Tener un sugar daddy fue siempre una de mis metas en la vida. Lo deseaba. Lo anhelaba. Lo ansiaba desde lo más profundo de mi psique y de mi corazón latino. A día de hoy no es que la idea de tener un señor mayor siempre a la verita mía que me pague mis caprichos no me haga ojitos, pero a cierta edad una ya deja de idealizar tanto las cosas y tiende más al mundo terrenal. No es porque yo quiera, desde luego, sino porque la vida te acaba poniendo en su lugar. Y qué hija de puta la cabrona, que a mí me puso un sugar daddy en el camino y ni me avisó. Ni un cartel, ni una flechita, un neón así chiquitito, una nota en una galletita de la fortuna… NADA. Tanto tiempo esforzándome para conseguirlo (como poniendo Tinder que solo me aparezcan mayores de 40) y creando perfiles en todas y cada una de las páginas por el estilo, que nunca nada fue tan efectivo como irme un domingo por la mañana a dar un paseo por el parque. Si es que para encontrar un sugar daddy solo tienes que imitar las costumbres de la edad… #Tip: si estáis interesadas, id a mirar alguna obra la próxima vez.

 

Ahí estaba yo, una mañana de domingo en un parque del norte de Londres sentadita aprovechando los escasos rayos de sol cuando un señor mayor (bueno… un abuelito para qué vamos a engañarnos porque más de 65 años tenía) se acercó con disimulo exclamando algo así como what a wonderful weather, isn’t it? mientras yo intentaba continuar la conversación very politemente con mi spanglish de un escaso mes viviendo en UK.

En mi cerebro solo resonaban pensamientos desagradables como “illo el viejo este no tendrá patos que alimentar en el estanque aquel”. Pero oye, what a surprise la mía que resultó ser un señor bastante agradable. Sorprendido de que fuera española (porque tengo cara de todas partes menos de Sevilla), se ofreció a quedar conmigo para hablar y mejorar mi speaking y esas cosas que agradeces cuando estás en un país extranjero. Recién llegada a la gran ciudad y sedienta de fantasía, el (perdón, el “yes, sure”) se escuchó hasta en mi casa.

 

Rauda y veloz, quedamos un par de veces en un Costa Coffee cercano. Conocernos un poco, contarnos cosas random para mejorar mi fluidez, algunos tips de pronunciación… Y por supuesto yo el único movimiento que hacía con la cartera era solo el amago de pagar, porque el señor insistía siempre en pagar él ¿is this a sugar daddy in front of my medium size cappuccino coffee? I think so.

BUENO, lo pienso ahora. En ese momento solo pensaba en la “suerte” que tenía por conocer a ese encantador señor que me hablaba continuamente deseándome un buen día/noche/fin de semana, me preguntaba que cuándo estaba libre, me mandaba fotos y cosas que le recordaban a mí, me pedía fotos, pagaba todo siempre que estábamos juntos y un largo etcétera de comportamientos que yo veía normales dado que en mi inocente cabeza solo faltaba que apareciese Toñi Moreno por alguna parte diciendo que ES UNA PERSONA MARAVILLOSA… AMIGA DATE CUENTAAAAAA

No quedamos en demasiadas ocasiones y tras ellas estuvimos mucho tiempo sin vernos aunque hablábamos todas las semanas. Me preguntaba por mis planes para el finde y yo le decía lo típico: salir con los amigos de turisteo y prontito en casa que Londres no se va a ver solo jejeje (realidad: intentar comerle por todos los medios el rabo a algún tío en una discoteca, ni que decir tiene). 

No sé si por lástima o por la gracia que me despertaba esta inesperada amistad con este señor que hasta me envió fotos de su viaje a Japón con su mujer por vacaciones, decidí quedar con él nuevamente ya que había pasado mucho tiempo desde nuestros últimos simpáticos encuentros. 

Mi estancia en Londres había hecho estragos en mi persona PARA BIEN, de hecho me dio hasta por hacer DEPORTE SPORT WORK OUT y el cambio físico a mejor era más que importante. Más delgada, más fuerte, más ágil… Lo que vienen siendo los beneficios de mover el culo que todas sabemos (y de la dieta del cucurucho, queridas mías, a vosotras no os puedo mentir). El cambio de mentalidad vino con esta última vez que quedamos en el mismo parque de siempre (ohhhh qué bonito qué cuteeee) Y NO PARÓ DE REPETIRME LO GORGEOUS QUE ESTABA, que qué hacía cuando iba a las discotecas, que si ME HABÍA TIRADO A ALGÚN TÍO EN ALGÚN BAÑO, que si era VIRGEN Y HASTA ME INVITÓ A IR A SU CASA YA QUE SU MUJER ESTABA DE VIAJE.

Nada más verme me agarró la mano para darme una vuelta sobre mí misma porque este ser inmundo tenía que verme en condiciones y pasarme bien el escáner, siendo este momento lo más cerca que he estado de una resonancia en MI VIDA. Por momentos me agarraba de la mano caminando y cuando nos sentamos acariciaba sutilmente mi pierna. I’M –

La incomodidad era patente en mi cara y el hombre llegó a preguntarme que si estaba bien varias veces. Yo asentía como podía porque mi cerebro acababa de hacer CLICK y no estaba yo para ponerme a insultar a un anciano en medio de un parque repleto de niños. Además que como insultar en español no hay nada, con un cunt no se te llena igual la boca que con un hijodep***mecagoentostusm****SODESGRASIAO.

Llegué a casa con el único pensamiento de que mis amigos tenían razón: tenía un sugar daddy desde hacía meses y no lo sabía. Yo como siempre, la última en enterarme de todo.

 

¿Moraleja de la historia? No tiene un sugar daddy quien quiere, SINO QUIEN PUEDE y yo, a pesar de mis ansias de un papichulo, no estaba preparada. Quizás en otra ocasión.

 

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