CONOCÍ AL CHICO IDEAL PERO NO ME ATRAE FÍSICAMENTE

 

“Ha llegado el momento. Me bajo Tinder.”

Eso fue lo que pensé cuando ya llevaba un par de meses en la ciudad a la que me había mudado y no me había comido ni un rosco. Creí que conocería a un montón de gente nueva en mi trabajo, en el gimnasio, en los bares… y así fue, pero una ya va teniendo una edad y mucha gente ya tiene su vida hecha. Si a eso le sumamos la cantidad de chicos gays que hay, el mercado se reduce a nada.


Me daba un poco de pereza volver a eso de seleccionar a chicos basándome en unas simples fotos y alguna frase cutre que apareciera en su biografía, para después entrar en una conversación vacía que ya había tenido setecientas veces. Pero la necesidad pudo más que eso, y allá fui. Pensé que al mudarme a una ciudad grande habría más donde elegir, pero no, amigas. Descubrí que había más que descartar, y me pasaba mucho tiempo deslizando a la izquierda.

chico ideal

Es cierto que me he vuelto más exigente con los años, pero os juro que el número de personajes de Tinder aumenta muchísimo en proporción a la población de la ciudad en la que estés. Que si busco a una chica discreta que quiera tener una aventura, que si pesas más de 60 kilos no me interesas, que si no vas a contestar mejor desliza a la izquierda. Por no mencionar al clásico chavalito con fotos fumando y echando humo por la boca con un 420 en su descripción y el emoji de la hoja de maría.

Aún así, de vez en cuando encontraba a algún chico mono con apariencia de persona normal con quien compartía algunos gustos.

Entre ellos encontré a Andrés. Hicimos match y enseguida empezamos a hablar.

A ambos nos gustaba mucho la música, él era profesor de piano en una academia y de vez en cuando daba algún que otro concierto. También era vegetariano, como yo. Tenía un perro, le encantaban los animales y la naturaleza. Ya tenía con quien hacer rutas por la montaña e ir a conciertos. Mi chico ideal.

Por las fotos que tenía, parecía guapete.

No era un Adonis, yo tampoco soy una Afrodita, pero parecía el tipo de chico que me podía gustar. Aun así, había algo que me chirriaba, y prefería conocerle en persona para “juzgar”. Al final, en una foto se pierden muchas cosas de la persona: la forma de moverse, la forma de hablar…. 

No tardamos mucho en quedar para tomar algo. Me puse mis mejores galas, sin perder mi esencia, y allá fui.

En cuanto lo vi, me di cuenta de que mi instinto no fallaba.

En persona me pareció muy distinto a las fotos, y no me atraía nada. Parecía más mayor, y su cara, simplemente, no era como la que había visto en sus fotos. No es que fuese un chico feo, que al final la belleza es subjetiva, pero no era para nada el tipo de persona que podría gustarme. ¡Y qué rabia, chicas! Podría ser mi chico ideal si me hubiera sentido un poco más atraída por él.

chico ideal

De todos modos, decidí darle una segunda oportunidad a esa posible futura relación. Al final, el roce hace el cariño, y tengo muy claro que una persona que al principio no te atrae te puede acabar pareciendo el ser más hermoso de la faz de la Tierra cuando te va ganando su personalidad.

Pero de esa segunda oportunidad, pasamos a una tercera, y una cuarta… Y nada, cero feeling con él. Ya no es solo el físico, sino que, cuando nos vemos, no existe esa chispa, esa magia.

Pero bueno, he ganado un gran amigo, y mientras no surjan otras cosas, seguiremos dándonos oportunidades. Mientras tanto, continuamos navegando por Tinder. ¡A ver qué pasa!

 

LOVELY RITA