Tengo una amiga que lleva desde que cumplió 30 años preocupada por lo rápido que pasa el tiempo. Todo eso que en algún momento todas pensamos; qué creímos que íbamos a ser o a tener a esta edad que todavía vemos como algo inalcanzable, cuantas expectativas hemos tenido que modificar para que se acercasen a la realidad, cómo creímos que seríamos y como somos. Es cierto que yo con 20 años pensaba en gente de mi edad con otra visión totalmente, pero a medida que he ido cumpliendo años he asumido que, en primer lugar, los tiempos cambian, y en segundo lugar, hacemos lo que podemos con el material que tenemos y ya bastante es. Si no alcanzamos objetivos este año ya lo haremos, lo importante es estar bien, disfrutar e intentar apreciar las pequeñas pinceladas de felicidad que nos regala la vida (y nuestro esfuerzo, sobre todo).
Pero mi amiga cumplió 30 (ya hace unos añitos, que los 40 ya podemos olerlos) y se empezó a estresar. Yo no sé cuántos tratamientos de belleza se ha hecho ya; que está genial cuidarse, yo también lo he hecho (a ratos, porque no soy nada constante) pero lo de ella era sufrimiento, obsesión. Cuando conoce a alguien es de esas que le pregunta cuantos años aparenta, para ver si todavía se ve joven… ¡Amiga! La juventud es una actitud, yo que sé. Quizá es que mi vida siempre ha sido tan compleja que no me da tiempo a preocuparme por según qué cosas, pero es que la veo que lo pasa tan mal a veces que necesito expresarle un poco lo que yo siento.
Yo estoy muy agradecida a mi cuerpo por permitirme vivir como lo hace, por ayudarme a transmitir lo que siento y no me da vergüenza alguna que se vea simple vista que no soy una niña, que los años han pasado por mí, diría incluso que me han arrollado por momentos. Y si, me abruma a veces el paso del tiempo tan efímero y la vorágine del día a día te impide disfrutar más, pero ya está, una pequeña reflexión en primavera cuando llega el buen tiempo (que es a mí cuando me da el momento melancólico) y a vivir. Cuido mi cuerpo lo que puedo, pero tengo 37 años y, aunque a veces piense que aun soy una niña, la realidad es que no es así.
El caso es que mi amiga llevaba un tiempo mucho más relajada con este tema cuando, paseando por un centro comercial, nos cruzamos con un grupo de chicos que estudió con nosotras en el instituto (ahí es cuando alucino un poco al darme cuenta de que hace más de 20 años de eso). Ella saluda amablemente, sonríe y sigue su camino, con la mirada alta, el paso firme y una alegría…
Me contó su nuevo truco para no obsesionarse con el paso del tiempo en su cuerpo. Ha empezado a buscar a la gente que admiraba de joven y ha visto el paso del tiempo en ellos como algo hermoso, eso la ayudó en un principio, pero un día se cruzó con un chico con el que casi tuvo algo a los 20, uno que no se portó muy bien (ese típico guaperas que como sabe que es guapo acaba siendo un poco gilipollas), y dice que fue una revelación vital para ella. Tenía el pelo lleno de canas (el poco que le quedaba), se veía muy desmejorado y esta vez fueron sus ojos los que soltaban chiribitas al verla a ella y no al revés. Él se paró a decirle lo guapísima que estaba, ella se limitó a decir que se alegraba de verlo (mentira no era), y desde entonces, cuando se siente mal por el paso del tiempo, busca en redes sociales a excompañeros que le caían mal y ve que ellos han madurado peor y eso la consuela.
No estoy en absoluto a favor del body shaming, de hecho estoy muy en contra; pero debo reconocer que me alegra que mi amiga por fin se sienta un poco menos agobiada y me ha resultado muy gracioso su truco. Sobre todo cuando, gracias a ella, he visto a aquella chica que se metía con mi otra amiga por gorda hace unos años, supongo que el karma le ha dado lo que necesitaba para apreciar la verdadera belleza.
Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.
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