Esta mañana me he despertado dando un salto mortal.

No, qué va, si hiciera eso sí que iba a ser mortal de verdad para mí, pero al ver surgir la frase sobre el Word en blanco como que la han acabado los dedos solos. Perdón.

Lo que quería decir es que hoy me he despertado especialmente contenta y relajada.

De esto que te notas extraña y no sabes explicar por qué te sientes así, pero lo notas y es evidente hasta en la cara que ves en el espejo.

Me he demorado más de lo habitual en el baño porque me he pasado un rato manteniendo un diálogo silencioso conmigo misma mientras me miraba a través del cristal empañado y me preguntaba a qué se debía esta sensación.

Al principio me dije que quizá fuera por las vacaciones, aunque no he ido a ningún lado ni estoy haciendo nada demasiado especial.

No lo vi claro, siempre es agradable no madrugar ni pasarse la mitad del día delante del ordenador, pero no era eso.

Esta sensación es diferente, más cálida, más sentida…

Caí en la cuenta cuando abrí la puerta y vi a mi chico durmiendo despatarrado en la cama.

Es por él.

No, miento. Es por nosotros.

Porque, después de haber superado algunos altibajos, nos encontramos en uno de nuestros momentos más dulces.

Y es que esta paz que sientes cuando estás feliz en pareja hace que tu día a día sea siempre unos cuantos puntos mejor y que disfrutes de estas cosas maravillosas de estar en una relación tranquila y saludable:

 

  • LAS RISAS. La risa es el orgasmo del alma, esto es así. Con diez minutos de risa espontánea y auténtica te convalidan tres maratones sexuales y un viaje de quince días para meditar con el Dalai Lama. Con parada final en un resort en una playa paradisíaca para seguir dándole a la matraca. Por eso es tan importante que tu pareja te haga reír. Pero reír de verdad, reír con la cara y con el corazón para que esta llegue al alma. Uy, que me pongo trascendente, será por lo de mentar al Dalai Lama. Pero, vamos, que sí. Que si te hace reír a diario, incluso en tus días más grises, es ahí.

 

 

  • LA LIBERTAD. Otro pilar fundamental, condición sine qua non. Libertad en el sentido más amplio de la palabra, además. Sabes que estás en una relación sana cuando eres libre. Libre de hacer, de hablar, de pensar… libre de ser tú en todos los sentidos y facetas. Si con esa persona eres libre de ser tú sin cortapisas en todo momento, agárrate fuerte y disfruta.
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  • LA SINCERIDAD. Las mentiras nunca nos hacen bien, aunque ya no solo hablamos de no mentir. Se trata de ser sinceros el uno con el otro y con nosotros mismos. Qué felicidad la de estar en una relación en la que no hay secretos, dobles fondos ni miedos ni engaños. La tranquilidad de saber qué quiere el otro, cómo se siente con tus actos, de tener la conciencia tranquila y de que lo ves es lo que hay, no tiene precio.

 

  • LA AUTOESTIMA. Vale que una relación, por idílica que esta sea, no va a conseguir que una autoestima dañada se recupere por arte de magia. No por sí sola, está claro. Sin embargo, ayuda y mucho. Del mismo modo que una pareja tóxica o enfermiza puede acabar con el amor propio y reducirlo a cenizas, una tranquila y saludable puede obrar milagros en una autoestima en horas bajas. Cuando tenemos la suerte de estar con alguien que nos ama y respeta incondicionalmente, el cuarto en el que vive nuestro niño interior se vuelve más grande y luminoso.

 

  • EL ORGULLO. Orgullo en el sentido de la satisfacción que supone haber construido una pareja sólida, honesta, respetuosa y todo lo bonito que se nos ocurra añadir. No es algo con lo que uno se encuentre todos los días y que requiere una implicación y dedicación importantes, por tanto, es normal sentir orgullo por haberlo conseguido. No es que vayas pregonándolo por ahí, de hecho, es poco probable que informes a nadie del orgullo que sientes al respecto. Pero está ahí y te hace sentir bien.

  

¿Alguna otra cosa maravillosa que destacar?