Cuando la que te cae mal entra en el trabajo que tú querías: cómo gestionar tus ganas de acabar con el planeta

Nunca he sido una persona rencorosa, quizá un poco vengativa (pero ¿quién no? ¿Quién no disfruta con un poquito de justicia poética?), pero la verdad es que hace poco tuve ganas de acabar con el planeta y es una parte de mi que no me gustó nada.

Siempre he sido una chica muy empollona, de las que no tienen vida social durante la universidad pero sí muchos dieces en las notas finales. Mi universidad era privada, por lo que costaba un pastón y mi madre apenas se lo podía permitir, pero no había hueco en las públicas (a pesar de mis altas notas en selectividad), una mierda todo vaya.

Al finalizar el primer año, casi tuve que quitarme de la universidad y dejar los estudios porque mis padres no podían seguir pagándola, hasta que me dijeron los directores que, dado que mi expediente académico era el mejor del año, podían hacer una excepción y ayudarme con una beca, pero debía seguir manteniendo esa nota durante los otros tres años que me quedaban.

Evidentemente fue la mejor noticia que había recibido nunca. Podía seguir con mis estudios y mi sueño, pero tendría que luchar el doble. Así que me dediqué a ser la mejor de la clase y seguir manteniendo el mejor expediente año tras año.

Fue difícil, ya que mientras yo no tenía vida social, toda mi clase se iba de discoteca día sí día también. Claro, eran los hijitos del papi rico que pagaba todo y no les importaba suspender los exámenes porque luego se presentan a las recuperaciones y ahí pasaban mucho la mano (sino vendría el papi millonario a quejarse). Así que todos mis compañeros se dedicaban a pasarse por el forro las clases y los exámenes y se sacaron la carrera con un 5 raspado.

Lo injusto de todo y el motivo de mis ganas de acabar con el planeta viene ahora. Siempre he pensado que ser así no les servirá para nada, ya que no estarán preparados para el mundo real y un trabajo de verdad. Les llegará el momento de buscar un empleo de lo que hemos estudiado y no sabrán qué hacer en el puesto porque no echaron cuenta en las clases. Pero tampoco les importaba, porque la mayoría tenía padres con empresas donde les enchufarían y listo.

Pero lo que nunca pensé es que, yo, que quería acabar en el departamento de marketing de Louis Vuitton, (y os aseguró que luché y luché hasta el final por conseguirlo) no acabé ahí, pero sí lo hizo una de las de mi clase.

¿Sabéis cómo? El papi le pagó el máster privado de 15 mil euros de la marca y claro, los que hacen ese máster obviamente acaban en la empresa (para eso han pagado una pasta).

Así que imaginaros mi situación: yo, una persona que se lo ha currado como muchas otras para luchar por lo que quiere, no consigue entrar en el sitio de sus sueños, mientras, una de las chicas de la clase a la que apenas se le veía el pelo por la universidad y que encima te caía mal, trabajando en dónde tú siempre quisiste. Pues claro, ahora las ganas de acabar con el planeta, incendiar el mundo entero y ser la villana de esta película, se incrementaron por mil.

He aprendido a gestionar todos estos sentimientos pero la verdad es que no me gusta tenerlos. Sé que muchas os habréis sentido así a lo largo de vuestra vida pero, ¡no es justo! No es justo que luchemos por algo y se lo lleven otras personas ¿no? En fin, intentaré ser positiva y ver el lado bueno de las cosas… (Cuando lo consiga os lo diré).