Me encanta el folleteo. Bueno la idea del folleteo. Del dicho al hecho hay un trecho y mi cuerpecito no da para mucho. Que si relato erótico por aquí, que si tu amiga contando lo bien que se lo pasó los otros días cabalgando al maromo, tu marido calentón perdío’ y tú sin dar un palo al agua…

Aquí nadie habla de lo que es tener el pensamiento lascivo y que tu cuerpo no responda ni a la de tres. No se habla de sexo y enfermedades crónicas, no se habla de sexo y dolor crónico, no se habla de sexo y discapacidad. O si se habla, no se habla lo suficiente. Y lo que duele que te empotren. Que no hace mucho me enteré de que el sexo no debe doler que si duele es por algo. ¡Coño!, desde los 16 estoy padeciendo y me entero a los 27. Me lo ha dicho mi gine que es maravillosa y especialista en dolor. 

A veces me siento un fraude, porque quiero y no puedo, porque echo de menos a mi marido pero es un sufrimiento y mira que el pobre se acopla a todo, que hemos probado 20 mil cosas y aun así…. Entonces entro en una espiral de culpabilidad, de frustración y de cagarme en to’.

Con el tiempo y con ayuda médica he ido aprendiendo a sentirme menos fraude, a romper mitos y a entender el amplio abanico de lo que llamamos vida sexual. Aceptar la inexistencia de un número exacto que indique cantidad óptima, aceptar que cada cual tiene su ritmo, cada cual decide qué es lo mejor, cada cual elige las normas del juego. En el terreno sexual no hay mejor ni peor, es quedar satisfecha.

Durante mucho tiempo me he sentido menos porque no podía mantener el ritmo o no podía probar nuevas posiciones que requiriesen de mucho esfuerzo físico. Yo misma me llamaba vainilla. Con el tiempo y con ayuda, he aceptado que mi marido sea quien realice el esfuerzo físico en su mayoría. A veces ni a estrellita de mar alcanzo. Y oye, que no hay nada malo en hacer la estrellita que es lo que mejor me funciona cuando quiero y no puedo.

También estoy trabajando el deseo, ¿qué deseo voy a tener cuándo me duele todo? Ninguno, ea, pues eso. El deseo femenino es muy complejo y depende de muchos factores, la mayoría se escapan a nuestro control y es normal que no te apetezca cuando hay dolor. Es normal que tampoco te apetezca ciertas cosas como la penetración si ello conlleva dolor.

Me gustaría que hubiera más visibilización, que habláramos más sobre este tema. Igual que a veces necesito auxiliares de movilidad, también necesito ayuda a la hora de mantener relaciones, no es fácil cuando tu cuerpo no responde. A veces estoy en mitad del polvo y tengo que parar, beber agua, poner más lubricante y recolocarme. O mover las almohadas de un sitio a otro con el fin de que mi cuerpo se resienta menos o parar el fornicio por completo.  Y no hay nada malo en todo ello.

Otra de las cosas incapacitantes es la medicación, tomando cierto tipo medicación no puedes correrte y una intenta e intenta y nada. La mano cansá’, el coño molío’, rojo como el culo de un mandril y nada. Para que no me canse la mano, me compré un vibrador buenísimo y baratísimo. Igual que uso a veces sillas de ruedas, uso mi vibrador. Una necesita muletillas. Por supuesto, se lo comenté a mi doctor y cambiamos la dosis.

Hablando de orgasmo, el orgasmo para personas con enfermedades debilitantes como yo te aniquila; mientras lo estás teniendo lo flipas (en un buen sentido), sin embargo, te arrepientes nada más has terminado y parece que tu cuerpo ha corrido la maratón de Boston, le han pegado una paliza después y encima te has caído por un barranco. De hecho, en uno de mis grupos de ayuda, muchas de las mujeres presentes eligen no tener orgasmos porque el desgaste físico que ello supone es brutal y tardan mucho en recuperarse. Entonces cuando tienen sexo prefieren no llegar al orgasmo para no pagar las consecuencias.

Para las personas con discapacidades no obvias, es mucho más complicado visibilizar las dificultades relacionadas con la vida sexual. A simple vista no tenemos defectos y eso nos hace mucho más susceptibles a los reproches ajenos, a los comentarios destructivos, a la autocrítica o a las mofas. Como siempre digo, háblalo, háblalo mucho, con profesionales, con amigas y sobre todo, háblalo con tu pareja sexual. La discapacidad se extiende a cada uno de los ámbitos cotidianos y la vida sexual es otro de ellos.

Ana Scobey Garralón