Cuando por fin consigues un puesto decente en el mercado laboral te sientes súper adulta. Pero según dónde sea, te puede ocurrir que seas la más joven de la oficina. Si te ha pasado, como a mí, te sentirás reconocida en estas situaciones:

 

  • Cuando dices que es tu cumpleaños y comentas tu edad todo el mundo echa el cálculo de las décadas que te sacan y de qué estaban haciendo cuando naciste. Comentarios como “te quejarás”, “quien pillara tu edad” o “eres un bebé” son inevitables. Ni se te ocurra mencionar ese día tu crisis de los 30, porque nadie te tomará en serio. Por no hablar de la repetida coletilla “yo a tu edad….”.

 

 

  • Ocultas la parte alocada de tu vida personal: ¿cómo comentarle a Puri, la de administración, que has tenido dos citas tinder esta semana? Te comerías un sermón acerca de la promiscuidad en esta generación… mejor dejarlo para las cañas con tus amigas.

 

  • Conoces la vida y obra de cada hijo y nieto de tus compañeros. A menudo se da la circunstancia de que critican a familiares que tienen tu edad y empatizas tanto con ellos que te entran ganas de defenderles.

 

  • Te haces la indignada (o entras en modo cactus, según el día) cuando la conversación gira en torno a la deplorable manera de vivir de tu generación. ¿Salir de fiesta todos los fines de semana, yo? ¡Que idiotez!

  • No tienes con quien hablar de música, porque a los artistas que conocen de entre los que suenan en tu lista de Spotify, les parecen “chonis”, “macarras” e “insufribles”. Sin embargo una, que tiene cultura musical, sí les sigue el hilo con el tipo de música que a ellos les gusta (no sin que te pregunten: “¿los conocerás por tus padres, no?”). No entienden tus veranos de festival en festival, y te miran con mal fingido disgusto cuando les respondes que sí, dormiste de nuevo en una tienda de campaña.
yo, fuera de la ofi

 

  • Si te atreves a cambiar tu look lo más mínimo, esto provocará un auténtico aluvión de comentarios. Recuerdo el día que aparecí con mis maravillosas extensiones (hasta entonces llevaba una melena corta). Me sentí poco menos que el mono de feria, con todos los compis rodeándome con preguntas de tipo “¿es pelo de muerta?”, “¿no te da asco ponerte pelo de otra persona?” y “¿también te crece ese pelo, a la vez que el tuyo?”.