Entrecitas. Cuando Manolo encontró a Mari Carmen. Parte 2

 

¡Hola de nuevo queridas lectoras! En el artículo de hoy continuaremos relatando situaciones en las que se han conocido dos personas con más o menos intención amorosa. Si no has leído el anterior artículo puedes hacerlo aquí.

La primera historia nos llega desde Coimbra, en Portugal, y nos la manda Joao:

<<En mis tiempos mozos a veces trabajaba de animador para sacarme unos dinerillos mientras estaba estudiando. Un día me tocó hacer un bolo de animación en el Ikea de mi ciudad no recuerdo ni por qué motivo. Como de costumbre, ese día me tocó disfrazarme para la animación y llevaba un atuendo que me hacía parecerme en exceso al Príncipe de Beukelar. Mi cometido era bailar y hacer bailar a la gente al ritmo de la música que sonaba y en un momento dado se me ocurrió sacar a bailar a una de las cajeras. A ella no le hizo demasiada gracia que lo hiciera ya que estaba trabajando y casi me fulmina con la mirada, así que poco rato después dejé que volviera a lo suyo. Un tiempo después, a través de un amigo conocí a una chica encantadora y nos pusimos a hablar. Descubrimos casi por casualidad que ella era la cajera a la que el Príncipe de Beukelar había sacado a bailar y nos hizo mucha gracia. De entrada ella no me había reconocido porque mi atuendo era bastante  diferente al de aquel día en el Ikea. En mi caso, saqué a bailar a tantas personas que no podía recordar todas las caras. Otra casualidad fue que también conocía  a mi hermano ya que él también trabajó en Ikea durante esa época. Pues a lo tonto a lo tonto, la cajera y yo llevamos un montón de años juntos, tenemos una hija y nos encanta recordar cómo nos conocimos.>>

Bueno, pues me toca sacar una conclusión de esta historia que, aunque no es de desamor porque aún están juntos, nos sirve para sacar algún aprendizaje. Mi conclusión es que en esta vida hay que bailar siempre que se tenga ocasión, bailar es muy sano y terapéutico. También hay que agradecer estas casualidades porque nos conectan a las otras personas de una manera muy especial. Aunque luego no mantengamos el contacto, probablemente siempre recordaremos a aquella persona que conocimos de una manera totalmente random para reencontrarnos un tiempo después de una manera también muy random y eso mola. Es una situación que nos muestra la arbitrariedad de las interacciones sociales y en cierta manera te puede ayudar a relativizar muchas cosas. Por último pero no menos importante, hay que abrir bien los ojos porque ¡nunca sabes en qué situación vas a conocer a tu compañer@ de vida!

La segunda historia de hoy es de Marta, que nos escribe desde Sevilla:

<<Un día iba en el metro y delante de mí se sentó un chico bastante más joven que yo. Él iba hablando por teléfono y me llamó la atención porque se expresaba muy bien. A mi me sorprendió y me hizo gracia su elocuencia así que me lo quedé mirando. Resulta que soy miope y ese día no llevaba las gafas, así que seguramente le debí mirar un poco demasiado fijamente. La verdad es que yo no lo hacía con ninguna intención más allá de escuchar lo bien que se expresaba. Al cabo de poco rato el chico se dio cuenta de que yo le estaba mirando y me devolvió la mirada. En ese momento me di cuenta de la que había liado y empecé a ponerme nerviosa, no sabía dónde meterme. Cuando llegó mi parada, me bajé del metro y me dispuse a hacer el transbordo al cercanías. Él también se bajó y como quien no quiere la cosa se acercó a mí en el pasillo del transbordo. De manera muy correcta se me presentó y me dijo que quería volver a verme. Yo me quedé flipando porque el chico podía ser casi como mi hijo o por lo menos como un hermano muy pequeño. Con mi nerviosismo no se me ocurrió nada mejor que decirle que al cabo de unos días bailaba con mi grupo de flamenco en las fiestas del barrio de Triana. Cuando llegó el día de la actuación yo ya ni me acordaba de él hasta que se presentó allí. Yo me quise morir porque un detalle a tener en cuenta es que entre el público también estaban mi madre, mi marido y mi hija. Cuando terminó la actuación, el chico preguntó por mí a mis  compañeras y cuando me encontró, me dijo: “Ya veo que tienes familia y me ha quedado claro que no tengo ninguna posibilidad contigo. Aun así me ha gustado volver a verte”. La verdad es que me supo mal que el pobre chico se hubiera hecho ilusiones conmigo. Aprendí la lección y ahora siempre llevo gafas o lentillas y si no llevo, no miro a nadie aunque me llame la atención ¡por si acaso!>> 

Madre mía Marta, ¡menuda historia! Podemos sacar varias conclusiones de tu historia. La primera ya la has dicho un poco tú pero la vamos a repetir: si eres miope no mires fijamente a la gente porque puedes crear confusión. Segunda, el transporte público es un buen lugar para ligar, solo hay que mirar fijamente y echarle narices. Eso sí, si vemos que la otra persona se incomoda hay que abortar misión. Tercera, hay que ser siempre educado, como el chico de esta historia. No solo para ligar, para todo. Cuarta y última, igual no es mala idea ampliar el target de edades, ¡nunca se sabe! A veces podemos atraer a personas más jóvenes que pueden resultar también muy interesantes para nosotras. Marta no conoció más a este chico por razones obvias, pero quizás si hubiera estado soltera podría haber tenido una bonita historia de (des)amor con el chico del metro.

Bien, hasta aquí el artículo de hoy, ¡próximamente más! Si te gustaría que diera forma a alguna de tus historias de des(amor), puedes mandármela a través de Weloversize o de mis redes sociales. ¡Hasta pronto!

La Doctora Desamor

El podcast “Entrecitas” está disponible en   Spotify    Amazon Music   Google Podcasts

Sígueme en Instagram y en X