Soy una chica de campo, pero no siempre. También me gustan las ciudades, pero a veces me agobian. Me debato entre una vida urbanita, en la que pueda ir en transporte público al trabajo (en menos de 2 horas y 2 trasbordos), y la una campestre con una terraza con vistas al horizonte, en la que tomarme un vino mientras escucho el cri-cri-cri de los grillos una noche calurosa de verano. Pensándolo bien, todo en esta vida tiene un lado bueno y un lado malo. El ying y el yang. En este caso serían los CONTRAPROS DE VIVIR EN EL CAMPO.

El silencio

Cuando necesitas relajarte, descansar, conectar con tu centro, y alcanzar el climax del bienestar personal y la paz interior (qué difícil es, coño) el silencio es muy pero que muy necesario. Ahora bien, dormir sola en la inmensidad de la noche, en una casa con estructura de madera, donde los suelos y las puertas suenan sin razón, puede ser terrorífico. Saber que tienes vecinos cerca, te da la tranquilidad de pensar que el ruido lo pueden estar haciendo ellos y no el fantasma de las navidades pasadas.

Conoces bastante a tus vecinos 

Que posiblemente son personas que pasan de cierta edad y con tiempo libre. Se agradece que te cuiden y tengan detalles contigo: ellos te hacen tortillas de patata y tu les traes un imán de tu último viaje. Pero hay veces que la privacidad se ve bastante comprometida. Tu vecina del visillo sabe a qué hora llegaste anoche. Siiiii, lo saabeeee. ¿Y qué me decís si estás soltera? Una vez me dijo mi vecina: Ya he visto que has cambiado de novio, le vi salir a las 8 de la mañana ayer”. Novio… dice, juas juas juas.

Tus hijos se criarán libres o acabarán siendo unos salvajes

Con un poco de suerte, tu pueblo tendrá una población infantil suficiente pero no excesiva. Tus retoños jugarán en la calle hasta altas horas en verano (que va, elegirán pasarse el día delante de la consola), se perderán con la bici horas y no tendrás que llevarlos de excursión a ver ovejas.  Pero podrían acabar estando un poco asalvajados, incluso perder sensibilidad por los animales. Lo último, me preocupa especialmente.

Puedes disfrutar de la naturaleza o no

Si te gustan el aire fresco, los paseos, el deporte en el exterior y tienes mascotas vivir en la naturaleza es un placer. Yo, a veces, voy en pijama al monte a sacar a los perros (una delgada línea separa mis pijamas de los chándales viejos, ¡no juzguéis!). Ellos disfrutan, yo disfruto. En verano, cuando hace mucho calor, doblamos la esquina y al estamos al fresco, en un bosquecito bordeado por un río en el que se pueden bañar y yo puedo incluso mojar los pies. ¿Un paraíso? Pues no del todo.

Hay bichos, grandes, a veces son enormes. Vuelan, se arrastran y corren. Tienen muchas patitas y alitas. Y luego se meten en tu casa y hay que sacarlos. Y eres animalista y no los quieres matar, pero tienes miedo de que te toquen, te miren o vuelen cerca de ti.

No lo sé chicas, de momento me quedo como estoy, más que nada, porque la hipoteca está a medio pagar (a medio…, dice) y pensar en mudanza me da pereza. Pero, ¿Qué opináis vosotras? ¿Sois más de tractor o de metro?

Ane Emile Rodríguez.