¿Es posible no compararse con los demás?.
¿No desear ese éxito que alguien tiene y que tú anhelas?.
¿Es posible no querer pertenecer al rebaño cuando nos han enseñado a ello desde nuestro primer aliento?.

Naces; palmadita en el culo; llanto por dejar el placentero útero materno; y a partir de ahí una carrera por la búsqueda de la felicidad. Felicidad que los demás estipulan cual es.

Si eres niña te visten de rosa, te perforan las orejas y te encasquetan una muñeca, sin saber si quieres algo de eso, pero así te vas pareciendo a las demás.

Si eres niño te visten de azul, te cortan el pelo y te encasquetan un camión de juguete, sin saber si prefieres una cocinita, pero así te vas pareciendo a los demás.

Creces, te enseñan que hay que estudiar. Da igual que te guste o no. Hay que hacerlo. Sean cuales sean tus aptitudes, hay que tener estudios corrientes, que son los que dan dinero, y por tanto, ya se sabe, la felicidad (a veces me pregunto si dejamos de evolucionar hace demasiados años para seguir actuando todos como borregos).

“Mira fulanito. Qué buen estudiante es, qué buenas notas saca”.
– Ya, es que a lo mejor yo soy mejor bailando, pintando o filosofando que haciendo ecuaciones.
Y no pasa nada, no todos tenemos que ser buenos en lo mismo. ¿Cómo nos iría si todos fueramos médicos, abogados o ingenieros?.

Y empiezan las comparaciones.

“Mira fulanita. Qué guapa y qué delgada está, seguro que tiene un montón de chicos detrás y así está de feliz”.
– Ya, eso lo sabes por su exterior claro, cómo esté por dentro carece de importancia. Es que yo prefiero cultivar más mi mente y mi salud mental que mi cuerpo, y no quiero un montón de chicos detrás de mí, es más, no quiero ni uno, no necesito a nadie más que a mí para ser feliz.

“Si no te centras se te va a pasar el arroz, y el reloj biológico ya se sabe que caduca”.
– Ya es que a lo mejor no me da la gana de dejar descendencia en este mundo y solo quiero pasar por él dejando otros logros que no impliquen vida humana.

Nos enseñan que para ser felices hay que cumplir una serie de hitos y así alcanzaremos la felicidad.

¡Qué error! La felicidad está en el camino, y no el destino.
No será un camino fácil ni habrá una ruta determinada.
Cada uno seguirá la suya, con un millón de hitos diferentes.
¿Y sabéis qué? En cada camino hay miles de rotondas que podemos coger cuando queramos y tomar otro rumbo, ninguno es un camino sin salida.

Nadie determina el camino correcto. No lo hay. O todos lo son.
En ellos encontraremos piedras afiladas, soles abrasadores, lluvias torrenciales, precipicios al abismo y serpientes tentadoras.
Pero también encontraremos prados verdes, brisas reparadoras, oasis salvadores, árboles con cobijo y perros fieles.

Y cada uno tiene que centrarse en el suyo.
Nadie vive las mimas circunstancias, ni en la misma familia, ni en el mismo sexo, ni en la misma edad, ni con los mismos orígenes.
Nadie tiene una personalidad exactamente igual a la de otra persona.
Nadie piensa exactamente igual que otra persona.
Y nadie supera cada vivencia como otra persona.
No me quiero poner pedante pero tengo que citar la frase “yo soy yo y mis circunstancias”, del filósofo Ortega y Gasset.
Y es que tus circunstancias no las vive nadie más.

Entonces ¿por qué tendríamos que compararnos?, ¿por qué tendríamos que conseguir los mismos logros?.

Para unos será maravilloso casarse y para otros lo será estar solteros.
Para unos será maravilloso ser padres y para otros no tener hijos nunca.
Para unos será maravillosa una vida estable y para otros una vida nómada.
Para unos será maravilloso tener un trabajo que pague facturas y para otros tener un trabajo más vocacional.

Al fin y al cabo ¿quién se atreve a definir la felicidad? Pregúntale a cualquier filósofo, sociólogo, psicólogo  y cada uno te dará una respuesta totalmente diferente, ni siquiera los académicos de la RAE han podido crear una definición decente.

Y así debe ser. Que cada uno determine cuál es su felicidad. Que cada uno se centre en su propia vida, que bastante tenemos.

Las comparaciones son odiosas dicen, entonces ¿Por qué empeñarnos en hacerlas?.

Prediquemos con el ejemplo.
Vivamos nuestras vidas, alegrémonos de nuestros éxitos y de los ajenos y dejemos de compararnos con los demás.

Marta Freire @martafreirescribe