Cuando se lo dije, salió corriendo.

 

Conocí a un chico. Lo había visto decenas de veces pero en esa ocasión tuvimos la oportunidad de hablar, luego me agregó a Facebook (sí, Facebook todavía existe) con una excusa tonta, y… al final terminamos escribiéndonos todos los días. Me di cuenta entonces de que era un chico súper interesante; teníamos cosas en común como nuestras aspiraciones en la vida, nuestra visión de cómo debería ser una relación de pareja… Lo que me encantaba era que podíamos hablar de cosas profundas y no sólo lo típico de cómo estás, qué haces, qué tipo de música te gusta. Hablábamos de la vida, de los sueños, de nuestros miedos… Y todo eso, no os lo perdáis, en nada más y nada menos que unos cinco días. Vale, reíros.

No sé cómo ni por qué, pero el caso fue que no habíamos hablado aún de mi ex. Bueno, quizás sí sepa por qué: porque es algo que, aunque dejado atrás, fue traumático, no me gusta ir de víctima por ahí y a veces es inevitable que me vean así después de conocer mi historia. Una mañana, me desperté y tenía varios mensajes suyos, los cuales prácticamente me dejaban sólo dos opciones: Hablar de mi ex, o seguir sin hablar del tema pero ya evitándolo de manera deliberada. Así que se lo conté; él ya sabía de mi divorcio porque el día que hablamos en persona, entre bromas con un amigo en común, lo mencioné, pero no sabía nada más así que le conté lo importante, sin profundizar. Y entre lo importante -porque es lo que más, la verdad-, le hablé de mi hija, diciéndole que volvería a hacerlo todo una y otra vez a pesar de lo mal que salió, sólo con tal de tenerla a ella en mi vida.

Y él cambió. Sus mensajes comenzaron a espaciarse cada vez más, me hablaba más seco y ya no preguntaba mucho sobre mi vida, como si no le interesara ya descubrirme, conocerme. Entonces, aprovechando nuevamente algo dicho por él acerca de las relaciones de pareja y tal, le pregunté si él estaba interesado en mí o si sólo quería una amistad, porque sinceramente -esto no se lo dije-, cada vez soy menos tolerante a perder el tiempo. Me contestó al día siguiente diciéndome que, aunque yo le parecía una chica súper interesante, mis “responsabilidades familiares” le hacían pensar que estábamos en momentos de vida diferentes y que eso le había echado para atrás.

Bueno, bien por el chaval porque fue muy sincero, la verdad, y eso es algo que terminas agradeciendo muchísimo después de que hayan jugado contigo tantas veces, pero no os voy a negar que se me apagó un poquito el brillo de los ojos y que se me apretó un nudo en la garganta cuando lo leí, porque a veces resulta muy jodido ignorar las voces que te dicen que nadie te va a querer así, que por mucho que te esfuerces por ser tú y no simplemente una “mamá soltera”, los demás te van a seguir viendo sólo así.

Pero no las escuches. Yo las volví a acallar. Está bien que alguien quiera otra cosa para su propia vida y que se retire a tiempo, sin daños, pero créeme que si no ha sabido entender tu historia, valorar tus luchas y ver a la maravillosa mujer en la que gracias a todo eso y a cómo lo has manejado, te has convertido, es que en definitiva no es para ti.

Lady Sparrow