Consejos para narrar una escena erótica

 

Uno de los retos más importantes a los que me he enfrentado desde que decidí dar el paso del periodismo convencional a la literatura de ficción fue la narración de escenas eróticas. No porque sintiese ningún tipo de pudor a la hora de describir el placer, sino porque mi entorno familiar es bastante tradicional y sabía que me iban a leer y juzgar. Sé que mi padre se avergüenza del género que he elegido, hasta el punto de preferir omitir la información de que su hija se dedica a escribir; y también que mi abuela agacha la cabeza cuando alguien le menciona que ha comprado mi novela. He entendido que es parte del proceso de liberación, social y personal, que debemos atravesar las mujeres. El precio a pagar por abrir camino, tirando muros.

A continuación, voy a ofrecerte una serie de consejos, basados única y exclusivamente en mi experiencia personal. Cómo afronto yo el momento sentarme a contar una relación sexual.

Antes que nada, ¿a quién va dirigida a tu historia?

¿Quién es tu público? ¿Qué edad tiene? No es lo mismo abarcar desde los 15 años, que desde los 30. Si el resto de la trama es new adult y va orientada hacia adolescentes, es recomendable que tu erotismo se adapte a un lenguaje que resulte menos violento.

Cómo son tus personajes y qué tipo de relación tienen

A la hora de relatar un polvo, hay que contextualizar. Siempre explico que necesitas la información que le darías a tu mejor amiga para comprender qué sucede. Quiénes son, cómo se han conocido, qué los llevó hasta esa situación…

También hay que tener en cuenta si narras tu historia en primera o en tercera persona. Yo siempre escribo en primera persona, por lo que ahondo mucho en los sentimientos de la protagonista, pero describiendo qué señales me envía su pareja sexual. Quizá “no puedo” saber qué pasa por la mente de la otra persona, pero sí traducir qué me cuenta su cuerpo. En el caso de optar por usar un narrador omnipresente, se tendrá que considerar lo que siente cada personaje implicado en el acto.

Tipo de escena sexual y naturalidad

A mí me gusta ir cambiando: soy capaz de contar una masturbación privada, con o sin juguetes sexuales, como un polvo romántico en una cama u otro salvaje en un coche; incluso usando a los mismos protagonistas. Y es que mi premisa es la naturalidad: a veces, a uno le apetece, pero al otro no; en ocasiones, se llega al orgasmo o no; hay penetración o solo unos preliminares muy hot. Es decir, aunque escribamos una historia de ficción, es importante inspirarse en la realidad y no fomentar la normalización de lo “perfecto”.

Sentarse a escribir: la ambientación

Es un ritual. Me gusta escribir estas escenas a última hora de la noche o durante la madrugada, más que nada porque me encanta la oscuridad y el silencio. Suelo encender una vela, poner algo de música e imagino el ambiente que rodea a los protagonistas. Si están en un dormitorio, por ejemplo, me pregunto qué decoración tiene, cómo es la luz los envuelve, el tacto de las sábanas al roce de la piel… Poco a poco permito que vayan interactuando.

La importancia de los besos

Es difícil explicar aquello que transmite un beso. El momento en el que se estrellan los labios, se rozan las lenguas. Preguntarte también dónde se sitúan las manos, qué hacen, qué tocan y cómo. Si hay cierto toque salvaje, hay que tener en cuenta algún golpe accidental de narices.

Y así hasta aumentar la temperatura. Ir dando paso a caricias más íntimas, a besos que vayan más allá de la boca. El instante de la penetración, de haberla,

La inspiración de la vida misma

Es complicado hablar de lo que no se conoce, así que sí, cuando me preguntan si me inspiro en mi propia vida la respuesta es: por supuesto. Eso no significa que nuestras historias tengan que ser autobiográficas, sino que encontramos en nuestras experiencias una musa válida para contar aquello que sentimos.

Reconozco que, de vez en cuando, me ocurre al revés. Imagino algo, que plasmo en mi trama y luego pruebo en la vida real. ¡Y es muy divertido!

Tengo compañeras de profesión que usan el porno como fuente motivacional. No estoy de acuerdo con el trato vejatorio y la cosificación sexual interpersonal de la mujer en ese tipo de películas, por lo que yo no recurro a ellas. Además, aunque soy consciente de que el sexo no tiene por qué ser elegante, en mi narrativa sí intento serlo y la pornografía no fomenta ese estilo.

Oye, mira, ¿pero tú te masturbas con tus libros?

Me hacen esta pregunta cada vez que cuento que escribo erótica. La sociedad es morbosa y, especialmente a los tíos, les invade una avalancha de prejuicios terribles que darían para otro post. Si escribiese sobre asesinatos, nadie se plantearía si después de narrar un capítulo me da por ir a matar a alguien. Con el sexo pasa lo mismo. Mi clímax es terminar la escena satisfecha, aunque a veces, y por qué no, puedo tirar la cuarta pared y empatizar con los protagonistas. ¿Por qué no?

María Romero Medinilla

 

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