantar uno por uno delante de toda la clase. Innecesario totalmente. A aquel que desafinaba, con toda la brusquedad habida y por haber, le decía: “Tú no vales. Siguiente”. A niños de ocho o nueve años, que igual soñaban con ser estrellas de rock. Que vale que tampoco hay que engañar a los niños diciéndoles que pueden ser lo que quieran en la vida, que hay que ser realistas y todo eso. Pero decirle a un niño que no vale para algo me parece muy arriesgado y perjudicial para su autoestima, sobre todo cuando se trata de algo que se puede aprender a hacer.

Llegó mi turno, y canté la canción. La verdad es que tenía buen oído y afinaba bastante. Mi problema es que mi voz no era lo suficientemente aguda, y en vez de cantarlo en la tonalidad que quería la profesora, lo estaba haciendo más grave. Me pidió que cantara más agudo. Yo ni siquiera entendía el concepto agudo/grave y no sabía qué quería que hiciera. Empezó a insistirme y a presionarme con el agudo, hasta que llegó un punto que las palabras que me marcarían durante los siguientes años, las mismas palabras que le dijo a mi compañero, salieron de su boca.

Entonces yo asumí que no valía para ser cantante. 

A pesar de esto, una parte de mí siguió queriendo cantar por encima de todo. Durante mi preadolescencia escuchaba muchísima música, me apunté a clases de guitarra, y cantaba a escondidas en mi casa. Y por mucho tiempo que le dedicara a la guitarra, lo que más me gustaba era cantar. 

Más tarde empecé a grabar covers que no enseñaba a nadie porque tenía asumido que estarían mal, hasta que un día me atreví a enseñarle una a una amiga. Esta amiga era la estrella del coro del colegio, todo el mundo la conocía por lo bonita que era su voz, así que, para mí, su opinión, era muy importante. A ella le gustó mucho cómo lo hacía, y me propuso ir con ella a clases de canto. Entonces teníamos quince años, y no he dejado de cantar desde entonces.

He dado muchas clases y he participado en algún evento.

No me dedico a ello profesionalmente, porque creo que es muy difícil conseguir destacar en este mundo, y porque todavía hay una vocecita dentro de mí que a día de hoy me sigue diciendo que no soy lo suficientemente buena.

Creo que el mensaje de esa profesora me marcó mucho y me hizo dudar de mí durante mucho tiempo. quizá si hubiera atendido más a lo que le gustaba a esa niña, a lo que podría aprender a hacer, y no se hubiera enfocado simplemente en lo que sabía hasta el momento, esa niña hubiera cumplido uno de sus sueños.

Siempre tendré la espinita clavada de haberme dedicado a la música, de haber sido cantante, pero también he aprendido a vivir con ello y a seguir trabajando por mucho que a una le digan que no puede hacer algo.

 

Lovely Rita