Hacía años que únicamente echaba polvos malos y poco disfrutones en camas. Siempre el misionero. Y pese a que en mi época de más jovencita sí había tenido experiencias similares, esta que os voy a contar me dejó con mejor sabor de boca. Quizás el que fuera más arriesgada tiene parte de la culpa.
Hacía dos meses que había empezado una nueva relación y como sabéis en los momentos iniciales la fogosidad emana por cada uno de los poros de nuestra piel. Y eso nos pasó a nosotros… teníamos tantas ganas de disfrutarnos, que no pudimos resistirnos.
Era un mes de julio y un fin de semana extremadamente caluroso. Decidimos ir a Salou a pasarlo con una amiga y allí sucedió todo.
Teníamos tanto calor que era imposible permanecer más de media hora en la toalla, por lo que nos íbamos turnando para bañarnos de 2 en 2 mientras el tercero vigilaba las cosas.
En una de estas estaba con mi pareja en el agua y ya sabéis, que si besito por aquí, que si besito por allá…. Que si ahora te toco aquí que debajo del agua no se ve… y poco a poco se fue calentando la cosa hasta que me subió en brazos rodeando con mis piernas su cintura.
Pese al vaivén de las olas podía notar perfectamente como el miembro de mi pareja estaba totalmente erecto y con ganas de fiesta, y para qué nos vamos a engañar… ¡yo también!
Fue entonces cuando decidí moverme un poco el bañador e introducirme su pene. Su cara fue un poema, pero me siguió el juego y comenzamos a echar un polvo entre cientos de guiris.
Podríamos decir que no se notó, pero creo que sería mentira. Intentamos disimular al máximo posible, pero de vez en cuando nos dábamos cuenta que teníamos a alguna familia, pareja o grupo de amigos a menos de 3 metros. Y no nos vamos a engañar, cuando estás disfrutando de esa manera siempre te piensas que disimulas mejor de lo que realmente estás haciendo.
De repente vemos cómo nuestra amiga se acerca poco a poco en el agua. Fue una cortada de rollo total, pero ahí fue cuando nos dimos cuenta de que llevábamos semejante rato dándole al tema.
Obviamente ninguno de los dos se corrió por lo complicado de la situación y de tener un orgasmo en toda su plenitud. Pero a día de hoy lo seguimos recordando como uno de nuestros mejores polvos. Tanto es así, que solo de escribirlo, vuelvo a ponerme cachonda….
Después de eso, intento dejarme llevar más y pensar menos. No somos unos exhibicionistas, pero he de reconocer que el riesgo de ser descubiertos, pese a ser un topicazo, realmente logra aumentar exponencialmente el nivel de excitación.
Por cierto, ¿os había contado que mi novio no sabe nadar?
Anónimo