Nuestra maravillosa Lucía Lodermann escribió hace poco un artículo sobre desengaños amorosos y se me quedó grabada esta genialidad: “No sirve una mierda que sepa hablar 3 idiomas a la perfección si no sabe escuchar en ninguno”. Nadie ha resumido mejor en una frase tan pequeña cómo me he sentido en muchísimos momentos de mi vida.

Desde pequeñita, he admirado a la gente que conocía otras lenguas y era capaz de imitar su acento. Como todo aquello que no entendemos cuando somos niños, observaba a esas personas con la misma curiosidad que sentía al ver un truco de magia. Y cuando crecí, esa pasión por los idiomas me siguió acompañando, así que decidí estudiar Traducción e Interpretación en la universidad. 

Desde que me metí en el mundo del plurilingüismo y la multiculturalidad, he conocido a personas procedentes de casi todas las partes del mundo, he convivido en mi residencia cuando era una erasmus con asiáticos y europeos del este, me he enamorado de la cultura y los paisajes escoceses, he probado recetas de las que nunca había oído hablar, he tenido conversaciones existencialistas de madrugada, he aprendido de otras religiones y formas de ver la vida y, sobre todo, he ido conociéndome a mí misma dándome cuenta de todo aquello que suma. 

Obviamente, también me he llevado grandes decepciones y enseñanzas, sobre todo en el plano amoroso. ¿Sabéis por qué? Porque sin darme cuenta, siempre viajaba con la ilusión de encontrar fuera lo que no encontraba en casa, siempre pensé que una persona que supiera hablar en varias lenguas, tendría la capacidad innata de la comunicación, de la empatía y la humildad. Y lo cierto es que de nada sirve saber comunicarte en varias lenguas si te crees el centro del universo. No quiero recordar todas las citas que he pasado callada escuchando a chicos hablar y hablar de sus vidas sin hacerme una sola pregunta. Todas esas noches escuchando discursos de personas que se creen semi-dioses por el hecho de haber recorrido mundo y poder decirte lo mismo en tres idiomas distintos. Y yo me preguntaba, ¿de qué servirá aprender idiomas si lo único que quieres hacer es hablar sobre ti en cada uno de ellos? 

De todo esto, chicas, yo he aprendido una lección muy importante. Aprender idiomas y viajar no nos hace mejores personas si nos pasamos la vida centrados en nuestro propio ombligo. Lo importante de descubrir nuevas culturas es darse cuenta de que la realidad es mucho más extensa que aquello que vemos a través de nuestros sentidos y que no hay una única forma de ser feliz. Que cada uno va creando su propia vida y que tenemos la libertad de ir cambiándola conforme vamos cambiando. Y, teniendo en cuenta el aspecto romántico, que nos debemos fijar en cualidades mucho más humanas como la empatía de las personas en vez de en atributos como los idiomas que sabe o la profesión que desempeña.

Hay personas que hablan solo el castellano, un idioma precioso donde los haya, que van por la vida con unas “gafas de guiri” puestas. Esto significa que saben apreciar la belleza de la vida con curiosidad y no necesitan irse siempre a miles de kilómetros de distancia para disfrutar, aprender y crearse una vida maravillosa. Y es que si estudiamos idiomas, viajamos o aprendemos algo, debemos hacerlo meramente por el hecho de que nos hace felices, porque que nos gusta dedicar nuestro tiempo a eso, pero no con la intención de creernos mejores que los demás, porque entonces habrá perdido todo el sentido.