Llevo desde los 15 años a dieta, aunque de niña era de las pequeñitas de la clase, un buen día la madre  naturaleza decidió que era mi momento y me vino la regla. Desde ese día, todo han sido curvas que he ido  sorteando como he podido a lo largo de estos años. Con ese desbarajuste de hormonas también llegó una  buena dosis de acné por lo que mis años de adolescencia yo era una inseguridad andante.  

En aquella época los trastornos de alimentación y la salud mental no estaban tan a la orden del día como  ahora, y aunque lo que yo tenía, y supe años después, era una ansiedad de caballo, mi madre con toda su  buena intención me llevó de endocrino en endocrino para ayudarme a que me viese mejor. Lo he probado  TODO, tú dime por qué letra empieza la dieta milagro que probaste, que te la recito de memoria. Por  supuesto nada de eso me ayudó, al revés me generaba más ansiedad que derivó en una bulimia sin purga  de la que me ayudó a salir una psicóloga maravillosa con muchas sesiones, muchas lágrimas y una  sensación de paz absoluta al saber que no estaba loca, que no era que a mí las dietas no me funcionasen,  era que mi ansiedad se curaba hablando (y con ejercicio para liberar endorfinas y con meditación y menos  café y etc etc…) y que entendiéndome y queriéndome, el peso pasaba a un segundo plano.  

Pasados estos años, en los que efectivamente perdí peso a base de ejercicio y de controlar mi ansiedad,  llegamos al día de hoy en el que he aceptado felizmente que soy una gordi fucking buena, que no pasa nada  pero que me gustaría perder un par de kilillos básicamente para que no me rocen los muslitos de pollo  porque que estoy harta de las bandelettes, las cremas antirozaduras y again, dime tu milagro que me los sé  todos. 

El caso, he ido a un endocrino, a los que les tengo un pánico desde aquella época en el que te catalogaban  con “sobrepeso nivel suputamadre” como si fueses una bandeja de carne al que etiquetar porque luego se  vende al kilo. Sin embargo, creía que era la mejor solución ya que por una lesión ahora no puedo ir tanto al  gimnasio como me gustaría. Desde que tomé la decisión (cancelable en mi mente hasta el momento justo  antes de entrar en consulta) me he ido concienciando de la idea, poco a poco lo he ido diciendo a mi entorno  para normalizarlo todo un poco y me he estudiado al dedillo al endocrino que quería ir. Tenía dos mil millones  de buenas reseñas, que si era cercano (yupi no me tratará como un procesado ni como una enferma) que  si la gente había adelgazado nosecuantos kilos que si todo chupiguay. Pues estupendo, allá que voy.  

Yo ya estaba pensando en la sala de espera la forma de escabullirme, qué excusa poner, cómo sería la  salida más disimulada, cuando por fin, me llaman. Venga, digo, hemos venido a jugar. Así que entro en la  consulta. 

Lo primero que le digo es que vengo a perder unos kilillos con una dieta que no sea muy restrictiva, que me  gustaría que me diese unas pautas y me suelta “te voy a decir algo que te va a dejar muy sorprendida” y  pienso, OH GOD NO, otra putita dieta milagro. Efectivamente. 

Me habla de los productos que tomé hace exactamente 10 años que me sirvieron para adelgazar la hostia  en 3 meses y recuperarlos la hostia de rápido en otros 3, que me dejan sin energía y que te enseñan que  solo se puede adelgazar si comes no comida, ESTUPENDO.  

Le digo que ya lo he probado y que a mi no me ha funcionado y me dice que me vaya a un nutricionista  (minuto 1, no me ha dado tiempo a dejar el bolso ni en el respaldo) y es que según él todas las otras dietas  “están pasadas de moda” y que ahora los endocrinos, es decir, los MÉDICOS, sólo recomiendan dieta a  base de productos ANDA Y VETE POR AHÍ, PACO.

Que tú seas un médico de 85 años, acabes de descubrir  los productos, veas que tus pacientes están encantados de la vida porque se les caen los kilos aunque no  puedan hacer un mínimo de ejercicio por lo cansados que están y aunque no estén aprendiendo a comer  la comida REAL que comerán el resto de sus vidas, no significa ni que eso sea la panacea ni sobre todo,  que el resto de dietas tengan que quedar desterradas. Porque en este bonito mundo hay millones de cuerpos  y de vidas diferentes que tienen sus necesidades y sus circunstancias y a cada uno le vendrá mejor una  cosa. Así que con una cara de perplejidad que ni los ojos saltones de un dibujo animado pueden describir,  le he preguntado si realmente me estaba diciendo en serio que, si no eran productos, que no podía hacer  nada por mí, me he levantado y me he ido con una INDIGNACIÓN encima, que mira, es que no PUC MES.  

Y eso es todo muchachas y muchachos, me he estado informando y efectivamente, hay nutricionistas mega  buenos por ahí que iré probando para ayudarme a comer mejor, a estar sana comiendo… comida. De locos.

 

P. Alba