Vale, estoy enferma. Eso es lo primero que deberíais saber. Soy una adicta de los pisos, las reformas, las casas y todos los programas de divinity. Me hago maratones enteras, mi récord son catorce seguidos de ‘la casa de mis sueños’, en instagram todas las cuentas que sigo son de diseño de interiores, de rincones inspiradores y familias con casas preciosas que parecen que viven dentro de una revista.

 

¿Mi realidad? Pago 450€ por una habitación de mierda en un barrio que no se considera ni Madrid centro, pero vaya, que una de sueños vive. Vale, ¿pues a qué me dedico en mi tiempo libre? A ver pisos. Físicamente, digo. O sea, yo me meto en idealista, veo algo que me gusta, escribo al casero o a la agencia, quedo en persona, me doy una vuelta por el barrio de turno y me veo la casa o el pisito. Llevo dos años en Madrid y habré visto más de 150 apartamentos. No he visto más porque, por desgracia, trabajo y estudio. Pero vaya, algún día podré llegar a ver dos por semana (cruzo los dedos).

Una vez que ya os he contado mi mayor secreto, ya el resto como que me da más igual. Pues bien, como podréis imaginar, después de ver tantas casas pues he visto como un poco de todo. Me han enseñado sus viviendas todo tipo de personas, desde abuelitas adorables que me invitan a café, hasta señores de mediana edad forrados que viven de rentas, pasando por los profesionales del sector: los inmobiliarios. 

Me encantan. De verdad que sí, yo sé que cuando los mortales ven que el piso pertenece a una agencia se echan a llorar porque tienen que pagar un mes más, pero a mí no me pasa (probablemente porque no tengo intención de mudarme en realidad), a mí me dan la alegría de mi vida, porque me lo enseñan con detalle, con profesionalidad, explicándome justo lo que necesito saber. Os juro que me pone cachonda ver cómo me enseñan los suelos, los marcos de las puertas, el aire acondicionado y el cuarto de la lavandería (mi parte favorita de cada casa).

Pues bien, yo soy bisexual tendiendo a hetero. Quiero decir, siempre he estado con hombres, me enamoro de hombres y de normal me tiro a hombres, ¿qué pasa? Que más de una vez me he sentido atraída por una mujer y oye, yo no le digo que no a nada que mi cuerpo me pida porque él es bien listo y sabe lo que quiere. Pues nada, hay una chica de una inmobiliaria que ya me ha enseñado como cuatro pisos y claro, HAY TONTEO.

En el primer piso era todo bastante sin más, en el segundo nos fuimos a tomar una cerveza al terminar y en el tercero ya le confesé mi grave problema con los inmuebles. Yo pensaba que se iba a enfadar, que iba a sentir que le había hecho perder el tiempo y que no iba a acceder a enseñarme nada más, pues nada más lejos de la realidad. Me preguntó cómo sería mi casa ideal, se la describí y me dijo ‘pues súbete a mi moto que te voy a enseñar algo’. 

 

Mira, que le den a tres metro sobre el cielo y a Mario Casas, la película de mi vida era esa. Una agente inmobiliaria, cruzando conmigo Madrid en moto, llevándome según ella ‘al piso de mis sueños’.

¿LA MEJOR CITA DE MI VIDA? YO DIGO SÍ. 

Pues nada, allá que bajamos de la moto, llegamos a un edificio IMPRESIONANTE, en la zona de moncloa-argüelles. Con un portón de hierro gigante, un ascensor antiguo de madera, que tenías que cerrar a mano, un recibir digno de la palacio de los Romanov, me sube, pulsa el piso DIECISÉIS y me dice ‘es todo exterior’. En mi vida tres palabras me habían puesto tan puto cachonda.

Me abre la puerta con una llave de esas doradas de castillo, me dice ‘pasa’ yo paso y ya no quiero irme de allí nunca. QUÉ PISO, SEÑORAS Y SEÑORES. Es que tenía TODO lo que yo quiero en la vida. Era ENORME, repleto de luz natural, paredes blancas, suelo de parqué oscuro, muebles justos y necesarios en sintonía, cojines de colores llamativos, cuadros minimalistas salpicando las paredes, plantas excesivamente bien cuidadas en cada rincón, tres habitaciones, dos baños, una cocina inmensa, terraza y CUARTO DE LA LIMPIEZA. Lavadora, secadora, plancha, pica, cuerdas para tender dentro y fuera en la inmesa ventana, todo tan bonito, tan dispuesto, oliendo tan bien…

Estaba borracha de placer y claro, agarré a la señora y le di un morreo que la dejé seca. Le di las gracias mientras le quitaba la americana negra que llevaba, le desabroché la camisa blanca de ejecutiva que me llevaba, empecé a comerle el cuello, las orejas, las tetas… Estaba desbocada, os lo juro. 

La pava le dio dos golpes a la lavadora indicándome que me subiera, la puso a funcionar, eso se puso a temblar, me abrió las piernas, me arrancó las bragas sin quitarme el vestido y empezó a comerme el coño de una manera, que os juro que ha sido el polvo de mi puta vida. Mira que había partes de la casa para follar, pues no, como ahí en ningún sitio. Os juro que era mi fantasía sexual. Y LA HE PUTO CUMPLIDO. 

¿Has vuelto a quedar con ella? -Os preguntaréis- Definitivamente. No dejo yo escapar a esta señora en mi vida. Come coños y enseña pisos, ¿qué más se le puede pedir a la vida?

Anónimo

 

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