Ya sabéis tras muchos años juntos decidimos abrir la pareja y una se abrió una cuenta de Tinder y después del primer polvo con el agente de la ley, otro fichaje apareció por ahí. Voy a destacar que a estas alturas de la historia tenía puesto el filtro de edad entre 33 y 48 o algo así. Tirando a mayores me interesaban y tirando a mayores aparecían. Experimentados pensaba yo, ¡ja!

El segundo en entrar en escena tenía novia. Muchos años también y bajo un “yo necesito esto o sino hace tiempo que no estaría con ella” empezamos a hablar. Ejem. Podéis cuestionar mi moralidad todo lo que queráis, yo en cierto modo, puedo llegar a entender que los tíos no saben hablar las cosas y tienen 0 interés en resolver sus problemas hablando o al menos, aprender a hacerlo. 

Ni tan mal, canosito que ni es guapísimo ni es feo, ni está cachas ni fondón, ni es un 10 y tampoco un 5. Bueno, bien. Surge la conversación y con ella el morbo… Y pretende venir a verme durante mi salida a correr. ¿Perdona? ¿Te crees que le voy a dar mi ubicación a un completo desconocido al rato de conocerlo? El morbo dice. Lo aplaco.

Pasa un día, pasan dos… y digamos que un sábado al caerse el plan del viernes con un “titular” tiré de banquillo con este. ¿Cómo tienes la tarde? Libre… Podemos vernos. Este es el más esquivo que he visto a quedar en público. Ni el casado ni sucesivos. Qué asco quedar con infieles, creo que este ha sido el segundo “para aprender” y no me quedan ganas. En fin, quedamos en un parking público y transitado a un lado. Regla de oro para quedar con gente de Tinder… primer vistazo en un sitio público (no vaya a ser que ni siquiera sea el de las fotos que mandó). 

Hablamos en mi coche un buen rato de muchas cosas, de bien, majo, que si de mi relación abierta, o de su relación no abierta e incluso de ponerse condón siempre ya que aparte de ETS, ya tengo experiencia en embarazos por accidente. Es guapete, del medio, como el de los chichos, pero el morbo está ahí. 

De repente me dice “pues no sé, yo no veo la chispa que esperaba, igual si nos besamos…”. Nos besamos. No besa excelente, pero tampoco mal. Aprobado. Y me suelta “no sé, yo no acabo de verlo, a ti te apetece?” a lo que yo interpreto que tras ese morreo intenso me está picando, probando… Y le digo, a mí sí, pero si no quieres… y me desabrocho dos botones de la chaqueta calada que llevaba sin más que un sujetador, dejando ver mis pechos. “Bueno, parece que esto me anima más, venga vamos”.

Nos vamos a unos apartamentos que ya tiene fichados, que el checking va con máquina automática y se encarga. Nos vemos en el parking y subimos. Nos besamos, me toca, me desnudo, me besa… y se baja los pantalones y no está NADA erecto. Ni un poquito. Su cosita es que es minúscula. Y me dice “no decías que la sabes comer… vamos a verlo”. Venga, voy, porque me flipa ver como flipan y como luego me dan la razón de que soy buena. Funciona, a tope, ha crecido bastante más de lo que me esperaba viendo aquello en reposo, un “pues sí que eres buena” de rigor y al lío.

Me pone a cuatro patas y lo noto entrar… sin condón. Me quedo petrificada. En Shock. Asustada, indignada, enfadada, traicionada y humillada. Sí, esto es una agresión sexual en toda regla. Sí, tardé en hacer algo unos cuantos segundos o unas cuantas embestidas. Y es que además del shock, el placer era real, pero la mente me paralizaba. Me incorporo y le pido que se lo ponga. Se lo pone. 

Sigue el polvo con normalidad, me embiste desde atrás, me pongo encima, creo que le gustó como me moví, o más bien le sorprendió. La sensación de que no tenía del todo atracción física por mí me persiguió desde que vi aquella cosita pequeña en reposo tras besarnos. El muy gracioso al final cuando acabó en otra postura se retira y me dice, “oh, se ha quedado dentro, me corrí dentro… no es broma”. Menos mal que vi que era broma y tras el nuevo shock le dije, “ni puta gracia”.

Recojo y me voy aún en puto shock. Un infiel cabrón me ha penetrado sin condón porque le ha parecido excitante hacerlo sin consentimiento y tras haber hablado previamente y acordado que condón siempre. Me siento avergonzada de mí, de no haber conseguido levantarme y pirarme de allí. Pasaron los días en que no nos hablamos y terminé por decirle “eres un pedazo de cabrón, no tenías ningún derecho a quitarte el condón sin permiso, eso no se hace. Me dejaste en shock, petrificada y abusaste de la situación. Que te den.” Bloqueo.

Pero el mal rato y mi culpa me la llevo yo.

Por Bryn the Valkyrie

Lee aquí el resto de historias de la misma autora