Llevo toda mi vida pensando que soy preciosa, desde que tengo uso de razón, solamente dejé de creer en mi cuerpo durante once horribles días en veintitrés años.

Siempre he sido gorda, para la gente sensible diré que era la ‘amiga gordita’. Gorda, preciosa y orgullosa. Desde mi temprana edad, recuerdo bajar del colegio a casa, con unos ocho años y que me gritaran ‘¡GORDA!’ una chicas de sexto de primaria y yo, tan yo como siempre he recordado, responderles ‘pues por lo menos podré ser modelo de mujeres embarazadas’. Y tan pancha y tan feliz.

No creáis que me han hecho bullying o que alguien se ha empecinado en hacerme infeliz por tener más peso del que se espera hoy día de una chica con mi estatura, pero sí es cierto que en varias ocasiones me he topado con barreras y obstáculos que no he podido sortear por mi peso, y no, no hablo de la clase de educación física, hablo de todo lo que se lee en esta página a diario: chicos que no han tenido algo conmigo por mi sobrepeso, encasillamientos en el mundo del teatro, ropa preciosa que no me entraba y el largo etc. que ya tan bien conocéis. Pero nunca lo he considerado un problema, ha sido algo que me ha acompañado siempre en mi preciosa vida y ha sido una parte tan bonita como el resto. Julieta tampoco me gusta tanto, es así.

La primera vez que me encontré ante un caso de gordofobia real hacia mi persona de forma directa fue al colgar un vídeo en Youtube, un vídeo que esta misma web compartió hace tres años, un vídeo diciendo que yo me sentía guapa como era, sin más. Cientos de comentarios hablando sobre mi prematura muerte por obesa, pidiéndome que me tirase al mar, que las focas tenemos que vivir allí. Los primeros comentarios creo que me hirieron, no por el hecho de que me llamasen gorda, sino por sentir que no me había explicado bien, que la gente no me entendía. Conforme fue subiendo el número de comentarios negativos, encabezados por nombres masculinos y con fotos de dibujos animados entendí que tampoco me importaba una putísima mierda que me entendieran.

YouTube video

Siempre he sido así, me la han resbalado las críticas y los comentarios negativos, nunca he creído que los cuerpos tengan defectos, ni el mío, ni el de los demás. Siempre he practicado lo que WLS predica, que hay unos cánones establecidos como ‘lo normal’ y todo lo que se salga de ellos ya es menos bonito y no, yo no.

Yo siempre he estado a dieta, toda mi vida entera. Sin querer adelgazar, he de apostillar. En casa, mi familia, siempre ha luchado por intentarme hacer perder peso (mi abuela murió de un infarto a los cuarenta años) y yo siempre he comido sano, he ido a miles de dietistas, endocrinos y hasta entrenador personal para desayunar asquerosas claras de huevo. Jamás llegué a adelgazar más de cinco o siete kilos. Ahora mismo peso catorce menos que en el vídeo que acabo de compartir y, ¿sabéis cómo los he perdido? Con un tratamiento hormonal.

El curso pasado, por primera vez en mi vida, decidí por mí misma que quería adelgazar, sin que nadie me lo dijese, yo solita tomé la decisión. Tenía clases de teatro físico en mi escuela y sentía que mi peso no me dejaba ser tan buena como yo quería ser, había ejercicios que por mi peso no era capaz de afrontar y no, yo no podía ni puedo permitirme algo así. Soy muy seria con mi trabajo, no hay nada en la vida que me tome más en serio que el teatro y si había que adelgazar por él, lo haría; no por ser Julieta, por ser yo en mi mejor versión, por darle a las tablas lo mejor de mí.

Fui al médico dispuesta a seguir una dieta una vez más, a hacer deporte día sí y día no una vez más y no, resultó que no. Que ni dieta, ni deporte, ni nada. Tenía un problema hormonal que no me permitía bajar de peso. Comiese lo que comiese, hiciese el deporte que hiciese. Tendríais que habernos visto las caras a mi madre y a mí, al salir de hecho me dijo ‘madre mía, hija, toda la vida castigada sin comer y resulta que la comida no tiene nada que ver’.

Catorce kilos después puedo decir que así ha sido. Toda la vida he estado sin comer lo que me ha dado la gana, cuando me ha dado la gana, porque me daba la gana, por algo que realmente ni si quiera yo quería hacer. Yo no quería adelgazar, yo me veía preciosa y no tenía ningún problema de salud, no tenía nada que me impidiera ser gorda y ser feliz.

Ahora la gente me dice que soy un bombón, que estoy guapísima y yo me empeño en contestar que no, que lo que estoy es más delgada, no más guapa. Yo me miro al espejo y os prometo que me veo igual de preciosa que con catorce kilos más, porque yo me quiero a mí, no quiero a mi peso, sea más o sea menos.

Así que, queridas y queridos míos, por favor, si queréis adelgazar o cambiar algo de vuestro cuerpo que sea porque vosotros habéis tomado la decisión, porque vosotros queréis, pero por vosotros mismos, no porque nadie os lo pida. Poneos en manos de profesionales que os den atención personalizada, que os enseñen, que sepan llevaros, que os pongan las cosas fáciles, que os indiquen el camino. No os obsesionéis, quereros en cada etapa de vuestra vida, sin importar cómo vaya cambiando vuestro cuerpo.

Vuestro cuerpo sois vosotros y no hay nada más bonito en el mundo que enamorarse de él.