Hace años que mi amiga comenzó una relación con un chico con el que, aparentemente, no tenía nada en común. Se aficionó de un día para otro a los rallyes y a los nuevos géneros del flamenco fusión, hizo nuevos amigos y se dejó agasajar con joyas y viajes.

La relación prosperó y se fueron a vivir juntos. Mi amiga dejó su empleo a media jornada y se puso a estudiar oposiciones, alentada por su pareja, con buena situación laboral y sabedor de que estaba apostando por el bien común.

Pero, a los pocos años, la relación se torció. Mi amiga comenzó a salir mucho, a mirar la pantalla del móvil a todas horas, entre risitas, y a despotricar de su pareja. Estaba cansada de su falta de sintonía con él, de lo poco que le gustaba salir, de lo aburrido y predecible que era y hasta de cómo hablaba o cómo vestía. Para sorpresa de nadie, a los pocos meses volvió a casa de sus padres.

Nuevo novio, nuevo plan

Unos meses después de dejarlo con su ex, con quien había compartido 7 años, mi amiga conoció a otro chico a través de amistades comunes. A él le pareció un ángel caído del cielo. Hacía un par de años que lo había dejado con su novia, de un modo muy traumático. En aquel momento, lo único que le pedía a la vida era una chica “normal”, según él. Vamos, dicho de otro modo, que no fuera una egocéntrica, mala e inestable, como decía que era su ex.

Llamadme prejuiciosa, pero cuando eres hombre, te han herido y tienes estándares bajos, la atención de una mujer simpática, bonita de cara, con ojazos y cuerpo dentro de los cánones te vuelve del revés. Los receptores de otras señales quedan inhibidos.

Mi amiga comenzó con su novio y se puso a estudiar una Formación Profesional, porque aquello de las oposiciones ya dejó de cuadrarle. Eso lleva tiempo y ella quería volar del nido, al que había vuelto de manera transitoria.

Su nuevo novio también tenía una situación profesional favorable, así que volvió a los viajes, las cenas en restaurantes chic y las fiestas, que habían entrado en “stand-by” tras la ruptura con su ex.

Turbiedades

No me parece valorable que una persona costee el ocio de su pareja si se lo puede permitir. ¿Quién no querría pasar tiempo y compartir aficiones con la persona a la que más quiere, más aún en los inicios de la relación?

Sin embargo, desde fuera vemos una relación desigual. A él se le ilumina la cara hablando de ella, con los ojos brillantes y la sonrisa suelta. Y no hace falta siquiera que le preguntes por la relación, la saca siempre en la conversación y habla del futuro que visualiza con ella, a corto y medio plazo.

Pero ella no. Ella apenas habla de los dos y, cuando lo hace, mantiene una actitud indiferente. Cuenta más anécdotas de su ex que de su nuevo amor, y asegura que se independizará sola el día que pueda volver a hacerlo.

Los testimonios de él y los de ella casan tan poco que se hace muy evidente que ella no está siendo clara. No quiere avanzar a la misma velocidad que él, pero tampoco pone límites. Y no es que esté mal querer ir a otro ritmo, pero sí pecar de falta de honestidad y transparencia solo por mantener una situación que se alinea con tus objetivos.

La guía

De su comportamiento podemos extraer una conclusión clara: la clave está en ser práctica. Aquí no se trata de estándares: ni feo ni bonito, ni listo ni tonto, ni música clásica ni trap latino, ni de izquierdas ni de derechas. Casi que ni rico ni pobre.

Lo de flechazos, chispas y deseo descartado también, ¡nada! Eso se pasa, hay que ir más allá. Las cuestiones son: ¿qué te puede aportar esa persona? O, mejor dicho, ¿cómo puede servir a tus propósitos y ayudarte a prosperar? ¿Cuánto de dispuesto se le ve a hacerlo? Si se intuye algo aprovechable, bien. Si no, a seguir buscando. Si primero bien y luego deja de cuadrar, next.

¿Os parece de tener cuestionable ética y poquita responsabilidad afectiva? A falta de más detalles, sí, es posible. Pero, sin ser agorera ni parecer desesperanzada, mi impresión es que cada vez se busca el beneficio personal de un modo más agresivo. Cada vez se disimulan menos estas actitudes y, lo peor, las estamos normalizando. Lo que veo en mi entorno es que las parejas cada vez se parecen más a una sociedad con fines lucrativos que a la unión de dos personas que se aman y se cuidan.

Será adaptación a los tiempos, que son difíciles, o será progresiva relajación de valores. Pero eso ya para otro post.

Anónimo