Ay queridas, queridas… Si estáis pensando en comprarse el vestido de novia o ya habéis empezado la cacería os voy a decir que es un percal y que espero no volverme a casar nunca jamás en la vida solo por no volver a pasar por el mal trago.

Como buena libra que soy me encanta idealizar todo y qué mejor que idealizar todo aquello que tiene que ver con el bodorrio en sí. Desde chica me he tragado esos programas americanos como Dile sí al vestido y mierdas varias por lo que me había imaginado la búsqueda del vestido como algo inolvidable en el buen sentido de la palabra pues inolvidable fue, no para bien.Tres mujeres vestidas de novia en una tienda de vestidos de novia

-Como nota aparte, cuando me casé esa página asiática de ropa por internet que nos encanta a todas, sobre todo el precio, no era tan popular que si no me hubiera comprado el vestido en el Shein y a tomar por culo-.

Me casaba por septiembre, más o menos, y era mayo y no tenía vestido, no sé si eso es mucho o poco tiempo, no obstante mi prima y mi amiga habían puesto el grito en el cielo por el mero hecho de seguir huérfana de vestido. En mi defensa quiero decir que mi boda no fue convencional y que para que tuviese lugar primero tenían que aceptar mi visado de prometida para casarme allí y que sí, que entiendo la bulla ya que me casada en septiembre en otro país del cual no hablaba el idioma pa’ na’ y me iba para allí a principios de agosto. Supongo que sí, que tenía menos tiempo de lo pensado y que ya os podréis imaginar cómo sería eso de buscar un vestido de novia sola, sin tu familia y sin entender ni papa.

No tenía ni un puto duro, de hecho teníamos planeado un elopement (escaparse para casarse, es la traducción literal), total que nos fuimos a un outlet de esos de novia. Venían conmigo mi madrina, mi madre, mi amiga y mi prima. No había entrado por la puerta y ya quería llorar. De verdad mi mente catastrófica pensaba que no me iba a casar así que para qué iba a comprar el vestido y hacer el paripé, estaba convencida de que mi novio me iba a llamar en cualquier momento y me iba a dar plantón. 

Mujer agobiada

Todos los vestidos eran iguales, ninguno me convencía mucho y allí te encontrabas rodeada de mujeres super ilusionadas con su planes de boda súper detallados que te preguntaban cosas y yo sin saber qué decir. Nadie sabía que me casaba, solamente mis familiares más cercanos y mis amigas más íntimas. Menos mal que estaba flaca como un espárrago (cosa de los nervios y de la ansiedad de mudarme tan lejos) y tenía muchas opciones.

Llegó mi turno y entré al probador aunque eso era una sala enorme con un pedestal redondo en medio. Me probé el primer vestido y ni fu ni fa. De verdad eso debería vivirse con una ilusión, un goce, una alegría y parecía que iba para el cadalso. La señora que me ayudaba a probarme me dijo que me iba a poner un velo para que me viera mejor y yo me negué en rotundo. Más ridícula todavía no, señora. Bajo mi falta de cooperación, la señora se rindió y me ofreció probarme el segundo vestido.

Mujer morena con un vestido de novia hortera

Conforme me lo ponía mi amiga y mi prima empezaron a llorar y las miré espantada sin saber por qué lloraban y empezaron a decir este, este, este. Mi madre que todavía no me perdonaba que me casara tan lejos no quería mirarme. Entonces la señora por cojones al ver el entusiasmo de ellas me puso el velo y para qué más… Todas llorando y yo solo quería gritar y salir corriendo. A todo esto mi novio (ahora mi marido) me estaba haciendo videollamada borracho como una cuba porque allí era sábado por la noche todavía y yo no le había dicho para dónde había ido

En mi cabeza solo tenía la frase esa de: vas a saber cuál es tu vestido, se nota, se siente; mas no sentía nada de eso. Mi cara debía de ser un poema porque la señora dijo: “no te preocupes, tenemos mucho tiempo y todavía tienes más vestidos que elegir”. Acto seguido, me trae otro y es entonces cuando tuvo lugar la catarsis del vestido. Si ese que llevaba puesto era el mío o no, no tenía ni idea; lo que sí sabía era que no me iba a probar otro y que con ese me iba a quedar, como que sentí de repente que se fundía con mi persona. Ahí fue cuando lo supe y rompí a llorar sabiendo que no había más.

Mujer llorando mientras se prueba un vestido de novia

Honestamente, eso de que sabemos cuál es “nuestro vestido” sin ninguna duda es mentira. En mi caso elegí el mío porque no quería probarme otro y estaba agobiada. Pasaba de probarme más. Por eso a día de hoy espero no casarme más solo por tal de no buscar otro vestido.