La realidad durante estos días de confinamiento va cambiando y creo (o eso quiero creer) que todos estamos un poco bipolares o con los sentimientos a flor de piel. No voy a entrar en los dramas laborales porque hoy tengo el día de color verde, osea  tranquilo según el monstruo de los sentimientos.

Y sí, os habéis dado cuenta, soy madre y estoy confinada con mis hijos (5 años y 6 meses) y mi marido trabaja (el muy suertudo).

Así que a día 24 de confinamiento, mi vida pasa por mantener serios coloquios sobre la coexistencia del Homo Neandertalensis a la par que diversos saurios de la índole del Indominus o inclusive del Tiranosaurio Rex. Ah! Y que el animal que más mola en todo el mundo es por supuesto el smilodon… porque otra cosa igual no, pero creo que en este confinamiento por fin me van a convalidar el doctorado en Paleontología. Y a mi hijo de cinco años ya ni te cuento, que es el que me explica todo esto, claro.

Por favor! Necesito una conversación adulta y seria sobre…yo qué sé …Belén Esteban o algo! Es que creo que cuando salga de aquí voy a ser incapaz de volver a utilizar mi voz de adulta y no hablar en modo cancioncita con diminutivitos. Necesitito una botellitita de ginebrita pero ya!!!

¡Me tienen atrapada! Mi hijo, me persigue por nuestra mansión colonial de protección oficial de ochenta metros. Cada vez que salgo del “ala este” y me dirijo a mis aposentos, me grita preguntando dónde estoy porque claro, está lejísimos de mí y me echa de menos. Tengo que notificarle con varios días de antelación todos mis movimientos por nuestro castillo medieval para que se quede tranquilo. Si por lo que sea (o porque me cago) no le he confirmado mi posición GPS, me llama para escuchar mi voz y el tío,  que es muy listo, cuando le pregunto ¿Qué? Me responde: nada, que te quiero! Para que no le mate.

Les quiero demasiado a mis dulces niños…pero fantaseo con el maravilloso día en el que se levante el confinamiento y al fin podamos visitar a sus queridos abuelitos a los que todos echamos taaanto de menos. Y por qué no, les daremos ese caprichito de permitirles quedarse con nuestros tesoros todo el tiempo que deseen. Pobre, que disfruten de su maravillosa compañía qué sé yo, quince días o qué cojones! No vamos a ser egoístas en algo tan serio, que se queden ya todo el mes que se echan mucho mucho de menos.

Ay chicas, quién fuera mi marido…tirando de cable doce horas al día en la intemperie…!Eso sí que es vida!

Mari ( @lamariescribe)