Consejos de madres para gestionar rabietas

 

Las rabietas de los críos son temidas por todos: lo pasan mal desde sus m(p)adres hasta el que pasaba por allí, incluyendo a la propia criatura. En la medida de lo posible, pretendemos evitarlas; pero, en más ocasiones de las que nos gustaría reconocer, nuestros peques hacen “cuerpo a tierra” y lloran como si el huevo de chocolate que no le quieres comprar fuese de vital importancia para su supervivencia. 

A las afueras del colegio de mi hija, he reunido a unas cuantas mamás (lo siento, papás; no había representación de vuestro sexo) con hijos en diferentes edades para preguntarles cómo gestionan ellas estos malos ratos. ¡Coged papel y lápiz! ¡Empezamos! 

La empática 

Ella conecta a nivel espiritual con las “necesidades” del menor, entiende “perfectamente” su manera de actuar; es más, cree que debe llorar y dejar aflorar sus sentimientos, pero le pide comprensión por verse incapaz de satisfacerle. Habla y habla tanto que es posible que su retoño termine abortando la misión de la pataleta por puro aburrimiento. 

La tajante

Ante semejante show, esta madre decide plantarse y negarse con firmeza a las peticiones caprichosas del menor. No solo rechaza el objeto de disputa, sino que además amenaza con extenderlo a situaciones futuras: “No te lo voy a comprar, ni ahora ni nunca. Ni esto ni nada. ¿Entendido?”. “Y bendito sea San Se Acabó”, concluyó ella. 

La consentidora sobrepasada

Se agobia. Se agobia demasiado. Su hijo lo sabe y se aprovecha. Ella solo ansía que la rabieta termine y para ello considera que lo mejor es darle lo que pide. Quiere silencio, se avergüenza de la llantina y el estrés la transforma en una consentidora. 

Al hilo de esta mamá, encontramos a su variante “la consentidora previsora”. Esta madre se anticipa a la pataleta, actúa antes de que comience y elude el espectáculo público. ¿Cómo? Consintiendo a su retoño ANTES del show

La que usa argumentos médicos

Ella se apoya en la ciencia para echar el freno al lloro descontrolado de su hijo. Según esta madre, es importante que el menor ya razone y tenga experiencia en el pediatra. Sus argumentos se basan en listar lo malo que deriva de llorar, aunque sean inventadas: que se te van a salir los ojos de las cuencas (un poco gore, lo sé), que se te van a “romper” las cuerdas vocales y te quedarás mudo, y más y más razones extraídas de un guion de película de Tarantino. 

La impasible 

Llora y llora, pero ella sigue haciendo su vida. Sigue comprando, sigue cenando; en definitiva, sigue haciendo. Una vez cerciora que la rabieta de su hija deriva de un capricho y no de una necesidad, su táctica se basa en la indiferencia. “Todo lo que llore, no lo va a mear”, dice con cierto optimismo. Además, reconoce que de esa manera dormirá antes y mejor.

La que remeda 

Imita el compartimiento del menor con la intención de dejarlo fuera de juego. Ella también llora y patalea, dándole de su propia medicina. Aunque sea por vergüenza ajena, esta madre garantiza que su técnica es infalible. 

La distracción

“¿Quiere patatas? Cambiamos de pasillo y nos vamos a los yogures. ¿Quiere un yogurt? Salimos del supermercado”, comenta. A esta mujer, usar la distracción como táctica le resulta eficaz. Reconoce que, de no poder “huir” del espacio en el que está, a veces recurre al teléfono móvil (mal, lo sabe, pero…). 

 

Esto son los consejos de madre que me han dado para gestionar rabietas. ¿Cuál es tu método? ¡Comparte, por favor!