Desastre Tinder: me pidió que me abriera un Onlyfans

 

Cuántas anécdotas nos da Tinder. Jolgorio y disgustos a partes… desiguales, diría yo. Con el maromo que os presento hoy solo tuve dos citas, y ya os adelanto que la segunda sobraba. Exigente y maleducado, tan pronto era dulce como terriblemente grosero. Vamos, que me tenía hartita desde el principio y poca vida le daba yo a nuestro contacto, porque como no fuera un sapo hechizado y de repente saliera su príncipe interior, le podían ir dando por culo, sinceramente y a bote pronto. 

El caso es que de repente me dice que vayamos a un hotel, y a una que no le apetecía lo más mínimo, le contestó que «hoy no». Ni hoy ni en tu vida, chaval, pero es que una es cortés y tampoco quería acabar mal con el muchacho, pese que estar a su lado era un auténtico amargamiento: todo le parecía mal, todo le molestaba, todo le hacía poner una mueca desagradable con su boca. Fijaos chicas la mala impresión que me dio, que a día de hoy, años después y pese a solo haberle visto dos veces, aún recuerdo perfectamente su expresión de molestia y disgusto. 

Pues como os decía, queridas mías: el muchacho iba más caliente que un tobogán de metal en verano, y parecía no darse por satisfecho con mi (ahora sí) disgusto al respecto. Cuando al fin creí que iba a cambiar de tema, se puso a hablar por los codos de sus ex, en concreto de una que tenía un Onlyfans y él, como ex, al parecer tenía derecho a verlo. Mi respuesta: «Ah, mira qué bien». No sé si mi tono le pareció insuficiente o qué pasó, pero se pasó toda la tarde hablando sobre el Onlyfans de su exnovia, tanto fue así que empecé a mirar el reloj compulsivamente para irme a casa, dando por zanjada la cita. 

No sé si entendió mi desagrado sobre el tema como celos, pero el caso es que se puso muy cariñoso conmigo, con abrazos que parecían consoladores (¿de qué me tenías tú que consolar, alma de cántaro?). 

Y entonces llegó la bomba: comenzó a acariciarme la espalda, arriba y abajo, y me dice «si te abrieras un Onlyfans, yo sería el primero en seguirte». Mi cara debió de decirlo todo, porque me soltó un discurso sobre los prejuicios, la libertad y la sexualidad que no soy yo capaz de prometer que no lo haya ensayado ante el espejo. 

Traté de hacerle entender que aunque no me negaba a la libertad de nadie, cada uno y una hace con su cuerpo lo que cree oportuno, pues a esta oportuna en concreto no le apetecía demasiado la idea, así que no y gracias. Insistió tanto y me prometió tantos éxitos y que él sería el primero en estar ahí, comprendí que para colmo de males, el chaval no era solo un desagradable, sino un pajillero. 

Solo os diré que de repente tuve una súbita urgencia y me tuve que despedir… del todo. Está bloqueado, por supuesto, y hoy no es más que un idiota con el que me topé. ¿Os había pasado esto alguna vez?

 

Anónimo