Si has tenido un embarazo a partir de los treinta y cinco años estarás familiarizada con el término ‘madre añosa’.

Se utiliza para denominar a las mujeres que se quedan embarazadas a partir de esa edad, aunque en los últimos tiempos está quedando en desuso. Bien porque los tratamientos de fertilidad y la ovodonación facilitan que las mujeres puedan ser madres pasada esa cifra; bien porque, como todo el mundo sabe, los cuarenta son los nuevos veinte, de modo que los treinta y cinco deben de ser algo así como la última etapa de la nueva adolescencia.

Por supuesto que todos estaremos de acuerdo en que, desde el punto de vista biológico y fisiológico, no es lo mismo tener un embarazo en la juventud que unos cuantos años más tarde. Y claro está también que la maternidad a partir de cierta edad tiene sus desventajas.

Sin embargo, no todo son contras y aquí vamos a detallar algunas de las cosas positivas de ser madre después de los cuarenta:

 

  1. Estabilidad laboral. No en todos los casos, obviamente. No obstante, lo habitual es que a los cuarenta, después de varios contratos en prácticas y de otros tantos a fin de obra, temporales y demás, hayamos alcanzado cierta estabilidad laboral. Puede que sigamos sin haber olido ni de lejos un contrato indefinido, pero es más que probable que ya tengamos antigüedad en nuestra empresa, o que hayamos emprendido y nos hayamos hecho un hueco en nuestro sector. Lo cual ayuda a afrontar la llegada de un hijo con mayor tranquilidad.

 

  1. Estabilidad emocional. La mayoría habremos ido madurando y alcanzando la estabilidad emocional con el paso del tiempo. Las experiencias, los años y los daños nos habrán dado las herramientas necesarias para manejar y equilibrar nuestras emociones. Seremos mucho más hábiles en ese terreno y esto es un PRO con mayúsculas para lidiar con el gran cambio vital que supone la maternidad.

 

  1. Ritmo de vida. Normalmente… permitidme que insista, normalmente, a estas alturas llevarás un ritmo de vida mucho más tranquilo del que llevabas a los veinte o los primeros treinta. Y es por eso que la llegada de un hijo supondrá un cambio menos radical que si te pilla en un momento en el que te pasabas la semana saltando del trabajo a la fiesta y de la fiesta al trabajo.
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  1. Seguridad. Ya sea por decisión propia, o porque el embarazo se ha retrasado por el motivo que sea, si has esperado a los cuarenta para ser madre, será porque estás muy segura de que quieres serlo.

 

  1. Paciencia. No es un secreto que conforme maduramos nuestro cupo de paciencia aumenta. Y eso es algo que viene estupendamente para criar un hijo, tanto para la criatura como para la propia madre.

 

  1. Conciencia sobre la salud. Las mal denominadas madres añosas son mucho más conscientes de la importancia del cuidado de su salud. Básicamente porque han crecido escuchando que se les puede pasar el arroz y otras lindezas, ejem. Se cuidarán más, acudirán más al médico y estarán más pendientes de lo que puede ser beneficioso o perjudicial para su salud y la de su bebé.

 

  1. Experiencia. Sí, será igual de primeriza que una más joven, pero a los cuarenta-y la gran mayoría habrá acumulado una nada desdeñable experiencia en diferido. Es decir, la que más y la que menos tendrá sobrinos o amigos con hijos gracias a los cuales haya ido pillando apuntes. Tendrá nociones básicas de lactancia, cólicos, tipos de carros o sillas de coche… Sabrá, de oídas, cómo va eso de las noches sin dormir, la introducción de la alimentación complementaria, la retirada del chupete, etc.

 

  1. Red de apoyo. Relacionado con el punto anterior pero digno de mención propia. Ser de las últimas en estrenarse en esto de la maternidad tiene la gran ventaja de poder contar con una red de apoyo. Ser madre no siempre es fácil y no serán pocos los momentos en los que necesitemos ayuda y, sobre todo, comprensión. Si, por ejemplo, eres la última de tus amigas en tener un bebé, agradecerás a menudo poder acudir a ellas en calidad de amigas y madres cuando lo necesites.

 

¿Has vivido la maternidad más allá de los cuarenta?

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